CAPÍTULO 21
Something called angerLa superficie por la cual mis dedos se deslizaron era áspera. Era una tapa de color rojo que cubría la fina tela. La liberé de su encierro y la vi centellear bajo la luz de la lamparita. Un suave aroma a cereza invadió mis fosas nasales casi al instante, acompañando a un recuerdo que me hizo estremecerme.
No necesitaba que lo firmase para saber que aquello me lo había enviado él. Del paquete sobresalía una pequeña etiqueta anudada en un cordón rojo, hecho con una tela satinada y suave. En ella, leí mi nombre escrito con su letra. Aquella "r" titánica y marcada en comparación con el resto, cursivas e ilegibles. Junto a la lamparita, Marta tenía un teléfono fijo. De los antiguos. Venía con la casa y probablemente se considerase una reliquia. A día de hoy, lo último que te esperabas era que sonase. Sin embargo, apenas me dio tiempo a dejar la tapa sobre la cama que lo empecé a escuchar. Me sentí vulnerable, y en cierto modo, expuesta. Casi como si hubiese alguien observándome a través de un agujero muy pequeño.
—¿Hola? —contesté, tragando saliva.
— Inspectora —dijo. Tras un silencio en el que no supe muy bien qué contestar, se relamió y añadió—: ¿qué lleva puesto?
Era su voz. Su voz áspera y ronca. Casi robótica por la distorsión de aquella vieja línea. De nuevo era casi como si pudiese sentir su respiración en mi nuca. Me ponía terriblemente nerviosa. En el peor y mejor de los sentidos.
— ¿Perdón? —hablé entonces, con la voz levemente atorada en la garganta. Sabía que tenía esa sonrisilla al otro lado. Sergio era de los que planeaban conversaciones en su mente, y esa, precisamente, estaba yendo exactamente como él la había imaginado. No me era complicado dejarme llevar por él. Siempre me había gustado dejarle el control a veces porque confiaba en él. Aquella noche, sin embargo, terminé dándome cuenta de que se me había ido de las manos.
— ¿No cree que la ropa dice mucho de nuestra personalidad? —inquirió, con tono juguetón.
— Claro que sí, Sergio. Pero no sé qué tiene que ver esto con el...
Siempre quedaba algo de racionalidad en mi cabeza. Siempre estaba buscando explicaciones. Sergio se adelantó a ello entonces.
— Es lo más importante—dijo—: No pensará acudir a nuestra cita vestida con... ¿una camisa y un par de vaqueros? —adivinó. No necesitaba mirarme al espejo. Llevaba mi camisa azul y un par de vaqueros negros.
—Lo cierto es que se equivoca —contesté, dejándome arrastrar a ese pequeño jueguecito, si era lo que quería: —Pensaba probar algo diferente esta noche.
—Oh —dijo—: ¿le ha gustado?
Sonreí. Casi victoriosa.
—No me gusta que me manden, Señor Marquina. Que me elijan la ropa o que me digan lo que tengo que hacer —añadí, recuperando las riendas de la conversación. Podía sentir como mi corazón se deshacía en mi pecho y mi estómago era preso de un estrambótico revoloteo que hacía que mi cabeza diese vueltas y más vueltas.
» —Todavía tengo que pensar si voy a ponerme ese vestido o si elegiré otra prenda en su lugar. Hasta entonces... aférrese a la curiosidad.
Sabía que estaba sonriendo como un crío al otro lado de la línea.
—Bien... —murmuró: — Aunque estoy seguro de que se ponga lo que se ponga, estará preciosa.
ESTÁS LEYENDO
EL DALÍ #Serquel
Fiksi PenggemarRaquel, inspectora de homicidios. Sergio, heredero de un imperio de la noche en Madrid tras la muerte de su hermano. Divorciados. Un asesinato y una tarjeta de visita que les involucra a ambos legal e ilegalmente.