T I E M P O

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La expresión severa que Matthew Murdock le dirigía lo puso nervioso. Solo con sus facciones ya lograba que las personas temblarán a su alrededor. Una mirada bastaba para saber que era un hombre temible y peligroso cuando estaba enojado o irritado.

No importaba si lo tratabas como civil o como vigilante, sus dos versiones eran igual de intimidantes.

Pidió misericordia por todos los seres que habían enfrentado al abogado.

—Está poniendo en riesgo mi trabajo y mi reputación, Capitán Rogers —su voz es calmada contradiciendo los nudillos blancos que sostienen el bastón con firmeza en sus manos. Era obvio que se estaba conteniendo para no agredir verbal o físicamente a su persona.

—Lo sé y agradezco su ayuda en esto —se apresura a decir el líder de los vengadores en un intento por apaciguar la irritación que estaba empezando a mostrar el agente —Puede pedirme lo que sea, no me negaré a su pedido, es lo menos que puedo hacer después de toda la ayuda que me ha brindado en todo este tiempo.

—Tienen 10 minutos —Indica Matt con dureza y sin esperar respuesta, pone su bastón enfrente y empieza a caminar por el largo pasillo hasta desaparecer de su campo de visión.

—Ese hombre da miedo —Steve baja su vista para ver a Peter que ahora estaba abrazando su pierna con fuerza.

—No dejes que te intimide —articula el soldado con voz suave y abraza al niño —Es una buena persona.

—Tus amigos son raros, me dan miedo —admite el infante con voz chillona.

—Erick no te da miedo —señala el rubio.

—Me da miedo cuando se enoja —responde con honestidad el pequeño Parker —Se convierte en un monstruo cuando se enoja como el hombre que acaba de salir, ¿Todos tus amigos se convierten en monstruos cuando se enojan?

El líder de los vengadores ríe abiertamente ante sus palabras.

—Si eso piensas de Matthew y Erick no quiero ni imaginar como te pondrás cuando conozcas a Bruce —comenta aún con una sonrisa en su rostro mientras giraba la manija de la puerta.

Empujó la puerta suavemente hasta que se quedó al otro extremo dejando ver aquella habitación que tanto frecuentaba. Antes de dar el primer paso pudo sentir como una fuerza ajena lo empujaba levemente para después ver como una cabellera castaña corría al interior del cuarto.

—¡Peggy! —gritó eufórico el niño.

—Mi amor —saluda la mujer con la ternura reflejada en sus ojos oscuros. El pequeño Peter con esfuerzo e insistencia se subió a la cama donde estaba acostada la mujer y se echó encima de su cuerpo para envolverlo entre sus pequeños brazos.

—Peter, ten más cuidado, la puedes lastimar —reprende el rubio con voz serena pero firme. El niño de inmediato se alejó de Peggy con una expresión asustada y preocupada.

—¿Te lastimé? —pregunta apenado hacia la castaña —No quería lastimarte

La mujer negó con la cabeza sin perder la sonrisa amable, estaba enternecida por la actitud sincera que mostraba el menor de los Parker.

—No, mi vida. Nada de lo que hagas podría lastimarme o herirme—expresa acariciando la mejilla del pequeño castaño que la miraba con ojos brillantes —¿Cómo has estado? ¿Te han tratado bien? quiero saber todo.

Peter con fervor le contó todas y cada una de sus vivencias por las que había pasado en las últimas semanas. Margaret no le despegaba los ojos de su persona, estaba atenta a cada hecho, incluso soltaba comentarios y preguntas que Paker acepta y respondía con exaltación. Rogers los miraba en silencio con una enorme sonrisa, solo intervenía en la conversación cuando el niño le pedía que contara su versión o lo apoyara a explicar un punto.

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