Capítulo 5

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“Malditas horas para llegar” Maldije debajo de mi aliento, soltando un gruñido y haciendo que mi voz sonara un poco más ronca que usualmente. Como si de verdad hubiese despertado justo en esos momentos. Tal vez, y sólo tal vez, si parecía que acababa de levantarme de cama no sospecharían que Tamaki estaba dentro de mi cocina, escondiéndose y rogándole a cualquier dios que existiera que la persona detrás de esa puerta no los encontrará. Y cuando abrí la puerta logré entender por qué.

Mis ojos entrecerrados se encontraron con una mujer. Ella era pequeña en estatura, o por lo menos, comparada conmigo, pero también era robusta, y tomaba con ambas manos una escopeta, la cual apuntaba directamente hacia mi pecho. Sus manos se aferraban con fiereza al objeto, y escuchaba con claridad cómo su dedo índice rozaba el gatillo.

Parecía sacada de una película, una de esas viejas películas de acción en las cuales el personaje principal iba en aventuras peligrosas y necesitaba armas de fuego para lograr sobrevivir. De hecho, si me preguntaran a mí, eso fue una película.   

—Finalmente corrió a la casa de su perra, ¿huh? Sabía que ese desgraciado se iría con la primer zorra que encontrara.— Ladró ella. Observé mi vida reflejada en el cañón de aquel arma, y no me pareció interesante. Por el contrario, ¿qué diablos había estado haciendo durante tanto tiempo? Había pasado años en el extranjero, haciendo nada más que trabajar, y conseguir amigos los cuales planeaba abandonar. ¿Qué había hecho en mi hogar? Sólo escapar de lo que amaba, y escapar de lo que me daba miedo.

¿Por qué me preocupaba morir en primera instancia? No es como si a alguien le fuera a importar además de a mis padres, tal vez a mis estudiantes, no lo sé. Tal vez en cinco años nadie me recuerde si justo ahora esa chica decide tirar del gatillo. Nada de lo que hice importaría si esa chica jalaba de aquel gatillo.

Todo eso pasó vagamente por mi mente. Todo en menos de un segundo. Entonces, antes de decir cualquier tontería, no pude evitar pensar en los ojos violetas tan grandes de esa niña. Estaban confundidos. Estaban aterrados. No sólo eso. No pude evitar pensar en como Tamaki me había visto con desesperación. No pude evitar pensar en la manera en que comenzó a sollozar y temblar cuando tuve que dejarlo solo.

No podía morir. Si existía un dios en los cielos, el cual maquiavelaba acerca de las maneras de matarme ese dia yo haré que se trague sus letras o palabras porque no iba a morir.

Seguramente su cerebro de maní no pudo siquiera procesar cuando le arrebaté él arma, pero, para ser franca, ni siquiera mi cerebro pudo. No sé cómo lo hice, solo recuerdo como ella caía de espaldas dos escalones atrás. Creo que le di una patada. Tome la fría manera, y recargue la escopeta en mi hombro. Sentía como él gatillo rozaba la yema de mis dedos, o tal vez la yema de mis dedos rozaban él gatillo, listos para disparar.

Recargue.

No tenía el seguro puesto.

Esta perra realmente quería matar a alguien. 

—No sé que quieres, ni quien eres, no sé a quién buscas, pero te metiste con la persona equivocada para intentar robarle—

Quería hacerme la tonta. Quería que realmente pensara que yo no tenía nada que ver con Tamaki. Quería que los dejara en paz. Si yo debía ser la fina línea que dividía a ese hombre y su hija del caos total, entonces eso sería. Cuando ella comenzó a correr, puse él seguro en él arma y la arrojé lejos hacia dios sabe dónde. 

No sé qué estaba pensando. No se si siquiera estaba pensando en absoluto. Creo que mi mente se puso en blanco. Creo que mis piernas comenzaron a flaquear, y cuando di un par de pasos hacia la cocina después de cerrar la puerta me desplome.

Sentía como cada gota de sangre bombeaba a través de mi cuerpo, y escuchaba como mi corazón palpitaba, y como mi respiración se volvía frenética. Creo que estaba sollozando. Creo que estaba llorando ya que mi vista se volvió borrosa. Tenía miedo a morir. No, tal vez miedo no es la palabra correcta. Estaba aterrada de morir, como cualquier ser humano, y aunque pensé irracionalidades cuando me enfrente a esa escopeta, estoy segura que no quiero morir.

El sudor frío recorría mi frente, y no sabía que pensar ni qué hacer. Parecía que mi cuerpo no quería obedecer… así que únicamente me quedé en el piso, sollozando y temblando como si mi vida dependiera de ello. Esperando con calma. ¿Qué exactamente? No tengo la menor idea. Tal vez esperaba que esa loca volviera, o tal vez esperaba simplemente encontrar un poco de calma en la oscuridad y silencio de mi casa. De cualquier manera, ninguno de los dos pasó.

Estaba bien. Si. Todo estaba bien.

Es Mio -- Tamaki  x  TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora