CAPITULO 30

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-¿Mocoso? ¿Eres tú?-  el abuelo apresuró su paso, el estaba saludable me tranquilizo completamente, ahora era un abrazo que significaba que estaba de vuelta, que luché hasta ahora y ya estábamos juntos de nuevo.



-¡Luke hijo!- gritó tocando mis rizos y tomándome de las manos, extrañaba aquello sentir el contacto cálido de mi abuelo.



Al separarme de aquel abrazo voltee por inercia al pasillo por donde había salido mi abuelo, sorprendiéndome machismo al ver de nuevo esos ojos, ese rostro que no había olvidado en todo este tiempo.



En su mirada ya no se encontraba aquellos rastros de miedo, ira, tristeza y melancolía, ahora se podría apreciar esperanza, determinación, haciéndome sentir un toque eléctrico que viajo desde las puntas de mis pies hasta la más profunda neurona de mi cerebro.



Era Ella.

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