Only Love Can Hurt Like This

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A/N: en primer lugar quiero avisar que esto es todo desde el punto de vista de Raquel, que no tiene ni idea de lo que ha pasado con Sergio ni de lo que está a punto de venírsele encima. Poco a poco iréis conociendo lo que ha pasado y entenderéis el por qué de las cosas.

CAPÍTULO 1

A todos nos gusta reinventarnos cada semana. Alicia decía dos veces al mes que iba a dejar de fumar y a sentar la cabeza. Mónica, por su parte, nos mandaba un audio de tres minutos a las tres para decirnos como esta vez, era la buena.

« (...) Arturo me lo ha dicho. Va a dejar a su mujer. Esta vez es de verdad».

También había prometido llevarla a París, a Amsterdam y a Australia. Y mil viajes más que luego haría con Laura.

Aquella semana aunque el audio empezó diferente, terminó igual que siempre:

«Sí, he vuelto a quedar con Arturo. Lo sé, soy una completa gilipollas y merezco sentirme la peor persona del mundo. Pero se acabó, ¿sabéis por qué?, porque me ha invitado a su casa y resulta que los niños tenían una competición. Una competición de mierda. Lo ha dicho él, no yo, que conste... era... yo que sé, de esas en las que les dan medallas a todos y... da igual. El caso es que hemos acabado, bueno, yo he acabado contra la mesa del salón y tenía una foto de su mujer y sus hijos mirándome directamente. Directamente, tías. Que ni si quiera he podido correrme».

Alicia:
Pues yo me hubiese dado la vuelta, tía. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Raquel:
Y luego que por qué no sientas la cabeza.

Alicia:
Sobrevalorado. Mejor un buen polvo y cada uno para su casa.

Mónica:
¿No pensáis que soy idiota?

Raquel:
Yo solo creo que si un tío quiere dejar a su mujer, lo hace. Mira mi ex.

Alicia:
Yyyyyyy es por eso que vamos a salir esta noche.

Mónica:
Pues no me vendría nada mal, la verdad. A ver si me encuentro a uno que por lo menos, no esté casado.

Raquel:
Yo os confirmo luego. Hay algo que tengo que hacer primero.

Reinventarme. Quería ser una nueva Raquel. Una Raquel soltera que necesitaba tomar las riendas de su vida y que no requería un hombre para hacerlo. Una Raquel que nunca había dejado de ser policía y que en su día, era la mejor. Alguien respetado. La tía a la que llaman cuando las cosas se ponen difíciles y que lleva minifalda al trabajo porque nadie tiene cojones de decirle que se ponga pantalones.

Así que después de trescientos sesenta y un días divorciada, decidí que era el momento de volver a casarme con mi trabajo. Con el café e incluso, pensé en el papeleo de los juicios: el de los domingos. No estaba tan mal. Golpeé entonces la puerta con los nudillos, pero antes de que pudiese chocarlos contra el opaco cristal una tercera vez, esta se abrió. Como si estuviese esperándome.

El comisario Tamayo, que en otra vida había sido coronel, me recibió con una sonrisa socarrona. Estaba justo echándose un café oscuro en una taza que su hija le había hecho por el día del padre. Ya no goteaba. Era un hombre de familia. De los que compensan la ausencia con regalos caros y viajes exóticos. Tenía un par de fotos de su mujer y sus hijas en la estantería para no sentirse mal por follarse a Jimena, su secretaria, los martes por la noche cuando todo el mundo se iba antes. Vivía a base de cafeína y cigarrillos y se quejaba de que no se pudiese fumar dentro. Que las comisarías habían perdido su esencia en el momento que se había impuesto la ley de exteriores, y afirmaba fervientemente que si él estaba donde estaba era por Rambo.

EL DALÍ #SerquelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora