CAPÍTULO 19
A look aroundSiempre recordarás ese primer beso.
Podría pararme el corazón una vez más ante el mínimo recuerdo de abundancia en tiempos de destierro. Durante toda mi vida había guardado todo en cajas pequeñas que había mantenido bien cerradas. Almacenándolas unas tras otras y dejándolas por el camino. No sabía en qué momento se habían empezado a abrir, pero sí que estaba corriendo en dirección contraria, perdiéndome en el mar de emociones sobre la balsa de sus labios.
Me separé de golpe. Mi nariz rozó la suya, estremeciéndome, casi, ante la tan cálida respiración que acariciaba mi piel. Sergio mantenía sus ojos cerrados, como si tratase de luchar contra sus instintos más primarios.
Tragó saliva mientras que su lengua humedecía sus labios, algo encarnados por el estrés y enrojecidos por el beso. Volvió a suspirar, entremezclando nuestros jadeos con el silencio y la necesidad de no decir nada. Porque las palabras sobraban. Porque ambos queríamos huir de ese cazo de realidad que estaba a punto de abalanzarse sobre nosotros.
Dejé de sentir su agarre y fui consciente, en cierto modo, de la gravedad. Como si sus brazos pudiesen ser la única panacea para el desequilibrio que había invadido mi vida en aquellas últimas semanas.
—Lo siento —murmuró, finalmente.
Aparté la mirada, huyendo de su voz ronca y de sus ojos dilatados. Brillantes. De su pelo despeinado y de su expresión casi desesperada.
—Te he besado yo —puntualicé. Aunque ambos sabíamos que había sido cosa de los dos. Que esto nunca hubiese pasado si él no hubiese roto todos y cada uno de mis esquemas.
Era como volver a sumergirse en el agua y seguir intentando nadar a contracorriente. Sergio negó con la cabeza. Maldiciendo casi el que aquellas palabras hubiesen salido de su boca porque parecía no haberle escuchado. Lo cierto era que no sabía muy bien qué hacer con ellas: se repetían en mi cabeza buscando un rumbo. Y por mucho que intentaba guardarlas en uno de esos cajones, todos estaban llenos. Y abiertos. Sentía mi alma abierta de par en par. Completamente desnuda y vulnerable: necesitando que me sostuviese de nuevo pero siendo incapaz de pedírselo.
—No quiero complicarte más las cosas... —murmuró. Sabía cómo era Sergio cuando estaba enfadado consigo mismo. Daba un par de vueltas por la habitación, se golpeaba la frente y se quitaba las gafas.
—Podemos olvidar que esto ha pasado —murmuré—: Aunque no sé si... —frené unos segundos, apartando la mirada con una sonrisilla nerviosa. Triste, quizás. Una de esas muecas que haces al sentir que estás a punto de echarte a llorar—: Podré ignorar todo eso que me has dicho.
Sergio se giró y me miró, acercándose a mí. Dio dos pasos bruscos y luego se detuvo. Como si se lo hubiese pensado mejor eso de abalanzarse sobre mí. Como si algo le hubiese frenado. Fue entonces cuando mi móvil vibró en mi bolsillo. Segundos después, empezó a sonar esa cancioncilla por defecto, obligándonos a dejar las palabras en el aire.
—Ángel, dime —contesté, apartando la mirada de mi ex-marido al girarme.
—Raquel, ¿dónde estás?, ha pasado algo.
Entonces lo recordé. Prieto. Y se me heló la sangre. Podía sentir como mi corazón bombardeaba mi pecho bruscamente, cerrándome la garganta en cada latido. Respiré de manera pesada, rindiéndome al sudor frío que acompañó a la imagen del coronel yaciendo en la entrada de su casa. El olor de su sangre y esa luz roja que había centelleado en mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
EL DALÍ #Serquel
FanfictionRaquel, inspectora de homicidios. Sergio, heredero de un imperio de la noche en Madrid tras la muerte de su hermano. Divorciados. Un asesinato y una tarjeta de visita que les involucra a ambos legal e ilegalmente.