capitulo 2

318 39 2
                                    

Le costó tres meses poner la consulta y el laboratorio en marcha, hasta había comenzado a escribir su próximo libro, pero aún no había tenido la oportunidad de acercarse a sus hijos. Ni siquiera los había visto.
El padre Belisario le había dicho que las cosas no marchaban como debieran con ellos. Pero no pudo sacarle prenda de nada más. Cuando le preguntaba demasiado a fondo por la vida de cada uno de ellos, el sacerdote le contestaba que Dios dispondría el momento oportuno para que ella conociera la verdad, y lo único que sabía hacer era decirle que se preparara para lo peor. Eso, y lo poco que Luciano había podido averiguar sobre los chicos, la tenían sumamente angustiada.
Pero, como el buen padre se empeñaba en repetir, Dios manda y los mortales nos asombramos.
Una mañana, un chico alto, guapo y atractivo llegó a la consulta, precedido por Vivian.
A María le pareció extraño que Vivian la desobedeciera. Le había pedido que no cogiese ni a un paciente más por que estaba extenuada, pero, como Vivian le explicó en voz baja, no pudo resistirse a meterlo en lista, al verificar cual era su nombre y sus apellidos.
_ Agárrate, María_ Le dijo Vivian al oído. María se percató de que aquel chico no le quitaba a su amiga la vista de encima_. El tío bueno se llama Héctor. Héctor San Román Fernández.
María creyó que se caería al suelo desplomada. Las piernas le fallaban, su cuerpo se estremeció, y la vista se le nubló. Si no llega e tener el sillón de su escritorio tan cerca, habría acabado con sus huesos por el suelo.
_ ¡Señora! ¿Se encuentra bien?
El chico corrió a socorrerla, la tomó de la mano y la miraba preocupado.
_ ¡Oh, María!_ gritó Vivian asustada_. No debería. Yo no
_ ¡No! No es nada_ dijo, si apartar la mirada de las facciones del que parecía ser el mayor de sus hijos_. Sólo se trata de un poco de trabajo de más. Me siento algo cansada, creo que un café caliente me vendría bien. ¿Serías tan amable de traérmelo, Viv, cariño?
Necesitaba hablar a solas con ese muchacho. Tenía que saber la verdad.
En cuanto se quedaron a solas, le hizo la pregunta.
_ ¿Eres hijo de Esteban San Román?
El chico la miró con recelo.
_ ¿Conoce a mi padre?
_ Sí. Si Esteban San Román es tu padre, lo conozco.
Héctor sonrió. Y esa sonrisa valió para María, más que todas sus joyerías juntas.
_ Sí. Él es mi padre_ le confirmó el muchacho_. Y si lo conoce, mejor. Vengo a hacerle una consulta muy importante para mí.
_ ¿Estás enfermo?_ le preguntó ella con preocupación.
_ Yo no. Estoy más fuerte que un roble. Mi amiga Sandra dice que_ Héctor se paró en seco. ¿Qué narices le iba a importar a esa mujer lo que Sandra pensara o no de su magnífico cuerpo?_. Bien. El caso es que mi hermana Estrella tuvo un accidente de moto hace un par de meses. Carlos, el chico que iba con ella murió en el acto, pero Estrella Bueno. Al principio, los médicos dijeron que sólo tenía heridas leves. Pero cuando se sintió mejor e intentó caminar, sus piernas le fallaron. El tío Rubén le hizo un sinfín de pruebas, y dice, que, no existe ningún impedimento físico para que ella no camine. Él cree que todo es psicológico, pero sus bonitas piernas se niegan a caminar. Mi papá la tiene tomada con ella, porque dice que lo hace solo por llamar la atención. Pero yo sé que algo le ocurre. Que algo no va bien dentro de su loca cabecita y no es depresión. Sinceramente, creo que algo le ocurrió a su cerebro en ese accidente y que tío Rubén no ha sabido dar con ello. Uno de mis amigos me ha hablado de usted. Dice que usted curó la parálisis facial de su madre con una sencilla intervención. Y yo no sería un buen hermano, si no descartara todas las posibilidades antes de hacerme a la idea de que mi hermana no volverá a caminar jamás, ¿no cree?
María había escuchado atónita toda la información que su hijo le estaba ofreciendo.
¡Por el amor del cielo! ¡Su pequeña, su princesa estaba recluida en una silla de ruedas! ¿Qué más desagradables sorpresas le esperarían a partir de ese momento? Por que iba a ir a verla. Por supuesto. Y esa misma tarde si podía ser.
Sacudiendo la cabeza para salir de su ensimismamiento, María cogió al toro por los cuernos y se lanzó.
_ Tengo que verla personalmente.
El chico volvió a sonreír.
_ Sí, claro. Pero ella no ha vuelto a salir de casa desde que entró en ella después de salir del hospital.
_ Pues entonces tendré que ir a verla yo allí_ se aventuro a sugerir María, sintiéndose aliviada al ver que su hijo asentía con la cabeza.
_ Sí_ confirmó él_. Creo que será lo mejor.
_ ¿Esta tarde entonces?_ concertó María, contemplando la mirada de asombro en los ojos de su hijo_. Sobre las siete me vendrá bien.
_ Pero_ comenzó a decir Héctor, aún asombrado_, ¡mi amigo me había dicho que por lo menos hasta dentro de dos meses no tenía ninguna hora libre! ¡Caramba! Su amistad con mi padre debe de haber sido buena para que nos haga un favor tan grande.
No lo sabes bien, hijo. Pensó María para sí misma. No lo sabes bien.

UNA MUJER DE BANDERA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora