Capítulo 12

74 11 1
                                    

Le pedí que no moviera un dedo. Eran mis cosas, yo podía encargarme de ellas. Esa fue la mejor excusa que pude encontrar para mantenerlo en el sofá. Digamos que bajar cajas pesadas de un camión, subir escaleras o ir en un ascensor no es ideal cuando tienes un tobillo roto.

Conozco a Tamaki. Quería ayudarme, pero la verdad es que me ayudaria mucho mas si no intentara sobreesforzarse constantemente. Estaba delicado. Tenía que descansar.  

Taki parecía estar probando las aguas, intentando definir hasta dónde llegaba mi paciencia. Es una niña muy lista después de todo. Sin embargo, sus métodos, puedo decir, que son poco ortodoxos. Se sentaba sobre las cajas de cartón, diciendo que era su carruaje real, y por ende tenía que llevarla de vuelta al castillo. La verdad es que, aunque sea pequeña, sus veinte kilos extra en cada caja únicamente favoreció el ardor en mis músculos. Pero eso la hacía feliz. ¿Cómo podría arrebatarle eso? Mis músculos ardían y el sudor perlaba en mi frente mientras me aseguraba que Taki no se cayera, pero solo había que mirar a esa niña. Había pasado por el infierno, y ahora estaba aquí. Sonriendo. Pasandola bien. ¿Cómo podría quitarle eso?

Me había asegurado de bajar el sofá del camión primero, claro con ayuda de los hombres de la mudanza. Necesitaba un lugar para que el pobre hombre pudiera sentarse a descansar.

Gracias al cielo, su ansiedad no duró mucho. No tardamos demasiado en dejar las cajas en la sala de estar. Eran bastantes, si, pero entre tres personas no nos tomó mucho tiempo. Taki, gracias al cielo, fue a planear como quería decorar su habitación. Amaba esa niña. La amo. Pero joder. Me había traído como burro toda la mañana. Reí para mi misma con solo pensar en eso, dejando que un gran suspiro escapara de mis labios, dejándome caer en el sofá al lado de Tamaki. 

Se veía tan ansioso. Ni siquiera necesitaba ver su rostro para saber que sus mejillas estaban rojas por la vergüenza, y jugaba con sus dedos de la misma manera que hacía cuando éramos jóvenes. Supongo que algunas cosas núnca cambian. Cerré los ojos dejando mi cabeza caer en el respaldo del sillón. Tome un respiro. Y luego otro. Ebria en la calidad de mi nuevo departamento y el cansancio, solo me dedique a respirar por unos minutos. Aun asi, sentía la mirada atenta del hombre encima mio. Seguramente analizando con paciencia mis facciones. No me molestaba. Podía ver todo lo que quisiera. Entonces, lo sentí. El aire cambió. Solo un poco.  

—Tienes un tobillo roto y estás exhausto. Ni lo pienses. — Hablé. Sabía sus intenciones. Ni siquiera necesité abrir los ojos para saberlo, sin embargo, los abrí para confirmarlo. 

Sus labios hicieron una sola línea, y alejó su vista índigo de la mía. No sé cómo lo supe, pero lo supe. Dios. ¿Cómo alguien podía ser tan lindo?

—¿Sabes?— Comencé con calma, mirándolo de reojo. —Creo que hay algo en lo que puedes ayudarme.— No quería levantarme del sillón, pero sabía que sus ojos tenían pequeñas estrellas, mientras esperaba con desesperación una manera de ser útil. Fui hasta el comedor, donde había dejado algunos papeles, mismos que no había puesto en las cajas, ya que eran demasiado importantes para perderlos por ahi. Luego volví a la sala de estar, donde el hombre me veía confundido y expectante.

—Necesito que alguien revise mis planes— Me desplome en el sillón nuevamente. —Son las lecciones para mi clase de Taekwondo. No hay muchos con la experiencia suficiente para decirme si están bien, o si están en el orden correcto. — Le extendí la pequeña carpeta color rojo vino. —Me serviria una segunda opinión.—

—¿Enseñas Taekwondo?—

—Bueno, soy una horrible maestra, pero hago lo que puedo— Tomé un respiro, levantándome lista para comenzar a desempacar. Mientras más rápido, mejor. —Además— Hice una pausa, ¿por qué tengo tan pocos pares de cubiertos? No sabía que a penas tenía un par de cada cosa hasta que comencé a sacarlos de la caja. Un par de cucharas, un par de palillos, un par de tenedores... Habrá que comprar más. —Me permite entrenar para las nacionales... En algún momento. — No sé si algún día podré ir a las nacionales. Nunca he pensado que mis habilidades en el arte sean tan buenas. Por el contrario. Pero nunca está de más soñar. Tal vez... Algún día.

—Las nacionales...—Dijo por debajo de su aliento. Supongo que es algo con lo que ambos hemos soñado. ¿Quién no lo haría? Ambos fuimos a la preparatoria con el mejor presupuesto para artes marciales, y seguimos hasta la universidad. Toda nuestra vida de jóvenes orbitaba en las artes marciales, y soñábamos con ir a las nacionales. Nunca pudimos. Supongo que la vida no lo quiso de esa manera. Aún así, no habíamos terminado la contienda. No todavia. Teníamos tiempo. Tenemos tiempo.

—Tal vez... Podrías venir a practicar conmigo—cuando tu tobillo mejore.— Me corregi. Claramente no podría practicar conmigo un rato, pero solo imaginarme enfrentarse contra uno de los mejores peleadores de la academia me emocionaba. —Hace tanto que no nos enfrentamos. Seguramente te patearé el trasero.—

Sonrió con levedad. Parecía que le gustaba la idea. También, la manera en que veía mis lecciones. Parecía haber encontrado algo que había perdido mucho tiempo atrás. Estaba feliz, y eso hacía que mi corazón se acelerara.

Estaba bien. Finalmente todo parecía estar bien. 

Todo estaría bien. 

Es Mio -- Tamaki  x  TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora