capítulo 6

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Finalmente, Gerardo y María habían pasado una noche fantástica, yendo de club en club y sin parar de bailar.
Cuando la acompañó a casa, solo le permitió un beso más. Cuando salieron del último local, donde Gerardo le había presentado a un matrimonio amigos de su hermana y cuñado, con los que congeniaron y se divirtieron, Gerardo le había pedido que su tomaran una última copa en su apartamento, pero ella se negó. Se dijo a sí misma que era por que a la mañana siguiente tenía mucho trabajo y que necesitaba descansar. Pero ahora que se encontraba en su dormitorio, cómodamente tumbada en su cama y calentita bajo las sábanas, tenía la obligación moral de reconocer ante sí misma, que desde que había vuelto a ver a su ex marido, no había podido dejar de comparar al Cariñoso y divertido Gerardo Salgado, Con el sensual y serio Esteban San Román. Y como siempre, ante sus ojos; Esteban seguía siendo el vencedor.
¡Maldita sea! ¿Es que no se iba a librar nunca del recuerdo de la calidez de sus manos, de la dulzura de su boca, de la maravillosa sensación de sentirse entre sus brazos?
No. Nunca lo había logrado. Incluso cuando cría odiarlo, incluso cuando recordaba su abandono y el hecho repugnante de que la había matado para sus hijos y había permitido que la olvidasen.
No había duda. Vivian tenía razón. Debía de ser masoquista o algo parecido. Por que aquella noche. Cuando estuvo bailando entre sus brazos, se sintió en el Paraíso. No. Había sido mucho peor que eso. Se había sentido en casa. Arropada y protegida. Se había sentido por fin de regreso en su hogar.
Por eso, y mientras se duchaba, había tomado una atrevida decisión. Iba a contarle a Gerardo toda la verdad sobre su pasado y a pedirle que la perdonara por dejarle crearse falsas ilusiones y a rogarle que la ayudara a recuperar su vida junto a Esteban y sus hijos, por mucho que le pesara a Vivian, seguramente a Luciano, y por supuesto, también al mismo Gerardo, ella era mujer de un solo hombre, y eso, por muy absurdo que fuese, jamás lo superaría.

Tal y como Vivian había predicho, la reacción entre Estrella y Greco cuando se conocieron durante la mañana, en la consulta de María, fue maravillosa.
El chico se obligó a sí mismo, a superar el tesón y la constancia que Estrella demostraba a la hora de hacer sus ejercicios y lo más importante, era que entre ellos habían comenzado a hablar sobre lo ocurrido en sus respectivos accidentes.
Después de realizadas las pruebas pertinentes, María había concluido que los informes médicos de ambos chicos eran totalmente certeros. Ni Estrella ni Greco tenían motivos físicos reales para permanecer confinados en una silla de ruedas. Por ello, había decidido disminuir las sesiones de fisioterapia y aumentar las visitas al despacho de Vivian. Solo que esta vez, iban a asistir a las sesiones de psicoterapia los dos chicos a la vez. Otra de las geniales ideas de Vivian, al observar, con su peculiar objetividad, la enorme afinidad que se estaba creado entre ellos.
Aprovechando el tiempo que Estrella y Greco tenían que pasar con Vivian, y un hueco de tres horas que le quedaban en blanco en su agenda debido al cambio de estrategia que había realizado en el tratamiento de los dos muchachos, maría decidió ir a ver a Esteban.
Aunque él no la había llamado como le dijo que haría la noche anterior, maría sabía que había ciertos asuntos que no podían quedar en el aire. Entre ellos, la relación que ella iba a intentar mantener con sus tres hijos y algo que, Ángel le había comentado el día anterior sobre su relación con Alba y el insano control que ésta ejercía sobre él.
Además, de que ya iba siendo hora de que la vieja bruja supiese que sus hijos volvían a tener a alguien que los defendiera de su maldad. Su madre. Ella había vuelto, y no volvería a permitir que el pérfido carácter de aquella agria y estricta mujer convirtiera al menor de sus hijos en un calco de la pobre tía Carmela, que, de no haber vivido siempre a la sombra de su hermana, hubiese llegado a ser una persona maravillosa y sin tantas rarezas y obsesiones.
No. Su pequeño no iba a acabar igual. Ella no lo iba a permitir.

Cuando Lupita le anunció a su jefe que la señorita Victoria Fernández había ido a verlo, Éste le pidió encarecidamente que la convenciera para que lo esperara.
Se encontraba en una junta muy importante para la empresa que había durado toda la mañana y que en esos momentos no podía abandonar.
Mientras María se entretenía haciendo tiempo, ojeando unas revistas en el despacho de la joven sobrina de Gerardo, un guapo chico entró a entregarle unos papeles a Lupita y a suministrarle algunas órdenes para la mañana.
_ Por supuesto, señor Leonel_ se apresuró a aceptar la joven secretaria_. No tardaré en buscarle esos informes y llevárselos a su despacho.
¡Leonel! ¿Aquel guapo muchacho era el hijo de Arturo y Patricia?
Ahora comprendía por qué desde que había entrado en aquella oficina no podía dejar de mirarlo a la cara. El chico era clavadito a su padre.
_ ¿Quién es la señora, Lupita?_ preguntó Leonel finalmente, al ver que María lo observaba.
_ Es la doctora Victoria Fernández_ se apresuró a presentarlos la chica_. Está tratando a Estrella y a mi hermano Greco. Señora Victoria Leonel Ibáñez, vicepresidente de las empresas San Román.
María se puso en pié, e inconscientemente, abrazó al muchacho que se quedó sorprendido y con la mano alzada, esperando a ser estrechada.
_ Oh, Leonel_ dijo María con los ojos llenos de lágrimas_: la última vez que te vi eras tan solo un bebé que no cesaba de llorar por el dolor del brote de sus dientes.
Leonel bajó la mano y finalmente decidió responder al abrazo de aquella señora que parecía conocerlo desde pequeño.
_ ¿Usted usted me conoce?
María suspiró melancólica.
_ ¿Qué si te conozco?_ sonrió por fin_. ¡Dios mío, no sé cuantos pañales te habré cambiado! Tú Tú fuiste mi conejillo de indias antes de que tuviera mi primer hijo.
Leonel soltó una carcajada.
_ Gracias por el papel que me toca, señora.
_ Victoria por favor.
No podía decirle que en realidad ella era su madrina, porque seguramente el sabría perfectamente quién era su padrino. Esteban y su esposa fueron los padrinos de su bautizo.
_ ¿Conocía a mi madre entonces?, ¿y por lo visto muy bien?
No iba a mentirle en eso. No era necesario.
_ Patricia y yo éramos intimas amigas. Me sentí muy mal al enterarme de su fallecimiento y poco después del de tu padre, Arturo.
Leonel se la quedó mirando durante unos segundos que a María le parecieron interminables. Después la tomó de las manos y le dijo:
_ Si está esperando a Esteban, ¿podría hacerlo en mi despacho y hablarme sobre mis padres?_ el ofrecimiento impactó a maría, pero, ¿Cómo negarse?_. Aunque Esteban me ha criado como a uno más de sus hijos, nunca ha querido hablarme a fondo de ellos. Alega que el recuerdo le duele demasiado. Yo era aún muy pequeño cuando mis padres desaparecieron, y me encantaría que alguien me pudiese contar su historia. ¿Me haría ese enorme favor, Victoria?
_ Por supuesto que sí_ dijo, María, a pesar de que todos esos recuerdos la iban a destrozar_. Tú dirás a donde vamos.
Leonel la guió hacia un bonito despacho que se encontraba situado justo en frente del que en el pasado era el despacho de Esteban. La invitó a tomar asiento y le preguntó sí le apetecía tomar algo. Tras la negativa de María a su invitación, el chico comenzó a bombardearla a preguntas.
María hizo todo lo posible por despejar cada una de las dudas e interrogantes que Leonel tenía sobre su pasado y sobre la vida de sus padres.
En realidad, el asunto resultó ser mucho más ameno de lo que María sospechaba. El joven sólo quería saber cosas sobre los sentimientos que sus padres albergaban con respecto a él y en ningún momento le hizo preguntas sobre las circunstancias que rodearon la muerte de sus padres.
Finalmente, Leonel concluyó:
_ Y siempre me he sentido un poco solo en la vida, hasta que
María sonrió. Los ojos del muchacho se habían iluminado con un brillo especial que le hizo sospechar que últimamente ya no se sentía tan solitario.
_ ¿Hasta qué?_ indagó María.
Leonel por fin sonrió.
_ Hasta que Lupita llegó a las empresas_ le confesó, a la vez que sus mejillas se tintaban de un color rojo intenso.
Emocionada, María pensó que en el mundo todavía había hombres que se sonrojaban, y que aquel muchacho era excepcional. Para haberse criado sin padres, era un chico maravilloso y sincero, i se entreveía que también era cariñoso y leal. Ojalá alguno de sus hijos hubiese salido como él.
Y aquello era una singularidad, más, sabiendo, que Leonel también había sido criado por Esteban, al igual que sus hijos.
_ ¿Y esa chica sabe ya lo que sientes?
Las mejillas de Leonel se sonrojaron más aún.
_ No Nunca me he atrevido a confiarle mis sentimientos. Le tengo terror al rechazo_ confesó el muchacho, sacudiendo la cabeza resignado_. Lupita es una muchacha tan bonita y encantadora. Podría tener al hombre que quisiera. ¿Cómo puedo pretender que se haya fijado en mí?
María le tomó la mano y se la acarició.
Prueba a contarle lo que sientes por ella le aconsejó María. Aquel muchacho se merecía ser feliz. Si alguien se lo había ganado en la vida, ese era él_. Puedo asegurarte que si las miradas que he podido captar entre ustedes son sinceras, esa muchacha no te va a defraudar Y en caso contrario, no habrías perdido nada, sólo un pedacito de tu orgullo y por lo menos la habrás intentado, ¿no?
_ ¿Está segura?
Totalmente le confirmó María, tratando de transgredirle seguridad_. Si algo me ha enseñado la vida es que quiera que sea lo que desees debes luchar por ello, o puedes llegar a perderlo sin haberlo tenido siquiera.
La determinación brilló en los ojos del chico, y María aventuró que antes de irse esa mañana de las empresas San Román iba a saber si la joven sobrina de Gerardo correspondía a los sentimientos de Leonel o no.
En el pasillo se escuchó un murmullo de voces, que le indicaron a María que la junta de Esteban había terminado. Co un sutil movimiento, se puso en pie y se despidió de Leonel para ir a encontrase con otra de las complicaciones que quebrantaban su paz espiritual desde que regresara a México. Esteban. Su mayor preocupación y miedo en los últimos días.
Esteban lo llamó Leonel_. La doctora Victoria Fernández te ha estado esperando. Para hacerle más amena la espera, he estado charlando con ella en mi despacho. Es una mujer maravillosa, y resulta que conoció a mis padres.
Esteban perdió el color de sus mejillas, y eso que cuando salió de la sala de juntas, maría pensó que algo las había hecho encender de ira.
_ Hazla pasar a mi oficina, por favor, Leonel_ pidió Esteban dirigiéndose al baño de empleados de la empresa_. Enseguida estaré con ella.
Cuando Esteban regresó a su oficina, tenía el pelo de la frente y las sienes mojado, como si se hubiese refrescado la cara. Uno de los rizos rebeldes de su flequillo había caído graciosamente sobre su frente, y María se moría por retirárselo. Tubo que hacer un esfuerzo sobre humano para contenerse.
_ ¿Por qué estás enfadado, Esteban?_ preguntó María haciendo que él se sorprendiera de nuevo.
Como si eso te importara gruñó él. María se tensó.
_ Todo lo que atañe a la felicidad de mis hijos me importa, Esteban_ le aclaró ella en el mismo tono frío que él había usado con ella_. Y tú eres su padre. Si no estás bien ellos lo sentirán.
_ ¿Tú crees?_ la sonrisa insensible y dura que le dedico, dejó helada a María por unos segundos_. Desde que la fantástica doctora Victoria Fernández ha aparecido en sus vidas, mis hijos no me hacen ni caso. Solo saben realzar tus virtudes y loar la forma que tienes de escucharlos y comprenderlos.
_ Son nuestros hijos, Esteban_ lo corrigió María en ese dato tan importante y que él había parecido olvidar_. ¿Quién mejor que su madre para quererlos y entenderlos? Y por qué no. También para guiarlos.
Esteban la miró con dureza.
_ ¿Y dónde estaba su madre cuando más la necesitaban?
María palideció. Ese comentario le había calado bien hondo, haciéndola estremecer de dolor.
Esteban se dio cuenta de que había ido demasiado lejos y trató de disculparse, pero era demasiado tarde, el daño ya estaba hecho.
Disculpa comenzó a decir, pero María negaba con la cabeza_. La junta directiva no ha ido muy bien. Acabamos de enterarnos que una sola persona se ha hecho con todas y cada una de las acciones de la empresa que habíamos puesto en venta. La idea inicial era que se vendieran en paquetes de diez para que nadie que fuese de fuera de las empresas pudiera hacerse con tanto poder dentro de ellas. Pero esa persona ha sido más lista que nosotros y ha hecho las compras a nombre de diferentes personas. Ahora, ese empresario tiene más poder económico que nosotros. Nos hemos quedado tan sólo con un cuarenta por ciento del control de la empresa, sin contar el diez por ciento que te pertenece a ti_ Esteban acabada de recordar ese dato. Repentinamente miró a María con los ojos entrecerrados_. ¿María, estarías dispuesta a?
Unos golpes en la puerta, cortaron la pregunta de Esteban.
Adelante dijo él.
_ Perdone, señor_ dijo Lupita, entregándole un gran sobre a Esteban_, pero me dijo que si llegaba la información que le había pedido al detective García, se la entregara en el momento.
Por supuesto dijo Esteban y en sus labios se dibujó una leve sonrisa.
Mientras Esteban leía el informe que le había pasado Lupita, en aquella oficina ocurrieron dos cosas.
En primer lugar, María se percató de que la sonrisa que apenas se había asomado a los labios de Esteban se borró repentinamente y de un solo plumazo. Y en segundo lugar, Lupita se acercó a ella y apretándole el hombro le susurró:
_ Muchas gracias, doctora Fernández_ dijo, acercándose a su mejilla y dándole un beso cariñoso y agradecido_. Leonel y yo se lo vamos a agradecer toda la vida.
Dicho esto, Lupita salió de la oficina y los dejó nuevamente a solas.
_ ¡Has sido tú!_ gritó Esteban, regresando a su ira inicial_. ¡Tú has comprado todas las acciones de las empresas San Román!
Era evidente que el detective que Esteban había contratado había descubierto lo que ella había querido que se mantuviera en secreto, y como sus motivos eran sencillos y nada enrevesados, decidió decir la verdad. ¿Qué sentido tendría mentir?
_ Sí. Yo las compré_ asintió María, levantándose del sillón donde se había sentado al entrar_. Bueno, en realidad fue mi abogado, Luciano Cisneros, quien lo hizo por mí.
Esteban comenzó a caminar de un lado a otro de la oficina, como un león enjaulado.
_ ¡Dios mío! ¡Qué fácilmente te he puesto la venganza a la mano!_ escupió, mirándola con tanto odio, que a María se le partió el alma por segunda vez en su vida. Y el artífice de tanto dolor siempre había sido la misma persona. Esteban San Román_. ¿Tanto me odias, María? No solo estás apartando a mis hijos de mí, si no que también tienes el control absoluto de mi empresa. Una empresa que siempre debía haber pertenecido a mi familia.
«Y no os pertenece, ¿verdad?» Pensó María, cada vez más dolida. «Por que yo no pertenezco y nunca he pertenecido a esa familia, ¿no es cierto?».
Se lo merecía. Por estúpida. Por pensar que Esteban San Román, aún podía sentir algo bueno por ella.
Pero ahora estaba más segura que nunca de que él jamás la había amado ni la mitad que ella a él. ¿Eso si era cierto que alguna vez había sentido algo por ella? Cosa que en esos momentos dudaba seriamente.
Pues muy bien. Él se lo había buscado. Ya que pensaba lo peor de ella, ahora ella iba a hacer que todo aquello fuera cierto. No sólo se iba a hacer cargo de las empresas San Román, sino, que iba a relevarlo a él en la presidencia, y si Gerardo aún quería algo con ella, iba a pasárselo lo mejor posible y a cerrar de una buena vez la puerta de su pasado con Esteban.
_ Pues fíjate que nunca he sabido muy bien qué demonios hacer con esas acciones, pero tú mismo me has dado una genial idea_ le espetó, tomando su bolso y poniéndoselo en el hombro con impaciencia_. Pero a partir de mañana, mi abogado vendrá para hacerse cargo de lo que me pertenece, así, que será mejor que vallas despejando esta oficina para él. Por que a partir de Mañana, esta empresa pasará a llamarse empresas Fernández.
Sin decir una palabra más, ni darle tiempo a Esteban a que replicara, María salió de la oficina de Esteban, pasando por delante de Lupita y subiendo al ascensor, sin despedirse si quiera.

Hasta pronto chicas

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