CAPÍTULO 16.

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Narra Eva.

Han pasado ya unas semanas desde el accidente de Hugo y aún no he presenciado ni un gesto, ni un movimiento, ni siquiera sé si en algún momento ha escuchado mi voz desesperada pidiendo que despierte.

La madre de Hugo tuvo que hacer un viaje de última hora a su ciudad natal, Córdoba, de donde eran los 3.

Con mucho dolor de su corazón tuvo que hacerlo, creo que se atrevió un poco al saber que yo iba a estar dispuesta a permanecer al lado de su hijo Hugo en las próximas horas en la que ella no se encontraba.

Sam como bien dije, se pasaba todos los días a hacer una visita a su hermano mientras juntaba sus dedos rezando que despertase de una vez, pero nunca llegaba ese momento.

Era una chica incapaz de quedarse una noche entera en la habitación del hospital cogiéndole la mano a su hermano y, creedme lo podía entender.

Yo tampoco era capaz de quedarme en el hospital y cogerle la mano a Hugo.

Pero cada vez que me alejaba de él sentía que me faltaba el aire.

 Y quizás simplemente por eso, por no poder vivir lejos de él sabiendo todo lo que pasaba me arme de valor y cogí todas las fuerzas suficientes para pasar la mayor parte del tiempo en el hospital.

Aún odiándolo a él y al puñetero lugar donde tenían postrado a Hugo en una cama dándole los cuidados que necesitaba.

Tantas eran las fuerzas que tuve que llegar a un consenso con su madre para no faltar más a clases.

"¿Por qué tuviste que hacerme esto Hugo? ¡Sabes perfectamente que odio los hospitales! ¡Sabes perfectamente todo el dolor que he pasado!"

Le reprochaba cada noche cuando nos quedábamos solos en su habitación esperando a que me diese una respuesta, esperando sentir como apretaba mi mano o como su mirada de ojos verdes conectaba con la mía.

Mis ojos ya no brillaban y estoy segura que él me lo diría si ahora estuviese despierto. 

Sólo escondían una mirada triste y esperanzadora además de estar parte del día cristalina.

Las pocas veces que miraba mi aspecto en el espejo veía una bolsa de color oscuro debajo de mis ojos, las ojeras eran notables de todas las noches sin descansar. 

Mi mirada perdida pidiendo auxilio a la persona que siempre le pedía y esta vez no me escuchaba. Apenas me molestaba en peinar mis cabellos o en vestirme con algo decente, ya no importaba.

Sólo me importaba que él despertase.

Estaba como cada noche situada en el sillón que había justo al lado de su cama, lo suficientemente cerca para entrelazar mi mano con la suya y masajear sus nudillos mientras en mis piernas reposaba los apuntes del próximo examen.

Aún no era consciente como sacaba fuerzas para seguir con mis estudios y no suspender.

Alejarme cada mañana de él para asistir a las clases era lo que más me dolía y lo que más me costaba hacer.

En un suspiro cerré la carpeta de mis apuntes y la sitúe en la mesilla para centrarme en él, en su rostro pálido y relajado, en sus ojos cerrados que escondían la mirada más preciosa que existía en este mundo, al menos para mi, en todo su cuerpo relajado y en su cabello despeinado y rubio.

Podía pasarme horas y horas hipnotizada por Hugo y es que él era la puta droga de la que dependía. El idiota que consiguió romperme el corazón aún teniéndolo roto desde hace tiempo había conseguido que fuese adicta a él.

"Enamorada de un fuckboy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora