𝐂𝐀𝐌𝐄𝐋𝐈𝐀𝐒 ━━ Dip

XVII. ¿Dónde está Damien?

capítulo narrado desde la perspectiva de pip<3

pequeña aclaración, el hermoso dibujo en la portada, fue hecho por mi talentosa hermanita menor<3

Los meses pasaban. Damien y yo seguíamos teniendo contacto. Gregory lo visitaba para comer y algunas veces, venían ambos a cenar conmigo y Pocket, pasando la noche con nosotros. Me alegraba demasiado ver a mi querido Damien tan cambiado, con una felicidad que nunca antes había notado.

Ahora sabía que adoraba los juegos de cartas, que amaba la jardinería y aunque no supiera bailar, lo intentaba para disfrutar el momento. Odiaba la crema de brócoli, y podía pasar horas leyendo libro tras libro.

Era común que en cada desayuno, mi puerta fuese tocada para que un bello ramo de Camelias se me entregara; Sin embargo, aquel día, terminé mi desayuno y no tocaron mi puerta.

Me maldije mentalmente al pensar que había sido demasiado rudo con él. No iba a mentir, amaba a Damien, estaba dispuesto a todo por él, pero sus acciones me lastimaron y aún si actuaba distante con él, siguió a mi lado, buscando una disculpa que obtuvo desde que lo volví a ver.

Así, me pasé horas esperándolo, haciendo un sinfín de labores domésticas, hasta que terminé hartandome; tomé mi abrigo y salí para dirigirme a la casa de Damien.

—Tal vez despertó enfermo. –me dije a mi mismo—. Siendo así podría hacerle una deliciosa comida.

Sin embargo, al llegar, nadie abrió en los 20 minutos que estuve tocando la puerta. Al estar apunto de retirarme, noté como una señora de avanzada edad, salía de la casa vecina.

—¡Buenas tardes! –saludé con amabilidad, acercándome—. Estoy buscando al chico que vive en esta casa, responde al nombre de Damien.

—¡Oh sí, el joven Damien! –asentí—. Salió hace algunos días, no ha vuelto.

Fruncí el ceño con suavidad, ¿Dónde estás Damien?

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El rubio se giró a verme cuando la puerta se abrió.

—¡Philip, bienvenido! –dijo Gregory con emoción—. Nunca habías venido a visitarme.

Le dediqué una sonrisa, mirando alrededor. Todo en aquel sitio era tan lindo, y sabía que aquello se debía a los gustos tan refinados que Gregory portaba.

—Lamento interrumpirte en tu trabajo.

Él hizo un gesto, restándole importancia, dejando un pequeño ramo de rosas en un florero.

—Puedes venir cuando gustes, ¡Chris acaba de irse!, me trajo unas donas deliciosas, ¡Ven! Come una conmigo.

Gregory no era ni la sombra de lo que alguna vez fue. Seguía siendo demasiado atractivo, pero su actitud era por mucho diferente.