Capítulo 10

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—¿Donde esta Taki?— Cuestionó él cuando me vio entrar nuevamente. Las enfermeras dijeron que estaría bien ya que Tamaki estaba despierto, casi completamente. Aún tenía esa mirada de cansancio, pero gracias al cielo las bolsas debajo de sus ojos se habían reducido. No pude evitar sonreír ante su amabilidad y preocupación, arropandolo mejor con las sábanas del hospital. El pobre temblaba de frío, incluso cuando hacía un poco de calor. Las enfermeras dijeron que la fiebre era bastante normal después de una cirugía y que no debería de preocuparme ya que los medicamentos que le habían dado se encargarían de cualquier cosa. De hecho, esa era la razón por la que seguíamos en él hospital. Querían únicamente confirmar que los medicamentos no tuvieran una reacción negativa.

—En la casa de mis padres. No te preocupes.— Informe, tomando un suave respiro mientras cerraba con levedad mis ojos y me sentaba en la silla más incómoda con la que alguna vez me he topado.

Sus labios formaron una línea recta, mientras que bajaba con levedad su cabeza y evadía mi mirada con fervor. Solo con ver esa reacción me lamenté no poder haber traído a su pequeña al hospital. Seguramente esa niña le sacaría una sonrisa a cualquiera. Aún así... Aunque se notaba que tan desesperado estaba por ver a su hija, no me dijo una palabra más. No me pidió nada. Solo se sentó ahí. Esperando algo. Tal vez pidiéndole a dios que el tiempo avanzara más rápido para finalmente reunirse con su pequeña.

Sonreí con calma y me detuve para sacar mi teléfono de mi bolso.

—Tal vez esté despierta, no es tan temprano después de todo— Murmuré para mi misma mientras marcaba al celular de mi madre. Los grandes y cansados ojos índigos de Amajiki me recorrieron, curiosos acerca de qué iba a hacer ahora, tal vez alerta de mis posibles intenciones. Seguramente ya le habían dado desayuno a la pequeña. Gracias al cielo ya no era de madrugada, y seguramente Taki estaba igual de ansiosa por ver a su padre.

Cuando mi madre respondió al teléfono hice un poco de charla con ella, preguntando por su noche, y si hubo algún inconveniente. Ella negó, y me habló por un par de minutos de lo fantástica que era su nueva visitante.

—Ma, ¿podrías hacer una videollamada y poner a Taki al teléfono? Tamaki está ansioso.— Pregunte con serenidad, mirando de reojo la reacción de ese hombre que amo con fervor. Sus ojos iluminados con la simple idea de corroborar que su pequeña estaba bien, su sonrisa leve, el amor en su rostro. Era tan adorable y lindo. Era una ternura que hizo a mi corazón saltar.

Ante eso, le di el teléfono al hombre, quien lo tomó torpemente con ambas manos.

—Tomate el tiempo que quieras, acábate la batería de mi teléfono si quieres.—

Mientras él hablaba, yo me encargaba de la habitación del hospital. Limpiaba y doblaba su ropa, abria la ventana y colocaba algunas flores que yo misma le había traido al lado de la lugubre ventana, haciendo mis mejores esfuerzos por agregarle un poco de color a su mundo.

Aún así. Aunque mi cuerpo estuviera en movimiento y enfocado en tareas sencillas y banales, mi mente solo podía pensar en él. Mis oídos solo se enfocaban en su ronca y suave voz.

Había tantas preguntas en mi mente. Me pregunto si sabe que tanto significa para esa niña, o para mí. Me pregunto qué tanto tuvo que aguantar al lado de ese monstruo solamente para que su hija viviera en una familia—o los pedazos de una. Me pregunto por qué había sido su primera opción cuando escapó. Me pregunto cómo había aguantado tanto. Como había tomado golpe tras golpe sin siquiera rechistar. Me pregunto cómo podía vivir con ese dolor constante. Me pregunto cómo alguna vez pudo amar a ese monstruo con tanto fervor.

Pero, incluso con esos pensamientos, no pude evitar sonreír al escuchar los adorables pedidos del hombre, quien le hablaba a su hija, pidiéndole que comiera bien mientras él no está, y que no se preocupara ya que "papi volvería pronto". Le ruega que haga caso a mis padres mientras está ahí, y que no les cause molestias. Y entonces, se dirige a mi madre, y le da miles y miles de palabras de agradecimiento. Dice que tanto le alegra saber que alguien está tomando cuidado de su hija con tanto cariño, y se disculpa por no poder hacerlo él mismo. Se disculpa por no poder hacer nada aún. Y agradece una y otra vez.

Y después de aquella felicidad tan transparente debido al alivio, pude escuchar sus sollozos ahogados. Pude ver las lágrimas recorrer sus mejillas como si estas fueran cascadas. Pude ver la belleza de su tristeza, y pude sentir dentro de mi pecho el dolor de su incertidumbre y miedo. Esos mismos que estaban por derrumbarlo completamente.

Me extendió el teléfono, e intentó limpiar sus lágrimas, alegando que no podía dejar que su hija lo viera llorar, ya que él era un hombre fuerte.

Si. Es él hombre más fuerte que conozco. Sigue siéndolo. Colgué la llamada, diciéndole a mi madre que volvería pronto, esta vez con Tamaki.

Pase una de mis manos por su espesa cabellera un par de veces, sintiendo como las hebras de su sedoso cabello índigo se enredaban con sutileza entre mis delgados dedos. Luego, cuando esos mismos sollozos se convirtieron en lamentos, me tomé la libertad de frotar su espalda, haciendo pequeños círculos en esta intentando darle un poco de calma.

Cuando sus brazos se aferraron a mi no pude hacer nada más que corresponder sus súplicas, y correspondí el gesto.

—Lo has hecho todo bien. Está bien.—

Si. Estaba bien. 

Es Mio -- Tamaki  x  TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora