capitulo 3

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La tarde pasó entre llamadas a Luciano, una visita al padre Belisario y otra a la peluquería. Cuando llegó la hora de su cita con Gerardo Salgado, María ya era dueña de más del cincuenta por ciento de las acciones San Román. Luciano las había comprado a nombre de diferentes personas, los paquetes de acciones que las empresas San Román había ido poniendo en venta durante toda la tarde. Una a una las había ido adquiriendo a nombre de Vivian Sousa, de joyerías Victoria, de Neuro Salud, de Luciano Cisneros asociados y de la escritora Victoria Fernández. Uniendo a ese paquete del cuarenta y cinco por ciento, el diez por ciento que el mismo Esteban le regaló el día que se casaron, María acababa de convertirse en la accionista mayoritaria de las empresas San Román.
Pero de eso, Esteban, jamás se enteraría.
María solo las había adquirido para impedir que otras empresas proscribes a la familia se hicieran con el control de lo que un día debería ser de sus hijos.

A las diez en ponto, María entró por las puertas del restaurante del hotel Granada, el lugar donde había quedado Luciano con el afamado empresario español.
_ ¿Desea usted mesa, señora?_ dijo el encargado en cuanto la vio entrar.
_ Estoy buscando al señor Gerardo Salgado.
_ Por supuesto, señora_ continuó el encargado con su amabilidad característica de su trabajo_. Si hace el favor de seguirme.
Cruzando entre la multitud de mesas, el hombre la guió hacia uno de los reservados del restaurante.
_ El señor la espera en el interior. Enseguida les enviaré a un camarero.
Cuando María entró en el reservado, un hombre alto, guapo y muy atractivo, se puso en pie y le dedico una encantadora sonrisa.
_ ¡Qué espectacular cambio, Cisneros!_ bromeó el desconocido, acercándose a ella con la mano extendida_. Debo admitir que me gusta mucho más en este momento que esta mañana cuando nos presentó su secretaria.
María sonrió y agitó la cabeza.
El mundo estaba lleno de seductores incorregibles.
_ Encantada de conocerlo, señor Salgado_ lo saludó María, aceptando la mano que se extendía ante sí_. Como verá, he decidido venir en persona a la cita que mi abogado y amigo concertó con usted.
Y yo he de darle gracias al cielo por ello prosiguió el hombre con su zalamería. Aunque María tenía que reconocer que parecía absolutamente sincero_. Oh, perdone por mi falta de delicadeza, pero es que me he quedado impresionado con su belleza. Siéntese, señorita Fernández. ¿Porque es usted Victoria Fernández, supongo?
Gerardo Salgado se apresuró a retirarle la silla. Una vez estuvo sentada, él se sentó frente a ella.
_ En realidad me llamo María_ se apresuró a corregir ella_. Victoria, no es más que un pseudónimo con el que firmo mis libros y con el que bauticé a mi empresa de joyería.
_ Como la madre de Dios. No podía ser menos una mujer tan hermosa e inteligente.
Aquel comentario le arrancó a María una nueva sonrisa.
_ Va a conseguir que me ruborice. Y eso es algo que hace años que nadie consigue.
_ Créame. En el lugar donde he estado los últimos veinte años, no son muy frecuentes los halagos, por no decir totalmente inexistentes.
_ Pues déjeme decirle, que los hombre de ese lugar deben de estar todos ciegos o ser de inclinación sexual dudosa. Porque está claro que tengo ante mí a una diosa de la belleza_ y que por cierto, acababa de decidir que iba a ser suya
_ Muchas gracias ¿Puedo dejar a tras las formalidades y llamarte Gerardo?_ dijo María, comenzando a tutearle_. Perdona no estoy acostumbrada a utilizar tanto protocolo.
_ No hay nada que perdonar, preciosa_ continuó Gerardo con sus adulaciones, haciendo que finalmente María se sonrojara_. Siempre y cuando tú me permitas llamarte María.
_ Está bien_ concedió ella riendo. Ese hombre era más peligroso hablando que callado y eso que solo su presencia ya era difícil de ignorar_. Pero por ahora, centrémonos en los negocios. Será más productivo y menos inquietante.
Gerardo soltó una carcajada. No podía creerse la suerte que había tenido. No solo se había topado con la mujer más inteligente y bonita de cuantas había conocido, sino, que además, era divertida.
Pasaron el reto de la velada hablando de negocios, y cerrando un trato que a ambos les reportaría increíbles beneficios.
Cuando Gerardo insistió en que fuesen a tomar una copa a cualquier local de moda de la ciudad, María se negó, alegando que, al otro día tenía una cita muy importante en su consulta y que necesitaría de todas sus ímpetu para que la chica que debía tratar saliera adelante y siguiera con el tratamiento de ejercicios y psicoterapia que pretendía imponerle.
_ ¿Una chica de veintitrés años y no quiere volver a caminar?_ se sorprendió Gerardo después de escuchar la explicación de María_ ¿Pero quién es esa niña mimada y estúpida?
El rostro de María cambió radicalmente al escuchar el comentario despectivo que Gerardo acababa de hacer sobre uno des su hijo. Tanto se notó que él comenzó a disculparse de inmediato.
_ Perdona, María_ Gerardo se puso tan serio que hasta parecía dolido_. Pero es que el más pequeño de mis sobrinos, lleva media vida tumbado en una cama. Lo atropelló un coche cuando tenía quince años, y desde entonces no hemos podido hacer nada por él. Ahora tiene veintiséis. Los médicos insisten en que todo es debido al impacto emocional y al miedo a volver a salir a la calle. Pero yo mismo le he pagado los mejores psiquiatras de México y ninguno ha conseguido nada.
_ ¿Tu sobrino está en México?_ dijo María sorprendida.
_ Sí_ le confirmó Gerardo que había dejado de pronto de ser el encantador seductor de unos minutos antes_. Mi Hermana Socorro se casó con un emigrante mexicano y poco después de que naciera Greco, él decidió regresar a su país de origen. Socorro lleva viviendo en México más de veinticuatro años. Mi sobrina Lupita nació aquí.
_ ¿Quieres que yo valla a hablar con él mañana por la tarde?_ sugirió María. Puede que si Estrella y Greco se conocieran podrían ayudarse mutuamente, estimulándose el uno al otro. Sus casos eran muy parecidos. Nadie podría entenderlos mejor.
_ ¿Harías eso por mí?_ sonrió Gerardo, y la luz regresó a su mirada_. María. No sé que decir. Yo
María lo tomó de la mano.
_ En realidad no lo hago por ti, sino por Greco y por Estrella San Román, que también es muy joven y además es
_ ¡Estrella San Román! ¿No será la hija de Esteban San Román?
_ Sí. El mismo. ¿Lo conoces?
Poe supuesto que lo conozco le aclaró Gerardo_. Él es uno de mis mejores amigos. Precisamente, mañana iré a verlo a su oficina.
Gracias a Dios que finalmente no le había revelado que Estrella era también su hija. ¡Por chiripa! La vida estaba llena de infinidad de casualidades y providencias.
Muy bien cambió de conversación María_. Entonces quedamos en que mañana por la tarde iré a ver a tu sobrino. ¿A las seis es buena hora?
_ Perfecta. A esa hora, Socorro ya habrá vuelto de la floristería que gerenta mi cuñado, Leonardo. Yo estaré allí para presentaros a todos.
_ De acuerdo. Hasta mañana entonces.
María entró a la mansión Victoria, pero, antes de cerrar la puerta, Gerardo la llamó de nuevo.
_ ¡María!
Dime contestó ella escuetamente. Se sentía cansada y deseaba irse ya a dormir.
_ ¿Estás casada? ¿O tienes a alguien especial en tu vida?
María lo miró risueña. Genio y figura hasta el final.
_ No. me divorcié hace diecinueve años_ decidió decirle la verdad. ¿Para qué mentir?_. Y desde entonces no ha habido nadie más.
Un hombre con suerte continuó Gerardo, introduciendo la llave en la cerradura de su coche y abriendo la puerta_. Mucho debiste amarlo para eso. Pero he de confesarte que yo voy a hacer todo lo posible para que esa situación cambie, María. Eres como un rayo de luz que ilumina toda la oscuridad de la vida de las personas a las que conoces. Y esa luz tiene que ser mía.
Terminando de hablar, se introdujo en el coche, lo arrancó, y se fue, dejando a María sorprendida y divertida a la vez.
Era un torbellino. Gerardo Salgado era todo fuerza y vitalidad. Y eso le gustaba. Gerardo Salgado, tenía todas las cualidades para ser el primer hombre en su vida después de veintiún años de abstinencia sentimental.
Cerrando la puerta tras de sí, se giró, y con un suspiro de placidez, se dirigió hacia su dormitorio.
_ ¿Quién era ese bombón?_ preguntó Vivian, sorprendiendo a María.
Aún no entendía como podía seguir sorprendiéndola sus comentarios inapropiados.
Lentamente, María se giró sonriendo.
_ Es Gerardo Salgado. Y sí, por una vez voy a darte la razón y aceptaré que es un bombón como tú lo llamas.
Mmm gimió Vivian haciendo la película_ Un hombre guapo, atractivo y con dinero ¡Ni se te ocurra dejarlo escapar, María!
_ Puede que esta vez te haga caso, pequeña. Puede que esta vez
_ ¡Esa es mi chica!_ gritó Vivian emocionada_. ¡Aún no me puedo creer que un hombre que no sea Esteban San Román pueda llegar a interesarte!
María movió la cabeza negativamente, a la vez que levantaba los ojos al techo. Cuando a Vivian se le metía una idea en la cabeza no cesaba hasta ponerla en práctica; y esta vez se había fijado la meta de emparejarla con alguien.
_ Me voy a la cama, Vivian_ concluyó María, continuando el camino hacia su dormitorio_. Y tú deberías hacer lo mismo. Mañana nos espera un día bastante duro.

Una vez en la cama, María no podía quitarse de la cabeza el comentario de Vivian. «Un hombre que no sea Esteban San Román». Pero el caso es que ahí radicaba el problema. Por que, extraordinariamente, Gerardo se parecía muchísimo a Esteban.
Él también había sido guapo como el pecado, atractivo hasta más no poder, y zalamero como sólo él podía serlo. Además, siempre había sido un hombre muy romántico, sorprendiéndola con detalles que pocos hombres tienen con sus esposas. Como aquella vez que alquiló una pequeña cabaña en las afueras par pasar solos el fin de semana. O el detalle de la acogedora habitación en aquel pequeño hotel cerca de las empresas que siempre estaba disponibles para ellos. Y las cenas románticas que muchas veces durante la primavera y el verano le preparaba en la terraza de su dormitorio, bajo la luz de la luna y las estrellas; precisamente en una de esas maravillosas noches, eligieron el nombre de su hija. Por no recordar los constantes regalos como deliciosas cajas de bombones y preciosos ramos de flores matutinos, demás de las notas de cariño y agradecimiento que le colocaba en sitios estratégicos para que ellas las fuese descubriendo durante la mañana.
Esteban
¿Sería ese el motivo por el que le gustaba Gerardo? ¿Los estaría, inconscientemente, comparando a ambos?
Ojalá no fuese así. Por que Gerardo Salgado le gustaba y mucho.

UNA MUJER DE BANDERA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora