- VIII -

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5 - Aguas

♪¡TU TU TURUTÚ, TU TU TURUTÚ! ¡TU TU TURUTÚ TU TU TÚ! ¡TU TU TURUTÚ, TU TU TURUTÚ! ¡TU TU TURURÚ TU TÚ!

Se escuchó aquella mañana el usual cántico tarareo marcial de su hermana. Como era de costumbre, había despertado a los presentes en la casa. Podría decirse que ésa era la única cosa hasta ahora que no había extrañado en dos años; recién habían pasado unos pocos días desde su regreso al pueblo y ya empezaba a sentir dolores de cabeza al despertar asustado debido al despertador andante con el que vivía.

Una vez logró asentar su mente en su lugar, hizo su cama y buscó algo de ropa larga en su maleta. Según lo que habían acordado los Marcovaldo la noche del lunes —a petición de Alberto— él ayudaría en el negocio familiar todo el tiempo que estuviera en Portorosso; y justo ese día era su turno de ir a pescar. “¿Por qué me sigo ofreciendo a eso? ¿Es que acaso no aprendo?” se recriminaba a sí mismo al recordar las veces que por no hacer uso de la fuerza necesaria había caído al agua, convirtiéndose. Al principio sólo eran algunas salpicaduras que debía ocultar de Massimo y de Giulia, no eran la gran cosa. Posteriormente, después de que ambos lo descubrieron en su casa por un accidente, fue cuando empezó a tropezarse con mayor frecuencia hasta dar completamente con el mar; todos tenían que esconderlo de los demás botes mientras recuperaba su piel.

—Alberto —lo llamó Massimo con un tono de preocupación en su voz al ver a su hijo vestido en pantalón y manga larga; nada práctico para la pesca. Este último apenas había tocado su desayuno—… ¿Estás seguro de querer hacer esto? Puedes ayudar mucho estando aquí en el local. No es necesario que vayas.

—En realidad… No quiero ir. Hace años que no saco una red del agua. En realidad nunca fui muy bueno con eso, ahí está la vez que quemé tu lancha por accidente, jajaja —rió con nostalgia —. ¿Qué sucede si me caigo otra vez y alguien me ve? Ya no soy tan chico como antes, no me podré esconder tan fácilmente.

—Pues justamente porque ya no eres tan chico que antes —dijo Giulia interrumpiendo la conversación. Había tomado el tenedor de Alberto y robado un poco del huevo en su plato. Continuó hablando, ahora con la boca llena—... es que ya no te tropezarás como cuando eras chico. Además —tragó, y con una sonrisa burlona alzó el brazo izquierdo de su hermano palpando su bicep—… con estos brazos dudo mucho que no puedas cargar una simple red con pescado. Apuesto que incluso podrías robar suspiros y miradas si no usaras esas horriiibles, deprimeeentes y sofocaaantes mangas.

—¿Y yo para qué quiero robar suspiros y miradas, Giulia?

—No lo sé~ Alessandra me dijo que Luca todavía va a veces al muelle antes de ir a trabajar.

—No lo molestes, Giulietta. Pero tiene razón. Non preoccuparti, Alberto. Iré contigo si quieres, como antes.

—¡No! —Alegó velozmente con nerviosismo la chica pelirroja— ¡Yo quiero ir con él, papà! Ya sabes… para recuperar el tiempo perdido con mi hermano adorado.

—Pues ya está, entonces. Giulietta te ayudará.

Con eso, el hombre de pocas palabras se despidió de los jóvenes en la cocina con un gesto con la cabeza. Alberto veía extrañado y con sospecha a la chica de cabello rebelde. Ella por su parte le ordenó terminar su desayuno alegando que sí no comía no tendría fuerzas y así sí caería al agua.

Salieron de la casa con cubetas y redes en mano, todo listo para la gran pesquisa. Massimo y Giulia admitían que desde la partida de Alberto, su venta había disminuido considerablemente pues quien sabía bien dónde encontrar una buena cantidad de peces era precisamente él.
   El de ojo verde veía con emoción el mar frente a él. Desde aquella noche que decidió a buscar a su padre, el señor Enzo, en los pueblos pesqueros, no había vuelto a poner un sólo pie en él. Claro que solía bañarse en los hoteles que se quedaba, pero nunca se compararía con la sensación del agua salada entre sus escamas. Nada nunca se compararía con la belleza de los arrecifes y los grandes bancos de peces cirujanos que tanto lo gustaba perseguir cuando era un niño.

Tritone - Alberca/LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora