Tritone - Alberca/Luberto

- V -

03 - Manos

TW: Este capítulo tiene lenguaje que puede resultar sensible para algunos lectores. Proceder con precaución.

El olor a pan recién hecho en la mañana es un aroma gustoso que llena el alma de confort y alegría, que aviva el hambre matutina y ayuda a empezar el día con una gran sonrisa. Bueno, precisamente para Luca no era de esta manera.

El olor a pan recién hecho en la mañana era señal que tenía que estar terminando de llenar las bandejas del mostrador, sacando charolas del horno y metiendo otra tanda a éste mismo; era señal que la gente no dejaba de llegar a comprar por docenas y docenas de piezas. Era domingo, el día más ajetreado de la semana, irónico si se toma en cuenta que dicho día es el inequívoco para dormir hasta tarde. El menor de los Paguro, en cambio, debía estar desde altas horas de la madrugada trabajando para cumplir en tiempo y forma con los pedidos.
   Debido al hecho que su hermano había vuelto a viajar fuera de Portorosso sin explicación alguna, quedó por su propia cuenta a cargo del local. Supuestamente en su ausencia su mejor amiga Giulia le ayudaría a no volverse loco mientras el mayor no estaba. Oh, sorpresa, no era de mucho apoyo.

—Uccello, le signore Aragosta finirono tutto il pane che avevamo sui vassoi. ¡Necesitamos más acá afuera! —Se oyó con agitación desde el otro lado de la puerta que separaba a la cocina de la tienda.

—¡Iría más rápido si me dieras una mano también de este lado, Giulia!

—¡Yo no sé hacer pan! ¡Recuérdalo~! —Canturreó la joven.

—Pero sí puedes llevar las charolas que ya están llenas y sustituirlas —salió de la cocina entregándole dos bandejas llenas de pan dulce—. ¡Rápido! Mientras el tonto de Smuca no esté aquí, el jefe soy yo —rieron ante la pseudo amenaza de Luca.

Una vez hubo regresado a la caliente habitación donde su trabajo se centraba, buscó con su mirada el calendario. 10 de marzo. Hacían dos semanas que Smuca había partido del pueblo sin explicación alguna, nuevamente. Solía desaparecer unos cuantos días cada cierto tiempo. Únicamente avisaba una mañana que ya tenía el boleto del tren para ese mismo día y que no sabía cuándo regresaría, que confiaba en él para cuidar el local y que probablemente Giulia lo ayudaría si las cosas se complicaban mucho.
   Luca se sentía ultrajado ante la actitud del ser con el que compartía progenitores. La admiración y cariño que sintió hacia él por años, lentamente había desaparecido hasta el punto en que sólo podía verlo como un portorossence más, como su jefe de la panadería. Para Luca el término hermano le quedaba grande a Smuca desde que poco antes de independizarse había empezado a desplazarlo sin razón alguna, a ignorarlo, y posteriormente a negarle incluso el trabajo en la panadería. El más joven años atrás ante la confusión intentó buscarlo, volver a acercarse al más pálido, sin embargo éste no era recíproco; después de un tiempo, simplemente se cansó de hacerlo, hasta recelo sintió cuando Giulia lo ayudó trabajar ahí; no quería verlo, si el más grande no lo quería cerca, tampoco había razón para estar ahí.

Con todo el ajetreo que habían sido esos días, ni siquiera había tenido tiempo de descansar, mucho menos de recordar al tritón por el que tanto lloraba y había suspirado. El día anterior a la partida de Smuca, cuando Luca regresó a su casa, directamente se encerró en su habitación sin comer un bocado ni saludar a nadie. Rendido, se había dejado caer sobre sus rodillas en el suelo mientras jadeaba con cansancio y tallaba sus agotados ojos; jadeos que de a poco se tornaron de tristeza, ojos que emitieron lágrimas.

—“Lo mejor es que dejemos de jugar y dejemos esto hasta aquí.”

—“La pasé muy bien contigo, pero esto que tenemos no es correcto. Ni siquiera somos del mismo mundo, ¿entiendes?”