III. ¿Dónde está Philip?

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Aquel día, confuso y con dos cajas apiladas entre mis manos, me encontraba junto al joven herrero, quién después de un grato saludo me indicó que Philip no se encontraba ese día.

Le entregué el presente destinado a él, invitándolo a abrirlo en mi presencia, cosa que aceptó casi enseguida. Sus ojos se abrieron con sorpresa, admirando el abrigo que había en su interior.

—Discúlpeme, pero yo no puedo aceptar esto. –afirmó.

—Me ofendería que no lo hiciera, ya que demoré demasiado en elegir algo lindo para usted y su esposa. –expliqué.

—Oh bueno, no quisiera ofenderlo, así que muchas gracias, joven Damien.

—No es nada, ¿En qué momento podría encontrar a Philip?

Aquel hombre, rascó su mejilla, pensativo. Demoró unos segundos en soltar un pesado suspiro, alzando los hombros.

—Me temo que no puedo darle una respuesta. Se lo han llevado a trabajar, Angeline dijo que ya era momento de que aportara algo a la casa. –explicó—. No sé cuánto tiempo estará afuera. Sé que debe volver a casa, pero desconozco cuando.

—...¿Y no hay alguna dirección donde pueda encontrarlo?

—Mi mujer Angelina, debe tenerla, pero en este momento fue a por más despensa. Lamento no serle de ayuda, joven Damien, pero no me dieron información; sabían que ya habría ido por el pequeño de ser así. Creo que se ha dado cuenta que somos muy unidos, es un chiquillo muy especial para mí.

—Lo he notado. –le dediqué una sonrisa—. Por favor, en cuánto regrese, hágamelo saber.

—Cuente con ello.

—Gracias, me tengo que retirar. –le hice entrega del segundo presente—. Por favor, concédale esto a su esposa de mi parte.

—No será problema.

Sin más que responderle, me despedí, caminando de regreso a mi preciada "clase".

La semana siguiente…me temo que tuve la misma suerte. Philip no aparecía por ningún lado y Joe seguía sin saber nada, al menos, hasta 5 días después, donde me notificó que el joven al que insistía tanto en encontrar, se encontraba en la vivienda de su tío Pumblechook y que volvería dentro de poco.

Tal noticia me hizo por fin estar más tranquilo y aquel día, después de casi dos semanas de no encontrarme con el joven Pirrup, terminaba de arreglarme para emprender mi camino a su hogar, sin embargo, la extraña presencia de mi padre en mi habitación, me hizo volverme a verlo.

Confundido era poco para como me encontraba en ese momento y fue peor cuando no habló. En ese instante, aclaré mi garganta.

—Padre, ¿Se te ofrece algo?

—¿Por qué te estás arreglando?

—Tengo mis clases, ¿Lo olvidaste? –alcé una ceja, esperando su respuesta.

—Veo que la servidumbre no te dio aviso que se habían cancelado por hoy. –se apoyó en el umbral de la puerta—. Gregory está abajo. –rodé los ojos—. Y pronto llegará una jovencita, Estella.

—Ya la conozco. –afirmé—. No entiendo porque cancelaste mis clases sin consultarme. –murmuré, un tanto molesto.

—No te estoy preguntando tu punto de vista. –hice una mueca—. Necesito que bajes. AHORA. –ordenó, saliendo por fin de mi habitación.

Quería dar la rabieta de mi vida, gritarle que se fuera al demonio, pero, decidí calmarme. Últimamente el ver a Philip era lo único bueno que tenían mis días, pero tras su reciente partida, no me quedaba de otra más que seguir recurriendo a su hermana y su esposo, esperando el día en el que el rubio volviera a cruzar la puerta.

Ansiaba verlo entrar tan asustado por demorar en llegar, justo como la primera vez en la que visité su hogar.

Sin embargo, tenía que bajar y me dispuse a ello, mientras repasaba en mi cabeza diversos temas de conversación para pasar el rato con el mayor de los Yardale.

Una vez me vi en el estudio con él, tomé asiento frente suyo.

—Creo que mi visita te tomó por sorpresa. –me sonrió.

Negué, divertido.

—¿Tanto se me nota? –lo miré, tomando una taza de café que había estado haciendo compañía al rubio—. No me avisaron, pero sabes que siempre eres bienvenido.

—Me alegro. –afirmó—. Estella no demora en llegar. –miró alrededor, inclinándose hacia mí. Lo imité—. ¿Crees que falte mucho para nuestra boda? –susurró.

—...¿Por qué estás susurrando? –cuestioné riendo—. Todos lo saben.

—¿No sonaré muy desesperado?, Quiero decir… –se enderezó—. Tú deberías ser el que esté ansioso por contraer matrimonio conmigo.

Una risa un tanto nerviosa se escapó entre mis labios.

—La sola idea de casarme contigo, me alegra demasiado. –dije, antes de dar el primer sorbo a mi café.

Nunca me había alegrado nuestro compromiso.

Gregory soltó una pequeña risita, sin embargo, ambos nos volvimos cuando la puerta se abrió, dejando ver a aquella rubia.

—Lamento la demora. –se disculpó, abriendo su abrigo—. Mi madre contrató a un chiquillo tan inútil, que le es difícil seguir la más mínima orden. –afirmó, sentándose al lado mío.

—Deberías azotarlo. –mencionó Gregory, haciéndole entrega de su taza.

—¡Casi lo hago!, Es un llorón. –confesó—. Se atrevió a decirme que era una jovencita muy déspota, ¿Pueden creerlo?, Creo que está enamorado de mí, pero…jamás me fijaría en un pobre idiota de clase baja.

—Al menos tiene razón al decir que eres déspota. –murmuró el rubio, provocando que ambos riéramos por lo bajo.

—¡Oye!, ¿De qué lado se supone que estás? Tal vez dar muchos paseos con tu familia te pegó lo corriente.

—¿Seré tan corriente como para enamorarme de ti, Estella?

—Me tendrían que declarar loca primero antes de sentir algo por ti.

Volvimos a reír, antes de que la puerta se abriera nuevamente. Mi vista se mantuvo en mi taza, cuando volví a servirme aquella bebida.

—Oh, aquí está. –dijo—. El maldito inútil del que les hablé.

—Señorita Havisham, ¿Dónde quiere que espere mientras usted finaliza su reunión? –me sobresalté al escuchar aquella voz.

—En donde gustes, siempre y cuando Damien esté de acuerdo, ¿Qué dices?

Levanté mi mirada, encontrándome con los ojos ajenos. Podría jurar que los míos destellaron igual que los suyos. Sus labios, tímidamente formaron una sonrisa y con disimulo, me saludó.

Oh Philip, nunca había sentido tal felicidad como la que tuve con tan solo verte.

𝐂𝐀𝐌𝐄𝐋𝐈𝐀𝐒 ━━ DipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora