Tome su mano con delicadeza, temerosa de lastimarlo. Ese chico fuerte, ese que alguna vez había ganado peleas sin siquiera intentarlo, ese que era feroz en la arena... Ese chico parecía ya no estar ahí. Ahora era nada más que un joven de papel. Simples lágrimas serían capaz de destrozarlo, y, sin nadie que lo asegurara a la tierra, sería arrastrado por el viento.
Estaba a la deriva.
Tome un respiro, cerrando mis ojos con calma y recargando mi frente en sus nudillos, rezandole a cualquier fuerza que pudiera escucharme.
Dormía. Mientras mi corazón se derrumbaba y mi mente se volvía una maraña de pensamientos corrosivos él solo dormía. Aún así, aunque tuviera muchas más cosas en mente, su respiración era mi prioridad. No podía creer que él simple y lento sonido de su respiración pudiera traer tranquilidad en momentos como estos.
Entonces elevé mis orbes marrones, enfocándome en su angelical rostro. Aquellas magulladuras negras en su cuello, en sus brazos, en sus piernas. No importaba hacia qué dirección enfocara mi vista, ahí había marcas. Esas marcas de guerra. Una guerra que había llevado solo por mucho tiempo, contra la mujer que amaba.
Nunca se mereció algo como eso. Era, y es un chico encantador. No podía siquiera pensar en alguien desesperado por dañarlo. Nadie querría hacerle daño. Era como un ángel. Era como un ángel pero incluso mejor. ¿Cómo alguien había sido capaz de manchar su precioso rostro con manchas moradas y rasguños?
Sé que mi pecho se seguía moviendo de manera frenética, pero no era capaz de sentir él oxigeno llegar a mis pulmones. Respirar era inutil. Todo era borroso, y por lo que pareció ser una eternidad no pude pensar en algo que no fuera matar a la maldita perra que lo había dejado en el hospital. Por lo que pareció ser una eternidad pude sentir mis instintos primitivos suplicarme que matara a alguien, ya que había atacado mi territorio. Por lo que pareció ser una eternidad apreté mi mandíbula con fiereza, intentando controlarme lo más posible.
Pero, en tan solo un segundo, todos aquellos pensamientos e instintos cesaron cuando logre sentir él agarre de A--- haciéndose más fuerte. Siendo francos, aún era bastante débil, pero era la primera señal de vida que me había mostrado.
Una sonrisa se implantó en mis labios y se rehusaba a irse, mientras toda la tensión en mi cuerpo, esa que se había acumulado con las horas y minutos, se desvaneció de manera repentina.
Finalmente, sus adorables ojos índigo se abrieron poco a poco, y pude sentir perfectamente él deseo de besar cada centímetro de su magullado rostro, pero, sabiendo que esto sería insensato, me limite a depositar miles y miles de besos en sus nudillos, y en cada parte de sus manos.
La palabra "Euforia" se quedaba corta con lo que sentía, y ese sentimiento de mariposas revoloteando en mi estomago, e increibles ganas de vomitar, llorar y reír, todo al mismo tiempo solo se hizo incluso más grande cuando, al postrar su mirada en mí sonrió débilmente.
—No te muevas. Llamaré a una enfermera.— Le dije, y puedo únicamente suponer que soné más desesperada de lo que realmente quería mostrar, pero, en lugar de reírse de mí, negó levemente con la cabeza e intentó afianzarse a mi mano. Mis ojos, esos mismos que buscaban con ansiedad una enfermera cercana, voltearon a verlo con rapidez ante esa misma acción.
—No llores. Estoy bien.— Susurro, a lo que alce con levedad una ceja, confundida ante la petición repentina y sin sentido. Pero, cuando mi mano derecha tocó una de mis mejillas lo note. Estaba llorando. Lloraba y lloraba y las lágrimas parecían no querer cesar, así que solo sonreí con tranquilidad, y negué con la cabeza.
—Estoy muy feliz. Esta bien.—
Si. Estaba bien.
Todo estaba bien.
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Es Mio -- Tamaki x Tú
FanfictionRyu Ishikawa cayó enamorada de el único chico que sus garras no podían tener y eso la desquiciaba. Le desquiciaba saber que, no importaba que tanto hiciera, el contrario ya estaba feliz con alguien más, y, a sorpresa de todos sus conocidos, la chica...