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posterior de la casa, los dos estaban abiertos hasta la mitad; es


decir, formaban con la pared un ángulo recto. Es probable que


la Policía haya examinado, como yo, la parte posterior del


edificio; pero al mirar las ferrades en el sentido de su anchura


(como deben de haberlo hecho), no se han dado cuenta de la


dimensión en este sentido, o cuando menos no le han dado la


necesaria importancia. En realidad, una vez se convencieron


de que no podía efectuarse la huida por aquel lado, no lo


examinaron sino superficialmente. Sin embargo, para mí era


claro que el postigo que pertenecía a la ventana situada a la


cabecera de la cama, si se abría totalmente, hasta que tocara la


pared, llegaría hasta unos dos pies de la cadena del


pararrayos. También estaba claro que con el esfuerzo de 3 3,5


pies = 1 metro aprox. 4 2 pies = 60 cm. (aprox.) una energía y


un valor insólitos podía muy bien haberse entrado por aquella


ventana con ayuda de la cadena. Llegado a aquella distancia


de dos pies y medio (supongamos ahora abierto el postigo), un


ladrón hubiese podido encontrar en el enrejada un sólido


asidero, para que luego, desde él, soltando la cadena y


apoyando bien los pies contra la pared, pudiera lanzarse


rápidamente, caer en la habitación y atraer hacia sí


violentamente el postigo, de modo que se cerrase, y


suponiendo, desde luego, que se hallara siempre la ventana


abierta.


»Tenga usted en cuenta que me he referido a una energía


insólita, necesaria para llevar a cabo con éxito una empresa tan


arriesgada y difícil. Mi propósito es el de demostrarle, en


primer lugar, que el hecho podía realizarse, y en segundo, y


muy principalmente, llamar su atención sobre el carácter


extraordinario, casi sobrenatural, de la agilidad necesaria para


su ejecución.

Los Crímenes de la calle morgue (COMPLETA)- Edgar Allan PoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora