7 - Consuelo
TW: Este capítulo contiene escenas relacionadas con autolesiones y pensamientos suicidas que pueden resultar sensibles para algunos lectores. Podrán saltarse esa escena sin afectar la trama del capítulo; estará señalado dicho apartado con unos separadores. Proceder con precaución.
Si pudiera renunciar a todo, ya lo habría hecho mucho tiempo atrás, pero, ¿cómo renuncias a algo que no tienes? Lo había perdido todo. Perdió a su hermano, perdió su hogar, perdió el lugar en la universidad, perdió su motivación, perdió a Alberto... y se perdió a sí mismo. Todo lo había perdido por un pueril capricho.
La ida de Alberto de Portorosso había marcado un antes y un después en la vida de Luca. Justo después de su partida todo su mundo se vino abajo; su bajo peso, los moretones en su piel y las heridas en sus extremidades eran pruebas de ello.Cada día desde aquel 22 de febrero había extrañado con locura al joven que alguna vez fue su novio. Solía ir casi cada mañana al puerto con la esperanza de algún día verlo salir del agua con una sonrisa rumbo a él. Solía imaginar que se abrazarían con fuerza y se besarían como nunca. Los imaginaba en su, tan suya, torre, recostados junto al otro sólo observando el cielo y sintiendo la piel contraria. Pero era sólo eso: su imaginación. Nada volvería a ser igual incluso si Alberto regresara. Las cosas habían sido claras, directas... e hirientes. Había sido claro: no quería volverlo a ver.
Los días habían pasado desde el incidente en la panadería y su ataque de ansiedad. Su mente no sabía cómo asimilar el retorno de aquel fornido tritón a tan cercanas fechas del aniversario a su partida, pero no importaba cuántas vueltas le diera al asunto, aquello tenía el nombre de Smuca escrito por todos lados. Seguramente él había orquestado su regreso para hacerlo sentir más miserable.
Después de aquel anaranjado y tormentoso día de dos años antes, Luca había recurrido a Giulia —la única amiga que le quedaba para ese entonces, y hasta ahora— para contarle todo lo dicho en esa despedida a la orilla del mar. Le había contado cada palabra, cada gesto que su amnesia disociativa le permitía recordar; le había contado lo que le acongojaba y cómo internamente le dolía no haber podido hecho más. Cada segundo que su mente le mostraba la cara furiosa del joven marino, sus brillantes colmillos y sus afiladas garras listas para usarlas, sus berreos se intensificaban y su corazón se rompía. Jamás había visto a Alberto de esa manera; Luca estaba aterrado, estaba destrozado.
La pelirroja chica sabía de popa a proa todo lo que había sucedido. Al ser la novia de Smuca —y desafortunadamente Smuca siendo hermano de él— era no sólo lógico sino también obvio que el de aperlada piel lo supiera también; que supiera lo mucho que ese día había afectado mentalmente al menor o lo que aquel chico podría provocar en él. Smuca lo odiaba, traer a Alberto sería perfecto para terminar de destruirlo; sabía que Alberto estaba furioso con él, que su desprecio le dolería más que cualquier ataque, o quemadura, o golpe, o lesión.Ante la idea de la deliberada traición de su hermano decidió ir a su muelle. Ya rondaba cerca del medio día, su turno en el local estaba por comenzar; sería una larga jornada debido al festivo dia, más tarde regresaría a su casa para felicitar a su padre. Un instante respirando la sal del aire no le haría daño; quizás el sol tendría piedad sobre él y como muchas otra veces le brindaría el calor del que se encontraba falto. Mojarse los pies un poco quizás ayudaría. Repitió su tan habitual ritual: respirar profundo unas cuantas veces, sentir la arena sobre sus pies, captar el sol entre sus poros, ver las tan hermosas nubes y finalmente observar aquel misterioso lazuli en las aguas esperando a que su amado tritón saliera de-... "Véro", pensó. No podría salir de ahí, ya se encontraba en el pueblo y su pecho no había encontrado el modo de reaccionar ante él cuando lo vio.
Dejó una vieja toalla en el suelo y caminó hacia la costa para sentir el agua en sus plantas y sus tobillos. Si él disfrutaba esa sensación, no podía imaginar cuánto lo hacía Alberto todas esas veces que en la isla se quedaba flotando sobre el agua. "Alberto...", ¿cómo habrá llegado a Portorosso? No se dió el tiempo de verlo bien aquel día más allá de su fuerte cuerpo, ¿llevaba alguna maleta encima?, ¿habrá llegado en tren? El día que se marchó entre las aguas del mar no llevaba nada consigo.
Y entonces un destello morado lo hizo regresar en sí. Un morado tan único e inconfundible se acercaba apresurado a la costa y detrás suya una lancha avanzaba con decisión en su dirección.

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Tritone - Alberca/Luberto
Teen Fiction"Me dueles en el fondo de mi corazón, la herida no ha cerrado todavía. No hay forma en que pueda olvidarte yo. Lo siento, te has llevado ya mi vida. Siempre intento olvidarte y te vuelvo a encontrar; siempre, en cada rincón y debajo del mar." ━Eres...