Un radiante rayo de sol hace que mis ojos se abran inconscientemente. Me levanto de mi cama y me asomo por la ventana para ver la maravillosa playa de Miami. Al abrirla, la brisa marina acude a mi cara y remueve mi pelo como si quisiera salir volando. El frío acudió hacia mí, por lo que me puse una sudadera blanca oversize sobre mi pijama de verano amarillo y bajé al salón. Todas las cortinas estaban abiertas y hacían que entrecerrara los ojos por la alta claridad que hacía en la habitación. Las paredes blancas brillaban y los muebles de cristal bastante modernos hacían que me dirigiese a la cocina para evitar que se me derritieran los ojos. Los azulejos mate color gris hicieron que me alegrase haber entrado allí.
Sentado en una silla blanca de plástico que teníamos en la mesa donde comíamos se encontraba mi hermano, Jackson. Lucía una cara de haber estado fumando porros de nuevo, ya que le delataban sus ojeras, sus pupilas dilatadas y su tremenda expresión de cansancio. Seguía llevando el pijama y miraba fijamente al bol de los cereales mientras le daba un sorbo a su café solo para despertarse. Yo, en cambio, saqué un gofre congelado y lo metí en el microondas mientras me echaba zumo de naranja en una taza blanca que me había regalado mi madre cuando se fue a Francia por un viaje de trabajo.
Mis padres casi nunca estaban en casa. Son los dueños de una empresa farmacéutica en Tallahassee, en la otra punta de Florida. Siempre les echaba de menos, sólo vuelven a casa un fin de semana una vez al mes y en las fechas importantes, como Navidad y Pascua. Pero, para una chica de casi 17 años que tiene toda su vida construida en su ciudad, es perfecto. Siempre hago lo que me de la gana porque a mi hermano le da igual con tal de que se lo diga, al fin de al cabo, él es el que se ocupa de mí, aunque, a partir de septiembre, mi vida cambiará por completo. Iré a la universidad, estudiaré la carrera de dirección audiovisual para poder convertirme en una directora de cine profesional, seguiría viviendo en casa, ya que la universidad es la de mi ciudad, pero al menos sería algo diferente, o eso espero.
Al sonar el pitido del microondas, mi hermano se tapó los oídos en señal de molestia y volvió a darle un sorbo al café. Yo puse todo en una bandeja y me senté frente a él mientras revisaba el móvil. Mi mejor amiga, Lia, me había hablado para recordarme que esa misma tarde nos íbamos a la biblioteca a estudiar, y menos mal, porque se me había olvidado por completo. Al ver que Jackson se levantaba, me digné a decirle algo de una vez por todas.
-¿Puedo darte ya los buenos días?- dije soltando una carcajada sin poder evitarlo.
-Cuando te fumes 1 porro ya hablaremos.- dijo él molesto.
-Sé perfectamente que no te has fumado sólo uno, Jackson.-Conocía a mi hermano, mentía demasiadas veces y no se enteraba nunca de que siempre le descubría.
-Vale, fueron 3.- dijo agachando la cabeza.
-Eres un mentiroso. Ve a la ducha, hoy tienes entrenamiento ¿te acuerdas?-
-Tú no eres mamá, soy mayor que tú.-
-Y yo más madura, y ahora a ducharte.- espeté mientras le empujaba hacia las escaleras.Mientras escuchaba cómo mi hermano encendía la ducha, yo subí a mi habitación después de dejar mi plato y el vaso en el lavaplatos. Al ser octubre, en Miami ya empezaba a refrescar, y más si eran las ocho de la mañana. Me puse unos simples leggins negros con una camiseta blanca de manga corta, una sudadera negra que me quedaba enorme y mis Air Jordan 1 blancas y negras. Me peiné mi melena castaña y me hice una coleta alta. Metí los libros en la mochila y salí por la puerta sin ni siquiera despedirme de mi hermano, el cual acababa de salir de la ducha.
El sol cada vez se asomaba más, haciendo que entrecerrara mis ojos por toda la luz que consumían. Llegué a mi instituto, el Overbrook High. Al llegar a los aparcamientos, vi a Lia y a Jayden. Les saludé agitando la mano alegremente y me acerqué a ellos. Fuimos hablando por el pasillo hasta llegar a nuestras taquillas, los tres juntos.
-¿Habéis visto lo bueno que está el nuevo chico de intercambio?- dijo Jayden mientras le perseguía con la mirada. -Ojalá fuera gay.-
A Lia y a mí se nos escapó una risita mientras negábamos con la cabeza. Nos daba pena que le costara mucho conseguir pareja. Muchos se metían con su orientación sexual, y eso a Lia y a mí nos parecía fatal.
-No te preocupes Jay, seguro que hay veinte personas escondidas en el armario y no tienen la misma valentía que tú.- le dije yo intentando animarle.
De repente, sonó el timbre, y los tres entramos pitando a nuestra clase. A esa hora teníamos matemáticas. Nos dieron el examen: 3,6.
Muy bien Kimberly. He de decir que matemáticas no se me da muy bien, bueno, nunca se me ha dado bien, básicamente. El día se pasó bastante rápido, porque, cuando me di cuenta, ya había sonado la campana para poder irnos del instituto. Dejé mis libros en la taquilla y me fui al aparcamiento. Al salir por la puerta, pude ver la playa, en donde se encontraban varias personas tomando el sol y algún que otro surfista. Me apoyé en un árbol para esperar a que mi hermano saliera e irnos los dos en coche, como hacíamos todos los días. Mientras tanto, me puse los auriculares y estuve escuchando en Spotify el álbum de Olivia Rodrigo, me encantaba.Al levantar la cabeza del móvil, vi a mi hermano con dos de sus compañeros del equipo. A su izquierda iba Dylan Scott, un chico que conocía desde pequeña y muy gracioso. Tenía el pelo castaño con las puntas aclaradas e iba con un tupé, ojos color avellana y me sacaba dos cabezas mínimo. Y a su izquierda, iba Lucas Taylor, mi crush desde que tenía quince años. Ojos cafés, pelo castaño con mechas rubias y peinado con la raya en medio, sonrisa tierna, mirada intimidante, buen cuerpo y muy alto. Pude reaccionar a tiempo y me quité los auriculares para poder escucharlos. Dylan me saludó con un abrazo al igual que mi hermano, pero Lucas sólo se dignó a decirme "hola" y sin acercarse mucho a mí.
Al despedirse, mi hermano empezó a ir hacia su coche y yo le seguí mientras hablábamos de cómo nos había ido el día. Mi hermano tenía que entrenar al baloncesto esa misma tarde, y yo tenía que ir a la biblioteca y luego a voleibol. Después de comer, me tumbé un rato en mi cama a leer. Me estaba leyendo la saga completa de Harry Potter, iba por el quinto libro, estaba obsesionada. Al darme cuenta, ya era la hora de irme, así que me cambié sólo de camiseta y zapatos, cogí mi bolsa de deporte que había preparado la noche antes y cogí mi mochila para irme hacia la biblioteca.
"I got my peaches out in Georgia. I get my weed from California..."
Justin Bieber, mi cantante favorito. Iba moviendo la cabeza al ritmo de la canción mientras miraba a mi alrededor para que nadie pudiera observar lo que hacía. Al llegar a la biblioteca, subí a la planta de arriba donde me encontré a mis mejores amigos, comiéndose unas barritas que habían sacado de la máquina expendedora. La sala era súper bonita. Los escritorios eran de madera con las patas de metal pintadas de blanco, y habían miles de estanterías repletas de libros de todo tipo: historia, economía, arte... Al sentarme, les saludé con la mano y saqué mi libro de historia para hacerme los esquemas, ya que la semana siguiente teníamos el examen y no había hecho nada. La verdad es que me cundieron las tres horas que estuve allí. Hice todo lo que tenía que hacer. Cuando los tres terminamos, salimos y estuvimos un rato en el parque de enfrente hasta que me di cuenta de que tenía que ir a entrenar, por lo que me despedí y me fui de nuevo al instituto, pero no tardé mucho ya que estaba cerca de allí. Tenía bastantes ganas de entrenar, el vóley hacía que me relajara, era lo que necesitaba después de tres horas y media de estudio intensivo.
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Suspiros infinitos
RomanceLas personas valientes no lo han sido toda la vida. Siempre hay un mal momento que te hace ser más débil, pero lo realmente débil es no admitirlo y esconderlo. Es el caso de Lucas Taylor. El esconderle su ansiedad al público le ha hecho aparentar qu...