Hellen: Max... Abre, por favor... tenemos que hablar de esto, no lo podemos dejar así...
Ella tocaba a mi puerta ya desde hace varios minutos y mi miedo y vergüenza por mirarla de nuevo después de lo ocurrido.
Hellen: Max... tengo las llaves aquí (se oye sacudirlas) fácilmente puedo abrir y entrar, pero no voy a hacerlo ¿sabes por qué?
Max: ...
Hellen: porque prefiero que me expliques lo que pasa con confianza, no porque me tengas miedo ¿si? no soy un monstruo, no estoy enojada, solo quiero hablar.
Max: ...
Era otra técnica de manipulación, quería que pensara en que podía decidir y que me respetaba. Ponía sobre su trampa una fachada de supuesta confianza... lo peor, es que funcionó.
Aún con un nudo en mi garganta y mi cuerpo temblando, abrí la puerta con cuidado. Vi la cara tranquila de Hellen antes de terminar de darle paso a mi habitación.
Tuve que explicarle todo desde el inicio, el como inicie y como poco a poco se volvió algo rutinario. Las preguntas que me hacían eran algo repetitivas para mi, preguntas que ya había respondido a Alan.
Hellen: ¿se lo haz contado a alguien más?
Max: solo a Alan y a la doctora... ella cree que es normal y no hay nada de malo, pero...
Hellen me abrazó y reconfortó en su pecho.
Hellen: por supuesto que no hay nada de malo, cariño.
Me dijo con voz dulce y tranquila, acariciando mi cabeza con la suavidad de su mano. Me quedé allí sin decir nada, tratando de calmarme con el tacto y calor gentil de Hellen.
Al siguiente día fuimos con la doctora Adler, está vez, creyó que sería bueno que Hellen nos acompañara. Hablamos sobre la ropa y el tema de la disforia de genero. La verdad, pese a todo, aun me sentía como un chico, claro que mis acciones recientes hacían que aunque lo dijera, y lo hice, tuvo poco o nula credibilidad en la sala.
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Mi querida Hija
Ficción GeneralLa vida de un chico se pone patas arriba después de que su madrastra decida que prefiere una niña.