E P Í L O G O 1/2

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A M O R   D E   P A D R E

Observa a su alrededor con curiosidad. Sus ojos castaños analizan y contemplan cada edificio en un intento por memorizar y grabar en su mente aquel camino que recorrió alguna vez en su niñez. El único sonido que perciben con claridad sus oídos es el de sus zapatos pisando el pavimento ignorando por completo las voces de los extraños y los ruidos de los autos que recorren las calles de la ciudad.

Cuando está frente de la reja metálica suelta un suspiro. Aprieta el ramo de lirios blancos que sostiene en su mano. Una sensación extraña invadió su ser como si un gran agujero perforará su estómago, ignora ese sentimiento que ahora solo puede asociarlo con inseguridad y sigue su camino hasta llegar a su destino.

La atmósfera del lugar lo aturde, percibe energías extrañas, por más que se considere una persona de ciencia debe de admitir que este tipo de lugares siempre le transmiten sensaciones extrañas que no podría explicar con hechos científicos. Aquella sensación que alguien lo observa no desaparece y lo acompaña hasta su destino. Cuando llega esa inquietud pasa a segundo plano porque ahora toda su atención está puesta en la lápida que tiene enfrente.

—Hola —saluda intentando esbozar una sonrisa, no lo logra, porque rápidamente se transforma en una mueca —Sé que ha pasado un tiempo desde la última vez que viene, años de hecho, pero no es porque no quisiera visitarte o ya no me importara, mucho menos porque me olvide de ti, porque no es así, siempre has estado aquí —señala su pecho —y aquí —señala con uno de sus dedos la parte superior de su cabeza —nunca te olvidaría, aunque me esforzará, Peggy.

Cierra los ojos con fuerza al sentir como su corazón resiente el dolor que le produjo pronunciar aquel nombre, respira hondo y se tomó su tiempo para recuperarse de aquella caída momentánea que acaba de pasar para volver a hablar:

—Me privaron de ir a tu entierro. Papá creía que no era un lugar donde un niño debería estar, que iba a ser una experiencia traumática para mí. —aprieta sus labios —creía que era lo mejor para mí, no fue así, lo único que provocó fue que naciera un sentimiento de impotencia en mi interior porque no pude despedirme de ti como se debía —parpadea varias veces para alejar las lágrimas que se empezaban acumular en sus ojos —me quitaron la oportunidad de verte por última vez —su voz se quiebra pero ya no le importa, lo único que quería en ese momento era sacar toda la bola de emociones que llevaba dentro.

Inhala y exhala una vez más, se le dificulta respirar, el ardor en sus ojos llega con más fuerza, sus lágrimas abandonan sus ojos para recorrer sus mejillas enrojecidas. Se sentía estúpido al mostrase débil e indefenso frente a una lápida blanquecida.

—Estoy aquí para contarte lo que ha pasado conmigo, todo lo que he vivido en estos años —dice mientras se agacha para acomodar las flores encima de la estructura de mármol —y también porque quiero desahogarme con alguien y quien mejor que tú que fuiste la primera en apoyarme —sonríe de lado —aún recuerdo cuando me dejabas entrar a tu departamento sin que papá se enterara, lo dispuesta que estabas a enfrentarte a mis tíos, los cuidados que me diste, no lo he olvidado y nunca lo voy a olvidar.

El chico ya no se para, se queda ahí de rodillas contemplando las letras talladas en lápida que formaban el nombre de una de las mujeres más importantes de su vida.

—Siempre estuviste ahí al igual que Steve...—suelta una pequeña risa —es raro llamarlo por su nombre ahora, no tarde mucho en llamarlo papá, porque desde el principio lo consideré como uno...

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