Hellen

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Hola soy Maxwell, o al menos era. Ya no me reconozco a mi mismo ¿o es misma...? de cualquier manera les diré como es que todo empezó aquel día. Ese día cuando mi conversión a lo que soy ahora inició.

En esa época tenía bien definido lo que era y jamás me lo cuestioné, era un chico que eventualmente se convertiría en hombre. Era alto para mi edad y aun me faltaba por crecer, aunque seguía siendo más bajo que mi padre. 

Él era un gran hombre de negocios que inició su empresa de prácticamente de la nada. Con eso en mente, probablemente piense la gente que soy un niño mimado, rico y malcriado, pero no. Siempre me enseñó a aplicar a la humildad, el respeto a los demás y la caballerosidad.

Cuando mi madre murió, el nunca se quebró. Siempre estuvo allí para mi. Aunque muchas veces estaba trabajando, nunca dejó de mostrarme que me quería y poco a poco lo fuimos superando juntos.

Entonces, cuando tenía once, él conoció a Hellen. Al principio solo me hablaba de ella ocasionalmente. Oía su nombre una que otra vez durante alguna conversación, nada intimo en realidad. Pero después se volvió más emocional al hablar de ella, como de una amiga cercana y después... su rostro parecía el que tenía cuando miraba a mamá.

Sabía de lo que se trataba cuando veía ese rostro mientras se arreglaba durante las noches para supuestamente salir a reuniones de negocios. Entendía lo que significaba para él encontrar alguien más, y él sabía lo que podría significar para mí.

Tardé quizás un poco en procesarlo, pero lo acepté eventualmente, aún así no me decía nada directamente. Entonces una noche que lo vi preparando una botella de vino tinto antes de salir le desee suerte en su cita. Él se quedó callado unos segundos y después sonrió.

Unos meses después la conocí por fin. Mi padre me invitó a una de sus citas.

Hellen: Tu debes ser el joven Maxwell... ¿te puedo decir Max? (sonríe)

Ella era alguien impresionante. desde su aspecto físico hasta su personalidad. Con gruesos labios y pronunciadas curvas que hacían imposible desviar la mirada. Se vestía elegantemente, luciendo su cuerpo sin llegar a la vulgaridad y siempre con clase y buena presencia. Era risueña y amable. Te hacía sentir como si la conocieras desde hace tiempo.

Un años después, estábamos festejando su boda. Aunque tenía más confianza con ella, seguía llamándola Hellen. Mi padre no me obligó a llamarla de otra forma y tampoco ella, aunque si se notaba que aveces la decepcionaba y se sentía mal por no hacerlo.

Y en algún momento me empecé a sentir culpable yo también. Hellen me ayudaba en la escuela con las cosas que no entendía, porque además era muy inteligente y se dedicaba a la contaduría, también me hacía compañía cuando mi padre no podía. Ella me llevaba a la escuela y me traía, salíamos juntos, me compraba cosas y me hacía mis comidas favoritas cuando un evento importante pasaba.

Nunca me dio razones para pensar que era una mala persona, por el contrario, era encantadora, y aunque en ocasiones deseaba hacerlo, había algo que no me dejaba. Sin embargo sabía que se lo merecía, después de todo... ¿quien si no una madre te podría llenar de tanto amor...?

Quizás por eso nadie, ni yo ni mi padre, nos dimos cuenta de sus verdaderas intenciones hasta que fue demasiado tarde para los dos...

Mi querida HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora