Capitulo XXXII: Perdonar Sana El Alma

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Agotada.

En ese término se resumía mi estado en este momento. El tiempo es un recurso que no se detiene y pues, debemos avanzar  a su paso.

Inicié clases nuevamente, también estaba con Andrew adelantando lo del centro comercial (porque todos teníamos fe que Raell iba a despertar), así que estábamos finiquitando los detalles y luego de toda esa rutina me iba con mi chico al hospital a pasar la noche con él.

En todo este proceso he visto la mano amiga de muchas personas que aman a Raell y ayudan a su cuidado. Su padre y yo nos hemos unido demasiado, aprecia que esté apoyándolo en esto y como no, si amo a su hijo. También muchas personas de la iglesia vienen a orar por él y colaborar en su tratamiento. De verdad que todo ese amor y apoyo me hace saber que toda su bondad con los demás está siendo regresada.

Si siembras amor, recibirás amor.

Además de sus amigos que han estado aquí presente, incluyendo a Aaron. Cosa que me sorprendió mucho, considerando por todo lo que pasó. Sin embargo; hemos mantenido distancia, no lo quiero cerca y él lo sabe muy bien.

Justo ahora me encontraba en el sillón que se volvió mi cama estos meses. Meses..., se oía lejano. Pero si, han pasado cuatro desde que todo esto ocurrió. Cada día miraba a Raell impresionada de como podía estar dormido tanto tiempo, si despertaría este año, el próximo, o el siguiente.

La incertidumbre era abrumadora.

El sueño me estaba venciendo, los ojos se me cerraban solos y estaba apunto de dejarme llevar por morfeo cuando escuché el pulso de Raell acelerado. Rápidamente me levanté a ver que le pasaba y su pecho bajaba y subía con desespero.

Me asuste y salí a buscar ayuda con las enfermeras cercanas, unas corrieron a mi ayuda y otras fueron a buscar el doctor. Entre a la habitación con ellas y vi como revisaban a Raell con apuro, el doctor entró a lo poco y vio las palpitaciones en el aparato.

—Rápido, hay que llevarlo a quirofano —avisó y mi corazón empezó a latir con fuerza.

Dios no.

¿Ahora qué pasa?

Todos se movían rápidamente de un lado a otro y trajeron una camilla para sacarlo del cuarto, yo los seguí de cerca pero cuando entraron a quirofano no me dejaron avanzar.

—Debe esperar afuera señorita —dijo una enfermera y con el alma echa Pedazos, tuve que quedarme al otro lado de la puerta.

No sabía que hacer, estaba en pánico. Solo caminé de un lado a otro en el pasillo del quirofano con muchas preguntas en mi cabeza.

¿Qué había pasado con Raell?, ya tenía meses estable y ahora de la nada se complica hasta el punto de operarlo.

Me faltaba el aire, la opresión en mi pecho era ofuscante, era como una mezcla de dolor e impotencia. Las lágrimas querían salir pero estaban atascadas, quería gritar pero no podía.

Yo solo quería a mi Raell de vuelta.

¡Por Dios que quería ver sus ojos abiertos de nuevo!

Me senté en una de las sillas de espera en el pasillo y sufrí agonía toda la noche, se estaban quedando demasiado en el quirofano y nadie salía a decir nada. Miré la hora en mi teléfono y eran las tres de la madrugada. Suspiré, pidiéndole a Dios que todo saliera bien.

A las cuatro y casi dormida en la silla vi que traían una camilla fuera del quirofano, me levanté enseguida y le pregunté a una enfermera si era Raell.

—Así es señorita es él —confirmó, mientras avanzaban por el pasillo.

Me dio alivio saber que aún estaba vivo.

Arriésgate Liz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora