❝ O 1 O ❞

2.5K 175 7
                                    

──── ◉ ────

❝ Golpes ❞

──── ◉ ────

De cuando Gustabo deja entrever algo sin querer que lo afecta demasiado

──── ◉ ────

Si nadie había llamado a la policía o se había quejado de los gritos que había en el penthouse, era un milagro de los que solo pasan una vez en varias vidas.

Como cada tanto ocurría, el inspector jefe Gustabo García y el superintendente Jack Conway estaban discutiendo.

¿Sobre qué? Trabajo, como siempre. Al parecer ambos habían tenido un muy mal día en comisaría y lo primero que hicieron al llegar a casa fue descargar su ira gritándole al otro. Gustabo había tenido toneladas de papeleo que llenar y multas que atender sintiéndose un completo inútil mientras que Jack asistía a varios Códigos 3 bastante estresantes y hacía durante el resto del día papeleo del CNP y del CNI y atendía algunas llamadas y denuncias, completamente exhausto y de mala hostia.

Pero esa discusión de pareja era diferente, había un instinto extraño activado en Jack Conway, algo que hacía que se fijase mucho más en detalles de los que nunca se había percatado. ¿La razón? Una mujer se apareció con un ojo negro a denunciar a su marido golpeador, el hombre se había aparecido en comisaría y Jack se había dado cuenta del lenguaje corporal que expresaba la mujer cuando estaba cerca de él, y la manera en la que Gustabo miraba a la tóxica pareja.

Su subconsciente estaba tratando de avisarle algo que no podía ver, solo podía intuir de alguna forma que se trataba de Gustabo.

En un momento de la discusión, Gustabo, que estaba contra la pared, fue acorralado por Conway que, mientras escupía insultos con voz fría, tajante y filosa como una navaja, hizo un movimiento rápido para quitarse las gafas.

Quizá fue la rapidez con la que hizo ese movimiento lo que lo asustó, o quizá la mujer le había plantado duda y paranoia a su mente, pero su cabeza se quedó en blanco al ver a Gustabo mirar su mano con terror y tapar su cara con sus brazos en menos de un segundo.

Respiró profundamente y decidió calmarse tragándose toda su ira: lo último que quería era que Gustabo le tuviera miedo.

Se alejó un par de metros del rubio y dejó que se calme; pensó que, si Gustabo le temía, sería mejor darle a entender que si él no lo quería cerca, no lo estaría ni invadiría su espacio personal.

Pocos segundos pasaron hasta que Gustabo abrío los ojos, encontrando a un Jack Conway apoyado en la encimera de la cocina, a dos metros y medio de él, mirándolo espectante, lleno de preguntas.

Había pasado alguna situación remotamente parecida, pero solo era en la comisaría, cuando estaba con Horacio y Conway y su mente se confundía pensando que les iba a dar de porrazos a él y a su hermano. La diferencia era que ambos lo habían hablado varias veces y sabían que eso era parte de un juego, una especie de "tradición" que tenían los tres. No era real y ambos lo sabían.

Pero esto era distinto.

Conway volvió su memoria unos minutos atrás y recordó detalles: Gustabo parecía todo el tiempo en guardia, como un gatito muerto de miedo que trataba de convencerse a sí mismo de que era un tigre, Conway daba un paso hacia él, Gustabo retrocedía dos, respiración acelerada, palidez, temblor, el aparente esfuerzo que hacía para mantenerle la mirada. Miedo.

—Lo siento. —murmuró el rubio mientras se apoyaba en la pared haciéndose pequeño.

—Ni se te ocurra disculparte porque esto no es tu puta culpa. —Las palabras de Jack salían de su boca con ira contenida, como una hoja de afeitar siendo arrastrada por un piedra.

Gustabo no subió la mirada, no dejó de temblar, sus ojos parecían vacíos y su mirada perdida.

—¿Es por mí? —preguntó Jack.

—No... —sus miradas se encontraron y Gustabo se sentó a su lado en la encimera— Fue mucho antes. Un puto desgraciado de los cojones.

—Me contabas antes y paraba con los porrazos, capullo. —puso suavemente una mano en la espalda del rubio y empezó a acariciarlo, sintiendo el peso de su cabeza posarse en su hombro.

—No creí que fuera importante... Creí haberlo superado.

El superintendente lo rodeó con su brazo con suavidad.

—Nada es más importante que tu salud mental, capullo. Grábate eso.

La risa de Gustabo sonó con eco por el penthouse.

—Habló el sano. —dijo con burla. Pronto de sumaron unas pequeñas risas de Conway.

—Cállate, gilipollas.

Notó que la sonrisa de Gustabo decaía con un suspiro.

—¿Sabes? Él hizo que... —se aclaró la garganta, tratando de que su voz no se rompa—... Él hizo que me odiara y tratara de lastimarme a mí mismo, las pesadillas con él... A veces son peores que las de Pogo... Que te hagan... ya sabes, eso, a la fuerza es...

La voz del rubio se rompía, su respiración se aceleraba y el temblor aumentaba. Conway lo abrazó. 

—Lo sé... Creeme que lo sé —pequeños flashes de Vietnam llegaron a su mente pero trató de bloquearlos. Su prioridad era Gustabo— Eres muy fuerte, Gustabín. Siempre lo logras contra todo.

El ojiazul soltó un suspiro, se separó y le dio un beso.

—Sé que nunca me harías daño —dijo sonriendo suavemente—. A veces por las pesadillas la realidad se distorisiona. Lo sien...

—No te disculpes —lo cortó—. Sé lo que se siente. Las cosas se ponen algo borrosas a veces.

—Oye, que yo al menos no me creo que estoy en medio del campo de batalla.

—Cálla esa puta boca, muñeca.

Gustabo se acercó a sus labios de forma traviesa.

—¿O sino qué?

Conway besó esos labios con suavidad, tratando de grabarselos en su memoria.

—Quiero intentar otra vez. —admitió, llevaba dándole vueltas durante días y por fin lo había soltado aprovechando que Gustabo también se había sincerado con él.

—¿Él qué?

Jack juntó sus frentes y suspiró temerosamente.

—Lo de la otra vez... Lo de hacerlo al revés.  Quiero que intentemos de nuevo.

—¿Crees que te sientes preparado?

—Creo que sí... —Gustabo soltó una pequeña risa y volvió a besarlo, Jack era realmente tierno sin darse cuenta, pocas veces había escuchado este tono de niño triste.

—Está bien... Mañana lo hacemos, si te parece bien, guapo.

❝ ɪ ɴ ᴛ ᴇ ɴ ᴀ ʙ ᴏ  ᴡ ʀ ɪ ᴛ ɪ ɴ ɢ s ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora