Capitulo XXVI: Celos

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Me levanté temprano para empezar mi rutina del día, salí a correr por el vecindario y regresé a casa antes de los ocho. Todavía debía desayunar y arreglarme para ir al trabajo.

Gracias a Dios ya me habían quitado el yeso hace días, aunque todavía debía ponerle cuidado al brazo sin realizar esfuerzo brusco pero estaba bien. Lo que no estaba tan bien era lo rápido que pasa el tiempo, considerando que tenía un proyecto en marcha y debía hacer la presentación en dos meses.

Con la maqueta no estaba atrasado, iba en buen ritmo y la ayuda de Liz ha sido fantástica, no sólo en eso sino en mi recuperación del brazo. Mi chica es un sol, la luz de mi vida. Desde que apareció ha sido como un despertar, un amanecer de emociones que estaban apagadas desde hace mucho. Es increíble que tenemos más de un mes juntos, siendo el apoyo del otro en situaciones inimaginables.

¿Quién iba a decir que mi regreso a Barranquilla traería consigo un ser tan hermoso como ella?

Sin esperarlo se volvió intrínseca en mi vida, tanto que cuando se va a la universidad sin mí o vuelve a casa sin mí, siento que el día no marcha bien  hasta que llego a casa y la veo. Mis desayunos no son iguales sin ella, mi trabajo no es lo mismo sin ella y mis noches sin sus besos de despedida en la mejilla cuando se va a dormir definitivamente no serán las mismas sino está conmigo.

Últimamente mis sentimientos por ella han cambiado, no puedo ver sus labios sin sentir las ansias de tocarlos hasta que jadee mi nombre, incluso tengo la necesidad de que duerma conmigo y despierte conmigo cada mañana.

¡Venga! Que estoy mal ya...

Tomo un respiro de mi trote cuando llego al jardín de mi casa, bebo agua y me hago camino adentro. Raiden esta en la cocina moviéndose con agilidad por todos lados, debe estar haciendo desayuno.

—¿Qué tal hermanito? —saludó al verme.

Fui hacerle compañía, ocupando un taburete.

—Cansado —admito mi falta de condición física, por los días de reposo que tuve.

—Se nota —masculló burlón—, ¿Liz no vino a dormir anoche? —preguntó por ella extrañado.

—No, se quedó con Valeria —le conté.

—¿Y eso?

—Ahora son muy amigas y quisieron hacer una noche de chicas —bebí agua de mi botella otra vez.

—No debería dormir por fuera —dijo desaprobatorio.

Arriésgate Liz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora