La curiosidad mato al gato.
Seth lo sabía.
Su hermana lo sabía.
Ellos lo sabían.
Los habitantes de Greyfalls nunca vieron el peligro hasta que fue muy tarde.
Jamás pensaron que su locura llegaría a tanto.
No tenían control, ni remordimiento, ni sens...
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Observe fijamente el agua correr frente a mí.
Mi cuerpo temblando a tal punto de que podría romperse, mi ropa hecha harapos estaba mojada y fría pegándose a mi piel. Mis manos entumecidas estaban atrapadas entre mi estómago y mis piernas, estaba encogida, estática y mojada.
Tengo frio.
Mucho.
No debí reír, no debía. Sabía que él lo odiaba e igual lo hice, pero solo fue un error...
Algo cayó de golpe a mi lado y salte haciendo que todo mi cuerpo me recordara que estaba entumecido. Pequeños aguijones pinchando sin cesar mi cuerpo. Volví a comenzar a temblar mientras veía el pequeño conejo a mi lado, su cabeza sujeta aun a su cuerpo por un hilillo de tendón.
Alce la mirada viéndolo sujetar al animal rojizo en sus manos, este se movía frenético pero no iba a escapar. Había jodido por semanas las jaulas de él y merecía un castigo. Cayó de rodillas golpeando al zorro contra el suelo soltando un sonido haciendo que arrugará mi nariz.
—Ven. — murmuro mirándome con sus ojos celestes sobre su hombro huesudo.
Lo mire un rato, temblando de frio, lentamente me incline hacia delante cautelosa. El mantenía un agarre fuerte sobre el zorro, gatee lentamente hasta estar a su lado, sintiendo como los aguijones desaparecían mientras me movía pero no podía evitar soltar algunos quejidos cuando vinieron los calambres en mis hombros y piernas...
—Silencio. —mando con voz baja, apreté mis manos sellando fuertemente mis labios para luego seguir hasta él.
El asintió hacia su bolsillo donde se asomaba el mango de su navaja. Alce mi mano tomándolo lentamente, temblaba, le tendí la navaja pero el negó haciendo que mechones negros cayeran sobre su frente casi tocando sus ojos.
—Justo ahí. —murmuró asintiendo a su mano donde sujetaba al zorro, justo entre sus dedos pulgar e índice.
Temblé fuertemente pero nada salió de mis labios, ni un quejido. Cambie la navaja a mi mano derecha, coloque la punta donde dijo. Mire al zorro seguir luchando pero no había escapatoria. Hundí la navaja lo más fuerte que pude, el zorro lanzo un chillido, el tomo mi mano sujetando entre los dos la baja haciendo que la hundiera más y luego la girara.
El zorro no se movió más.
Solté la navaja aun incrustada en el zorro, el comenzó a pasarla abriendo la piel haciendo que sangre saliera a borbotes. Me quede estática mirando la sangre correr hacia el rio. Su mano húmeda pasando por un costado de mi rostro, sintiendo calidez.
Hundió su mano en el estómago del zorro empapando su mano otra vez para luego pasarla por mis brazos. La sangre cálida cubriéndome con cada pasaba de su mano hasta dejarme cubierta de ella.