Confesión forzada

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Desde que le hice caso a Alan y hablé con la doctora, esa sensación de conflicto había desaparecido gradualmente. Ahora puede admitir, aunque sea para mi mismo, que me gusta verme al espejo con esa ropa tan femenina. Me gusta darme vuelta y que la falda vuele y se deslice suavemente en el viento e incluso he probado el maquillaje, y no puedo crear que lo diga, pero me hace ver hermosa.

Incluso con Alan podía a veces conversar de mis atuendos y como iba experimentando cada vez con distintos estilos de ropa, zapatos, accesorios y maquillaje. Al inicio me pareció que le incomodaba, aunque sin malicia y realmente se esforzaba en entender por lo que pasaba, y que bueno, porque la verdad yo tampoco sabía que bicho me picó.

Con el tiempo, se volvió más normal la conversación sobre dicho tema entre ambos, aunque seguía sin poder hablar de esto con cualquiera que no fuese él y la doctora. Sin embargo, ahora quería dar otro paso.

Alan: ¿seguro que quieres hacer esto?

Max: en realidad... no... pero creo que debo.

Alan asintió y así tuvimos nuestro plan para dentro de unas semanas. 

Pero como siempre, algo debía pasar. En este caso que Hellen es lo que pasó.

Yo volvía ese mismo día a la casa. Hellen llegaría hasta la noche, por lo que ya pasaba por mi mente como me vestiría esta vez, pero en cuanto entré, ella estaba en la sala sentada con... un vestido esmeralda y ropa interior de encaje.

Me quedé paralizado sin entender su mirada... ¿estaba molesta, sorprendida? no lo sé... quizás una mezcla de desagrado combinada con las dos anteriores. Posteriormente descubriría que solo era una muy buena actriz.

Hellen: ¿Quieres explicarme? (voz autoritaria)

Di un paso hacia atrás al escucharla.

Max: es... un vestido...

Hellen: ¡si ya se que es un vestido!

Bajé mi mirada de inmediato.

Hellen: quiero saber ¿¡que es lo que hacía en TU habitación!? 

No podía siquiera mirarla e iba a empezar a llorar de nuevo. no sabía a donde huir.

Hellen: Max... quiero la verdad... ¿Qué hacía mi ropa en tu cuarto?

No lo sabía en realidad... era lo que usé un día anterior, pero siempre procuraba dejarlos en la posición exacta donde los tomaba antes de que ella llegase... ¿acaso lo olvide...? ¿me descuidé y cometí el error que dictaría mi sentencia?

Max: y-yo... lsssh uoshueu... (murmuró inaudible)

Hellen: habla claro.

Max: ¡los usé! ¿¡sí...!? 

Finalmente lo dije con lagrimas en los ojos.

Max: ¡y-y no es el primero...! ¡no logro explicarlo, pero me gusta...! me hace sentir como...

Dudé decirlo mientras me limpiaba los ojos y la nariz.

Max: una niña bonita...

Hellen: ...

Ella se quedó perpleja, como si no se lo esperara, quizás había pensado que había hecho algo mas, tal vez peor... si, claro, ella lo sabía y creo que disfrutaba el pretender ignorancia.

Yo sin estar consiente de eso en aquel entonces... no aguanté más las lagrimas esperando su reacción y salí corriendo a mi habitación.

Hellen sonreía a mis espaldas con satisfacción. 

Mi querida HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora