capítulo 4

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Estrella se presentó en la consulta como le había prometido que haría el día antes. La llevó Héctor en su coche y, para grata sorpresa de María, su pequeño Ángel los acompañaba.
_ Hola, pimpollo_ de ese modo saludó Vivian a Héctor al verlo aparecer por la puerta con su hermana en brazos y seguido por Ángel.
_ ¡Menuda forma de hablar para una señorita!_ exclamó el chico molesto_. He de decirle, jovencita que hace ya mucho tiempo que me gané el honor de que nadie más me llamase de esa manera.
_ Ha, Usted perdones, señor_ continuó Vivian con su manera de actuar habitual_. Lamento mucho no haber respetado sus canas, tratándose de un hombre tan viejo como usted.
_ Viejo es la ropa, niña_ replicó Héctor con mal genio_. Y si eres tan amable como dicen todos ¿me harías el favor de decirme donde he de dejar a mi hermana? Aunque parezca un saco de huesos, cuando la llevas durante un rato, pesa.
Vivian entrecerró los ojos y lo miró con malicia.
_ No, hasta que no me digas la contraseña.
Héctor se puso rígido. ¿Por qué cuando miara a esa impertinente, su cuerpo se llenaba de ira? ¿O era de otra cosa mucho más peligrosa para su salud mental?
_ ¿Quieres explicarme de qué diablos estás hablando?
_ ¡Valla!_ gruñó Vivian. Estaba comenzando a perder la paciencia_. Y después, el señor dice que soy yo la que dice improperios.
Héctor sacudió la cabeza para librarse de la tensión que acumulaba en esos momentos.
_ Bueno, ¿vas a decirme dónde dejo a Estrella, o no?_ insistió el muchacho, cada vez más picado.
Vivian suspiró y tomó entre sus manos un puñado de papeles que tenía cerca y comenzó a ordenarlos.
_ No hasta que no me digas las palabras mágicas.
Al ver que su hermano estaba a punto de estallar, una vocecita tímida y apática, a penas se escuchó tras Héctor.
_ Por favor.
_ ¿Qué?_ espetó Héctor, girando la cabeza hacia su hermano.
_ Que la palabra mágica es por favor_. Dijo el chico con un poco más de brío_. Dilo de una vez y terminemos con esta tontería. Estrella esta cansada.
Héctor gruñó un par de veces antes de respirar hondo y decir pausadamente.
_ ¿Puede decirme donde dejar a mi hermana, señorita, por favor?
Vivian sonrió, y Héctor gruñó de nuevo ante esa espléndida sonrisa.
_ Por supuesto, caballero_ dijo Vivian con sorna_. Si hace el favor de seguirme, enseguida atenderé su amable petición.
Héctor abrió la boca para protestar por su burla, pero Ángel se le adelantó.
_ ¡Ya basta, Héctor! No hagas más el ridículo y vamos a ver de una vez a esa doctora de la que tanto hablas.

_ No puedes entrar, tío Gerardo. Esteban está muy ocupado y me ha dado órdenes explícitas de que nadie lo moleste esta mañana_ intentaba explicar Lupita, después de recuperarse de la sorpresa de ver a su tío saliendo del ascensor de las empresas San Román_. Además, ¿de qué conoces tú a mi jefe?
Gerardo sonrió, le dio a su sobrina un beso en la mejilla, e intentó conectar el interfono para presentarse él mismo.
_ Ti Gerardo, por favor_ gritó Lupita nerviosa_. Me van a reñir.
_ Tú solo aprieta ese botoncito y dile a San Román que Gerardo Salgado está aquí esperando para verlo, y después sorprenderte por la rapidez con la que va a hacer que me acompañes a su oficina.
_ Pero, tío yo
_ Vamos, Lupita haz ese anuncio ya. Me estás haciendo perder mucho tiempo y esta tarde tengo una cita muy importante. Quiero hablar con tus padres sobre ello.
Lupita suspiró resignada y casi con miedo apretó el botón rojo del interfono.
_ Dime, Lupita_ se escuchó la voz de su jefe desde el otro lado del aparato.
_ Se Señor. Mi tío, Gerardo Salgado quiere verlo. Yo le he dicho que
_ ¡Gerardo Salgado es tu tío! ¿Y dices que está ahí?
_ Sí Sí, señor.
_ ¡Por favor, acompáñalo hasta mi oficina!
Lupita se quedó pasmada.
Con sigilo e incredulidad, acompañó a su tío hasta la oficina de su jefe.
_ Luego me contarás esto_ le dijo Lupita, amenazando con el dedo a su tío_. Cuando estemos en casa me lo vas e explicar.
Después lo dejó sólo ante la puerta y regresó a su escritorio.
_ ¿Esteban?_ entró en la oficina, ya con la mano alzada para estrechar la de su amigo.
_ ¡Gerardo!_ exclamó Esteban, aceptando la mano que éste le ofrecía y dándole un fuerte abrazo después_. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Qué haces en México?
Gerardo sonrió y le devolvió el abrazo.
_ Vine a ver a mi hermana y a cerrar un negocio con las joyerías Victoria. Además he conseguido que la doctora Fernández se haga cargo del caso de mi sobrino, ¿si es que logra que él la acepte?
_ ¡Valla!_ exclamó Esteban confuso_. Hoy he oído hablar ya dos veces sobre esa mujer durante la mañana y aún no sé de quién se trata. Aunque puede asegurarte que si convenció a la testaruda de mi hija para que se sometiera a sus tratamientos y sus masajes, tu sobrino no será difícil de convencer.
_ Dios te oiga, Esteban. Por que Greco nos tiene a todos desesperados. Y además Esa mujer me tiene loco, amigo mío. Es fantástica. Guapa, elegante, simpática, inteligente y además tiene un corazón de oro. Y también es extraordinariamente sexy; y lo más importante, no va tras mi dinero. Ella solita podría comprar medio México y aún le sobraría dinero para enterrarme.
_ Vas a hacer que me enamore yo también de esa rareza exótica de la que me hablas, amigo mío_ comentó Esteban con una sonrisa en los labios_. Por lo visto, esa mujer es única.
_ E irrepetible, Esteban_ confirmó Gerardo_. Además pretendo que se case conmigo antes de que llegue Navidad.
Muy interesante comentó Esteban con aprobación_. Y yo sin conocer a esa maravilla de mujer. Creo que voy a llamar a esa clínica para ir yo mismo a recoger a Estrella. Debe de estar a punto de terminar con su primera sesión de ejercicios y psicoterapia.
_ Bueno. Te permito que la conozcas, pero, ni se te ocurra poner tus ojos en ella. Esa mujer es mía. Gracias al cielo yo la vi primero.
Esteban sonrió y observó a su amigo con aquella mirada que ambos compartían en sus años universitarios cuando se instalaba entre ellos la rivalidad por alguna chica bonita.
_ No me mires así, que te estoy hablando totalmente en serio_ le advirtió Gerardo, devolviéndole la intensa mirada_. Me he enamorado, Esteban. Total y locamente enamorado. Como nunca lo había estado antes.
Al recuerdo le esteba llevando a Esteban, nítidas imágenes del día que a él le pasó lo mismo con la única mujer a la verdaderamente había amado en su vida. María. Su ex mujer. Una mujer tan maravillosa que no tenía igual.
Vigorosamente sacudió la cabeza para deshacerse de esos recuerdos fútiles, e intentó centrarse en el presente.
_ Era una broma, Gerardo. Yo también voy a casarme_ le confesó Esteban, haciendo que Gerardo se sorprendiera_. En un mes, seré de nuevo un hombre felizmente casado.
«Ojalá lo de feliz fuera cierto» pensó Esteban para sí mismo. «Nunca volveré a ser tan feliz como lo fui con ella. Nunca».
_ ¿Y cómo es la chica que ha conseguido ese milagro?_ preguntó Gerardo, aún bajo el efecto de la sorpresa_. Me gustaría conocerla.
De pronto, Gerardo se quedó pensativo durante unos segundos.
_ ¡Ya lo tengo!_ gritó eufórico_. Esta noche tengo la intención de que mi preciosa doctora me acompañe a cenar. Podríamos quedar los cuatro y así haríamos las presentaciones pertinentes.
Esteban sonrió ante la idea.
_ Me parece fantástico, Gerardo_ asintió Esteban_. Has tenido una idea extraordinaria.

María había tenido una mañana fantástica. Además de haber pasado horas hablando con Ángel, había conseguido que Estrella hiciera todos los ejercicios y también que hablara con Vivian, cosa que la había ayudado mucho. Vivian era una psicóloga magnífica, en más de una ocasión se lo había demostrado, y en pocas horas había congeniado mucho con Estrella y Ángel, aunque sus diferencias con Héctor la ponían nerviosa y la sacaba de sus casillas.
María sonrió. Esos dos eran pura dinamita juntos. A diez leguas podía sentirse la electricidad estática que desprendían ambos cuando se miraban a los ojos. Y eso, a ella le encantaba y a la vez le convenía. Por que, aunque se había dado cuenta de que su hijo era un poco fantasma, estaba segura de que nadie mejor que Vivian podía ponerlo en su lugar y apartarlo de aquella vida despreocupada y negligente, que acababa de saber por sus hermanos que llevaba su hijo mayor.
Por la tarde, fue a ver a Greco como le había prometido a Gerardo.
Finalmente, él la había llamado y le había dicho que no podría llevarla él a casa de su hermana, porque le había surgido algún problema de negocios que debía solventar inmediatamente. Pero había quedado con ella para recogerla a las diez e ir a cenar. Así, que, maría se armó de valor y cogiendo un taxi se fue con Vivian a ver al chico de los Davinchi.
Después de contarle el caso de Estrella, y de que Vivian desplegara todo su poder de persuasión y aplicara sus conocimientos sobre los derroteros de la mente humana, el chico consintió en hacerles una visita a la mañana siguiente.
Tras tomar una café buenísimo en un pequeño local a donde Vivian la llevó, ambas regresaron a casa. Vivian se duchó y se preparó una cena ligera, y María se arregló de una forma especial para impresionar a Gerardo y a los amigos que iban a cenar con ellos.
_ ¡Guau!_ exclamó Vivian, arrebujada en el sofá con un libro de psicología moderna entre las manos_. ¿A quien vas a tener que llevar esta noche al hospital aquejado de un infarto producido por la impresión?
María sonrió a su amiga.
_ Espero que a ese bombón que me trajo a casa ayer por la noche.
Mientras Vivian la hacía dar una vuelta y le decía lo bonita y sexy que lucía, sonó el timbre de la puerta.
Yo abro se apresuró a decir Vivian_. Por nada del mundo voy a perderme la cara de ese hombre cuando te vea con ese vestido lila tan sugestivo, y ese recogido tan elegante.
Vivian hizo pasar a Gerardo, que en cuanto la vio se llevó la mano al pecho y exclamó, cómicamente:
_ ¡Dios mío, mi pobre corazón!_ haciendo el tonto, Gerardo se apoyó en una de las columnas de la entrada fingiendo que iba a desmayarse de un momento a otro_. Deberías estar prohibida para la salud de toda la plantilla del sexo masculino.
Mientras él hablaba, Vivian reproducía los exagerados movimientos que Gerardo iba haciendo.
María soltó una carcajada, cogió el bolso que había dejado anteriormente, encima de la mesa, y caminó decidida hacia la puerta.
_ ¿Queréis dejar de hacer el tonto los dos?_ pasó al lado de Gerardo que haciendo un gesto con la mano se despidió de Vivian y cerró la puerta al salir_. Y tú. Don Juan de pacotilla. Será mejor que te des prisa o llegaremos tarde a la cita con tu amigo y su novia.
Gerardo suspiró resignado y tras abrirle la puerta del coche y esperar a que entrara se sentó en su asiento y poniendo el coche en marcha salió como una exhalación hacia la carretera.
Vivian aún sonreías tras el cristal de la ventana, cuando las luces del automóvil de Gerardo ya se habían perdido en la noche y la distancia.

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