❝ O 1 3 ❞

2.3K 196 7
                                    

──── ◉ ────

❝ Orgulloso ❞

──── ◉ ────

De cuando Jack quiere mimos pero es demasiado orgulloso para admitirlo

──── ◉ ────

La cuestión era simple: habían discutido. Era una elevada hora de la madrugada y ambos recién salían de comisaría, concretamente de un día de mierda completamente agotador. Y cuando alguien está de mal humor y con poca paciencia, solo pueden pasar dos cosas: respirar profundamente y tratar de calmarse o desquitar todo con el primero que se cruce por delante. Y ellos dos se cruzaron por delante.

Ni siquiera de acordaba de por qué habían empezado a pelear, pero todo había terminado con Gustabo lléndose del departamento solo con sus llaves y Jack en el balcón, bebiendo un whisky y fumando un cigarro.

Una sensación de depresión y soledad lo invadió y sobrepasó la furia que aún tenía por la reciente discusión. No se había dado cuenta de que era algo que no lo invadía desde hacía más de una década, cuando su mujer aún vivía.

Quería un abrazo. Uno de Gustabo. Quería que acaricie su cabello, que le dejara suaves besos por las mejillas, que le de caricias hasta quedarse dormido y decirse gilipolleces sin sentido mientras miraban una película.

Habían pasado años desde la última vez que quiso mimos de alguien.

Sintió su móvil vibrar y sin mirar atendió la llamada.

—¿Sí?

—¿Papá? —la voz de Horacio mezclada con ese apodo que decía odiar le sacó una pequeña sonrisa— ¿Que ha pasado? Gustabo a venido a casa y me ha dicho que habéis discutido.

Le dio un trago al whisky y suspiró.

—Sí... No te preocupes, capullo, no fue nada.

—No parecía que fuera nada.

—Es que no lo fue, discutimos por una gilipollez que ya mi me acuerdo. Hoy fue un día de mierda y nos desquitamos con el otro.

Oyó al heterocromático suspirar de fondo, casi podía verlo apretar el puente de su nariz.

—¿Y por eso se te oye así de triste?

—¿Qué coño estás diciendo, anormal? Yo no estoy triste. —frunció el ceño, ¿cómo podía ese rubito afectarlo tanto?

—Ya, claro. Estás en modo "El mar es infinito", "La vida es una mierda", y todo eso de viejo sufrido. —Horacio rió un poco y logro sacarle una risita pequeña al americano.

—Callate, capullo —suspiró, expulsando el humo de su boca y pensado seriamente en lo que estaba por decir—. Horacio.

—Dígame, súpervergardiente.

—¿Qué haces cuando quieres pedirle algo a una persona pero por orgullo no lo haces?

Solo pudo oír el sonido de la ciudad debajo de él por unos segundos y pensó que la había cagado monumentalmente.

—Solo no pienses en lo que pueda pasar y dile lo que le tengas que decir —por la seriedad de su voz, se notaba que hablaba en serio—. Gustabo se fue hace un rato, supongo que está yendo para allá. Y supongo que esto que me preguntas es por él.

—Sí, crestitas, es algo así. —volvió a suspirar con una sonrisa, la duda seguía carcomiendolo, pero lo aliviaba saber que Gustabo iba a volver y no iba a dormir debajo de un puente (era capaz).

Se despidió de Horacio y cuando cortó la llamada miró al cielo, fijándose en las estrellas me brillantes con una mirada triste, nostálgica y melancólica.

—Tú tenías estás cosas mucho más claras que yo, July. No tengo ni idea de como coño pedírselo.

—¿Pedir el qué? —se sobresaltó y se giró con rapidez, viendo a Gustabo mirarlo de forma reacia pero curiosa.

—Nada, déjalo —contestó cortante para volver a espectar la ciudad, pero seguros después giro la cabeza para verlo otra vez— ¿Estás bien? Han pasado ya tres horas.

—Todo bien —respondió igual de seco, colocándose a su lado—. He ido con Horacio, me he quedado ahí un rato.

—Lo sé, ha llamado para avisarme.

El rubio soltó una risa sarcástica.

—Joder, vaya chivato —le quitó el cigarro de las manos y le dio una calada—. Perdona por irme así.

—Da igual, Gustabo. —Jack le quitó importancia mientras se terminaba el whisky de un trago.

Gustabo se acercó más a él y rozó sus brazos. Eso ya había despertado más de esa sanación en Jack, ¿por qué era tan difícil pedirle un simple abrazo a su novio?

—¿Tú estás bien? No te noto bien.

Cierto, no podía ocultarle nada porque al parecer los años de convivencia habían hecho que Gustabo supiera reconocer sus gestos.

Lo miró, y por un segundo quizo abalanzarse sobre él y abrazarlo como un peluche.

—Nada, capullo, no es nada. —volvió a observar la ciudad debajo suyo con incertidumbre, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer.

Sus brazos se tocaron y Jack no pudo evitar mirar sus brazos unidos con algo de anhelo y, a pesar de que Jack no era fácil de leer, Gustabo pudo darse una idea de lo que quería, por lo que entrelazó sus dedos y sintió a Jack apretarlo con fuerza.

—¿Qué te pasa? —susurró de forma amigable, pegándose más a él, viendo como disfrutaba el contacto.

—No lo sé.

—¿El súper quiere mimitos? —preguntó divertido, subiendo una mano por su brazo, haciendo caricias y riendo al notarlo estremecerse.

—No, cállate. —contestó cortante, pero acercándose a la mano de Gustabo cuando tocó su cabello, sacándole varias risas.

—Pero si eres un gatito mimoso adorable, papu. —rió completamente enternecido, aumentando las caricias y dejando un suave beso en su mejilla.

Jack giró su cabeza y comenzó a dejar varios besitos en sus labios y mejillas, bajando por su cuello y quedándose ahí, suspirando al sentir los brazos de Gustabo envolverlo, y Jack se aferró a él con fuerza.

—Eres adorable. —susurró mientras entraban al departamento y se senataba en el sofá.

—Mmmmmh —ronroneó con cariño, refregándose contra Gustabo—... Me gusta tu olor.

Gustabo rió otra vez, bastante sorprendido por la actitud de su novio.

—Madre mía. Mi novio es un gatito mimoso.

—Cállate, gilipollas. —insultó con dureza mientras refregaba su cara en el pecho del menor.

Gustabo volvió a reír y dejó un beso en el cabello del mayor.

—Me encanta cuando te pones así.

❝ ɪ ɴ ᴛ ᴇ ɴ ᴀ ʙ ᴏ  ᴡ ʀ ɪ ᴛ ɪ ɴ ɢ s ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora