Love on the clock

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A/N: este cap se lo dedico a Clío. Al final no he hecho sufrir tanto a Sergio como me hubiese gustado :P, espérate al siguiente.

Capítulo 26
love on the clock

La última cosa que le había dicho a Raquel antes de perderla de vista había sido que la quería. Lo cierto era que me había sentido como un niño pequeño asustado que... balbucea lo primero que se le pasa por la cabeza antes de que sea demasiado tarde.

«El amor no se cronometra. El amor se vive».

Me acordé de mi hermano entonces.

«el haberte pasado media vida con la nariz metida entre libros no quiere decir que lo sepas todo»

Murmuró. Y sentí la calidez de su mano en mi pecho como lo había hecho entonces: «hay cosas que están aquí.» y luego se golpeteó la sien por debajo del sombrero. «Y no aquí».

No sabía si estaba delirando, pero su voz cosquilleaba en mis oídos casi como si le tuviese al lado, susurrándome. Como el demonio del mal que duerme en mi hombro y me golpea con la cruda realidad para decirme que hay cosas que no puedo controlar. Que se me escapan. El flash de un recuerdo nubló mi mente. Raquel yacía desnuda. Era una cama pequeña, apenas cabíamos los dos. La habitación olía a ese ambientador de frutos rojos que descansaba en la mesilla; opacando al sudor que se deslizaba por mi piel. Mi cuerpo aún escuálido, bañado en el recuerdo de un enfermo. Quizás me importaba más a mí que a ella. De hecho, a Raquel parecía haberle dado igual. Todo. Especialmente que yo no tuviese ni la más remota idea de qué hacer. Pese a la tranquilidad de ella, yo tenía ganas de echarme a llorar. Me sentía como un niño que vive por primera vez. Que ve la luz; que huele los colores del viento y al que le late el corazón en el pecho tan rápido que parece que va a estrellarse en cualquier momento.

Lo que nos diferenciaba a Andrés y a mí era que él sonreía al hablar del amor mientras que yo sentía que me estaba hundiendo en el barro. A él le asustaba no sentir algo de ese idealismo romántico por encima de todas las cosas.

«El amor y la guerra son dos cosas bastante parecidas. No podrían vivir la una sin la otra. Y en el amor también hay ambición, hermanito.

No todo el mundo es lo suficientemente valiente como para amar, pero.. sí que hay cobardes que se pasan el resto de su vida arrepintiéndose».

Teníamos la tradición de compartir un café en la universidad antes de que empezase mi clase de cálculo. Dos expresos. Como dos relojes, quedábamos a la misma hora todos los días. Puntuales. Charlábamos hasta que me daba cuenta de que llegaba tarde y entonces se reía a carcajadas mientras me veía correr sin levantarse.

«¡Ánimo hermanito!»

gritaba él, como si supiese que al cruzar la esquina iba a tener que dar la cara. Que ser un valiente. Porque Raquel me estaría esperando allí. Preguntándose por qué un buen tío no le había devuelto las llamadas.

De todas formas, lo que le había dicho a Raquel antes tampoco era ninguna mentira. De algún modo sí, me hacía sentir culpable. Era el quererla lo que había hecho que desapareciese de mi alcance. Aún sentía la inercia de estirar la mano para retenerla. Un sentimiento que se mezclaba con la impotencia de no poder llegar a tocarla por mucha fuerza que hiciese. Por muchas articulaciones que me desencajase y que por mucho que necesitase que se quedase conmigo, la había perdido. En todos los sentidos. Sin poder sentir el filo de su piel siquiera.

No era capaz de pensar en mi dolor. Mi cabeza revivía el de ella. Me preguntaba dónde estaba.

Mis manos estaban encadenadas al techo. La piel de mis muñecas se había desgarrado ya. Olía a carne viva y podía sentir el cosquilleo de la sangre llegando hasta la tela blanca de mi camisa.

EL DALÍ #SerquelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora