capítulo 7

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_ ¿He recibido alguna llamada, Vivian?_ Espetó, nada más entrar en la mansión Victoria, donde la joven la estaba esperando para comentarle los increíbles adelantos que había obtenido con Estrella y Greco durante la mañana_. ¿Ha llamado Gerardo?
Vivian sacudió la cabeza. ¿Qué bicho le habría picado a su amiga aquella mañana? María parecía muy enfadada, así, que, Vivian decidió actuar con mucha cautela.
_ Sí. Gerardo ha llamado hace tan solo unos minutos. Me ha dicho que te recogerá para ir a cenar a las ocho y media, y que iréis con Socorro y Davinchi al club de las flores en Xochimilco. Según dijo, allí podréis montar a caballo.
Genial dijo María, aunque no con tanto énfasis como hubiera deseado_. Por fin podré sacar mis viejos vaqueros del fondo del armario. Ahora sólo me queda ir a comprar unas buenas botas de montar.
Vivian se quedó asombrada.
_ ¿Ah, pero sabes montar?
María afirmó con la cabeza.
_ Desde antes que andar. Mis padres eran granjeros en San Rafael_ comenzó a narrarle María, animándose un poco más con cada palabra_. Y cuando ellos murieron en un accidente con el tractor, me fui a vivir con unos parientes que tenían un pequeño rancho. Me he pasado media vida montada en un caballo.
Muy bien rió Vivian. Había conseguido que su amiga se pusiera de mejor carácter_. Pues entonces, vallamos a comprar esas botas para que puedas dejar pasmado a ese bombón de Gerardo Salgado.

Las dos amigas pasaron la tarde de tiendas. Y entra ropa y calzado, Vivian le comentó a María los adelantos que había logrado en la mañana con su hija y el sobrino de Gerardo, y María le contó a Vivian lo que había ocurrido el las empresas San Román con Esteban y le habó sobre la decisión que había tomado.
_ ¡Me encanta esa decisión, María!_ vitoreó Vivian, arrancándole una carcajada a María_. Ya iba siendo hora de que alguien le diera una lección al duro e insensible Esteban San Román.

Ya hacía un buen rato que Gerardo había recogido a María, cuando Vivian, que estaba sentada sobre sus piernas en el sofá, repasando los informes del día y pasándolos a su ordenador portátil, escuchó unos fuertes e insistentes golpes en la puerta.
« ¡Maldita sea! ¿Quién será a estas horas? ». Pensó la muchacha molesta por que la hubieran interrumpido cuando más concentrada estaba en su labor.
_ ¡Ya voy!_ gritó para que la persona que golpeaba la puerta de esa manera dejara de hacerlo. Cosa que no ocurrió. ¿A caso la gente no sabía para qué servía el timbre de la puerta?
Al llegar a la puerta y abrirla, Vivian se sorprendió al ver quién golpeaba la dichosa puerta con tanta insistencia.
_ ¿Se puede saber que quieres a estas horas, Héctor?_ consiguió decir, a pesar de su asombro.
El chico la miró impertinentemente de arriba a bajo. Ella, estremecida por la intensidad de aquella mirada se sujetó con fuerza el cuello de la bata de ositos Winnie de Poo que tenía puesta sobre un pijama lleno de dibujos de Minie.
Muy original dijo el chico con sorna_. Sí señor muy original y también muy apropiado para alguien como tú.
Vivian decidió no hacer caso a al puya y volvió a insistir.
_ ¿Vas a decirme para qué has venido, o vas a seguir opinando sobre mi ropa de dormir?
_ Lo segundo es muy tentador, créeme, sobre todo si pienso en como deshacerme de ella_ dijo Héctor, consiguiendo lo que pocos lograban, poner nerviosa a Vivian_. Pero he venido a hablar con Victoria y, ese es mucho más importante en estos momentos.
Vivian sonrió.
_ Pues por muy importante que sea lo que tienes que decirle, ella no está en casa ahora. Salió con Gerardo Salgado al club de las flores, a cenar y montar a caballo.
La expresión de Héctor se llenó de rencor al hablar de la doctora.
_ Esa bruja, se dedica a divertirse, mientras arruina la vida de un buen hombre_ espetó Héctor de repente, dejando a Vivian confusa y enfadada por el modo que había tenido él de nombrar a su amiga_: Si llego a saber que iba a morder la mano del amo que le da de comer, nunca se me habría ocurrido traer a mi hermana a esta consulta.
Vivian se sentía cada vez más enojada. Como no había tenido bastante con tener que calmar a María cuando llegó de su visita a Esteban por la mañana, ahora tenía que aguantar el mal humor de ese idiota, que ppor otro lado y con su sola presencia conseguía alterar su paz mental como nadie podía hacerlo.
_ ¿Se puede saber de qué estás hablando?_ espetó ella por fin.
En el rostro de Héctor se dibujó una risita maliciosa.
_ De que, tu quería amiga y socia es una sagaz ladrona, señorita Sousa. De eso hablo_ después de soltar la pulla, se apresuró a explicar_. Tu adorada socia, con sus artes dudosas ha despojado a mi padre de todo lo que era suyo. Nos ha utilizado a mis hermanos y a mí para recabar información detallada de los problemas financieros por los que estaba pasando las empresas San Román, y, después, a tardado menos que decir Jesús en quitarle a mi padre el puesto que lleva ocupando toda su vida al frente de las empresas, para meter a ese abogaducho amigo suyo y destrozar a un hombre que no se merece un trato semejante por parte de una
Vivian tuvo que cortarlo, o algún día podría arrepentirse de lo que trataba de decir en ese momento de ofuscación.
_ No vallas a decir algo de lo más tarde puedas arrepentirte, Héctor.
_ ¿Cómo voy a arrepentirme?_ dijo Héctor, alzando más la voz_. Ese hombre al que trata de hundir es mi padre. Y no voy a permitir que nadi le haga daño a mi padre.
_ Estoy de acuerdo en eso, Héctor_ le contestó Vivian, a la que le estaban empezando a fallar los papeles_. Pero tampoco deberías permitir que se lo hicieran a tu madre. Ella ya ha sufrido demasiado como para que alguno de vosotros le echéis ahora cosas en cara que además no son ciertas
¡Qué había hecho! ¡Por el amor de Dios, qué había hecho! ¿Por qué aquel estúpido niño mimado la sacaba de sus casillas de tal modo que perdía la razón y el sentido de todo? Ya sólo le quedaba esperar que él no hubiese escuchado lo que le había revelado
Pero no tuvo tanta suerte.
_ Yo no tengo madre a la que poder proteger, señorita meticulosa. Y no sé a qué ha venido hablar de ella que lleva tantos años muerta_ Héctor observó la cara de Vivian y supo que algo de lo que él había estado seguro toda su vida estaba a punto de cambiar_. ¿O tú sabes algo que yo debería saber?
_ Yo no sé nada, Héctor_ alegó Vivian, tratando se zafarse del lío que ella misma había comenzado.
Pero Héctor la tomó por los hombros y la zarandeó.
_ Has hablado de mi madre como si ella aún estuviese viva. Has hablado de ella en presente, cuando bien sabes por mi hermana que los tres hermanos éramos muy pequeños cuando ella murió. Qué sabes sobre mi madre, Vivian. ¿Quién es la doctora Victoria Fernández, que ahora caigo en que tiene el mismo apellido que mi madre?
Vivian estaba a punto del derrumbe emocional. Por un lado, le pesaba, y mucho, haber delatado a su amiga sin el consentimiento de ella, y por otro estaba la insistencia de Héctor que la estaba dejando sin fuerzas. ¿Qué podía hacer si no terminar con lo que había empezado?
_ Victoria, en realidad, se llama María Fernández Acuña, Héctor. Ella es tu madre.
_ ¡No!
El grito desgarrador de Héctor paralizó el alma de Vivian que lo abrazó para impedir que él cayera desplomado a sus pies. Ahora sólo le quedaba la opción de contarle al hijo de María la historia completa de lo que le sucedió a su madre.

Tenía que llamar a Ana Rosa. Con todo lo que le estaba sucediendo en los últimos días y los cambios tan radicales que estaba sucediendo en su vida, lo que menos deseaba ahora Esteban, era verse inmerso en los tediosos preparativos para una boda.
Iba a aplazar su matrimonio con Ana Rosa. Por lo menos hasta que no se solucionasen los problemas de las empresas y María se decidiera a decir de una vez qué era lo que pretendía con su regreso.
¿Y pensar que cuando la volvió a ver creía que podrían haber retomado su relación en el punto en el que la dejaron veintiún años atrás? ¡Menudo majadero estaba hecho! ¿Es que no iba a cambiar nunca? ¿Siempre iba a ser el mismo estúpido confiado que pensaba que todo el mundo era bueno por el simple hecho de que él los considerase amigos, hijos, y hasta una vez, el amor más extraordinario que había sentido en su vida?

María subió a la loma, perseguida de cerca por Gerardo, quién, dándole alcance, a ayudó a bajar de su yagua y la mantuvo estrechada entre sus brazos.
_ ¿Ves la vista que se expande desde aquí?_ le preguntó Gerardo, apretándola más contra sí.
Por supuesto que podía verla. Bajo sus pies se extendía casi toda la ciudad. Con sus luces de blancas, sus calles atestadas de coches y allí, a lo lejos, los barrios menos favorecidos, cargados de gente que seguramente, por un hecho delictivo u otro habían pasado una temporada entre rejas, al igual que ella, sin merecerlo. Simplemente por carecer de medios para vivir, o como en su caso, de la experiencia necesaria para enfrentarse al mundo.
_ Es maravillosa, Gerardo_ suspiró María, dejando que los malos pensamientos la abandonaran.
_ Todo te lo ofrecería si fuese mío, María_ le dijo él inesperadamente_. Pero lo que sí me pertenece es tuyo.
María sonrió. Si le gustaba ese hombre era porque todo se lo tomaba a broma.
_ ¿Hasta tu corazón?_ preguntó divertida.
Ese ya no me pertenece contestó Gerardo apoderándose de su boca_. Te lo entregué en el mismo momento en que te vi. Cásate conmigo, María. Quiero entregarte parte de la felicidad que esos imbéciles que se llaman jueces te robaron. Cásate conmigo y te llevaré a España. Allí, emprenderemos una nueva vida como marido y mujer. Y si ya no puedes tener hijos, los adoptaremos. Estoy seguro que alguno tendrá la suerte de que te conviertas en la madre que de otra forma jamás tendría.
Lo más fácil para María era aceptar la proposición de Gerardo en ese momento y en ese lugar, pero antes de aceptar ser su esposa, había algo que debía comprobar. Porque no era lo mismo, sentir cariño y aprecio cuando Gerardo la besaba y la abrazaba, a los fuegos artificiales que creía ver al hacer el amor con Esteban cuando estaban casados y enamorados.
_ Quiero hacer el amor contigo, Gerardo.
El hombre la miró con la boca abierta. Hasta ahora no había conocido a una mujer tan directa. Pero eso no impidió que aceptara su oferta, aunque había comprendido que aquel placer, sería una prueba difícil de superar.

En la mansión Victoria, Héctor, por fin se había calmado tras el arrebato de dolor que la historia que Vivian acababa de narrarle sobre la vida de su madre le había producido.
Habían sido demasiadas sorpresas, demasiados desconciertos. Por un lado, se sentía feliz por haber recuperado a su madre, pero por otro, todo lo que acababa de descubrir, había roto la imagen de ángel de bondad que tenía de su padre desde que era un niño, y, con ello, la total confianza que tenía en él.
_ Aún no puedo creer que mi padre la abandonara en un momento tan crítico y difícil de su viada_ comentó Héctor, haciendo que a Vivian se le volvieran a saltar las lágrimas al notar su terrible desconcierto_. Él siempre ha sido el pilar de la casa, la persona en la que todos nos apoyábamos, el hombre invencible.
Vivian sonrió entre lágrimas. Era totalmente normal que un hijo pensase esas cosas sobre su padre.
_ Quizás por eso no pudo soportar la presión que suponía quedarse sólo con tras niños pequeños, a penas unos bebés, tener que cuidar la casa, hacerse cargo de los negocios y asimilar que la mujer que amaba no iba a regresar nunca más a su lado_ ¿estaba defendiendo a Esteban San Román? Sí. Por que ahora estaba segura de que se había enamorado de aquel hombre que tenía delante y que se sentía totalmente desolado.
_ Eres demasiado comprensiva, Vivian_ le dijo Héctor, con los ojos de nuevo enturbiados por las lágrimas_. Pero no creo que mi padre merezca tanta misericordia.
Vivian ya no pudo soportarlo más y lo abrazó. Héctor cayó de rodillas ante ella y ase abrazó a su cintura.
_ Debes superarlo, Héctor_ le suplicó Vivian, besándolo suavemente sobre la cabeza_. Debes hacerlo por ti, por tus hermanos, por tus padres y hasta por mí misma que desde que te vi por primera vez me enamoré de ti como una loca.
Héctor levantó la cabeza y le sonrió y Vivian aprovecho la postura para hacerse dueña de su boca. En un principio el se quedó parado, pero después comenzó a tomar la iniciativa y a besarla con hambre, con pasión, intensamente.
Vivian se separó de él, lo tomó de la mano y lo guió hacia su dormitorio.
Héctor la siguió embelesado. Esa mujer lo hacía hervir por dentro.

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