Capítulo 4

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Tamaki continuaba llorando al hombro de su hija como un hombre roto y desesperado. Era realmente admirable. Era admirable el hecho que llorara con su hija, y la sostuviera como si nada más importara. Me parecía increíble la manera tan genuina de mostrar amor paternal, pero al mismo tiempo no estaba sorprendida realmente, esa niña era todo lo que él tenía. La amaba. Ambos la amábamos más de lo que podíamos siquiera imaginar. No estaba segura del porqué con exactitud. Ella no es mi hija, si hablamos en términos literales, pero era lo más cercano que tenía a una, así que tal vez esa era la verdadera razón por la que no me molestaría dar mi vida por ella.

Antes de poder seguir pensando acerca de todo y nada a la vez mientras veía la escena, más toquidos en la puerta resonaron por cada habitación. No estaba realmente preocupada por otra persona, y la calma y lentitud con la que los percibí no hizo ningún efecto en mí. No saltaba ninguna alarma interna la cual me decía que estaba en peligro, y lo hubiese creído con facilidad estando sola, pero al verlo a él...

Su cuerpo se tensó en un instante, y su vista se apresuró a dirigirse hacia donde los toquidos provenían lleno de terror. Parecía estar esperando que el asesino de la película de terror entrará por aquella puerta, y eso me hizo entender. Entendí que no estaba corriendo de algo en específico, sino de alguien.

Tome un respiro, me acerque al hombre de mis sueños y pegue mi frente contra la suya intentando transmitirle mi calma y confianza. No hacía gestos como esos recurrentemente, al contrario, únicamente cuando íbamos a un torneo grande decidía que era momento de derrumbar la pared del contacto físico, pero esta vez lo ameritaba. No sabía que me esperaba, pero sabía que no iba a permitir que dañarán a ese hombre, ni a su pequeña. Ambos eran mi responsabilidad en esos momentos, y únicamente sobre mi cadáver lograrán tocarles un pelo.

—N--No vayas. Tiene un arma. Se irá. Te prometo que se irá.— Susurro él, llorando incluso más frenéticamente. Yo negué.

—Iré. Por favor manténganse en silencio. —Dije viéndolo a los ojos mientras colocaba una mano en su nuca. Sus ojos, grandes, llenos de lágrimas, iluminados por la luz hicieron que mi corazón se acelerara. Le di un abrazo a su hija, y finalmente apagué las luces. Sentía con claridad la tensión palpable, y al mismo tiempo, me daba cuenta del miedo patológico de Tamaki a la oscuridad, pero tendrían que resistir. Sólo un poco. Sólo había que resistir un poco.

No sé por qué me despedí, ni tampoco porque actúe como si me fueran a asesinar, pero, muy dentro de mí, sentí la necesidad de hacerlo, así que lo hice. No quería arrepentirme después así que prefería actuar.

Note como cuando la distancia entre nosotros se agrandaba el temblor de su cuerpo se hacía más presente. Note cómo mordió su labio lleno de horror, e intentó con cada gramo de su voluntad acallar sus sollozos. Escuché con claridad como le dijo a su hija que era momento de jugar a las escondidas, y que era su turno de esconderse.

Mientras la distancia se agrandaba los rezos que Tamaki murmuraba debajo de su aliento mientras apegaba desesperadamente a su hija hacia él se hacían cada vez mas difíciles de escuchar. Tenía que ganar. Tenía que vivir. Mierda. No sabía ni siquiera a que me enfrentaba, pero puta madre que yo iba a ganar. No tenía más opciones. No tenía espacio ni tiempo para miedo dentro de mí, pero, por alguna razón, tenía un nudo en la garganta y un sentimiento gracioso en la boquilla del estómago.

Seguramente era la conmoción.

Pase una mano por mi cabello, despeinándolo bastante. Quería hacer mi mejor esfuerzo para aparentar haber despertado recientemente. Quería que mi fachada escondiera la posibilidad de que hubiera alguien más conmigo. Quería mostrar que, como acababa de despertar, estaba indefensa.

Quería protegerlos. Debía protegerlos. Yo estaba bien. Ellos estaban bien. Todo estará bien.

Estaba bien. 

Es Mio -- Tamaki  x  TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora