Hellen: lo siento mucho Max, sé que dije que íbamos a estar juntos todo el día hoy, pero...
Hellen estaba toda apurada arreglándose de ultimo minuto para ir a la oficina. Mientras la veía ir de un lado para otro, viendo como vestía unas medias oscuras con esos tacones altos de aguja, no podía evitar pensar en que si tendría un par extra para poder probarlo.
Max: n-no no te preocupes... ya veré que hago para distraerme (nervioso)
Hellen: Diviértete y no hagas travesuras...
Max: ¡jamás! (aun más nervioso)
Con suerte creo que no sospechó nada y se fue. Suspiré de alivio cuando eso paso. Ya no aguantaba el corazón desde que me enteré que estaría solo.
En cuanto vi partir el auto de Hellen corrí directo a su habitación. Busqué por sus cajones hasta que hallé un par de medias y lencería que combinara. Después encontré un lindo vestido a rayas blancas y azul oscuro. Estaba muy bien cuidado, parecía casi nuevo.
Ese vestido tenía algo en especial, más allá de que no lo había visto hasta el momento porque, sí, el asaltar el armario de mi madrastra se convirtió en algo rutinario. Lo que hacía diferente a este vestido de los demás que había visto y probado, es que este era más pequeño. No refiriéndome a que la falda era más corta, no, sino a que a simple vista, era más o menos de mi talla.
Quizás... era de Hellen cuando era más joven... Fue la explicación que le di en aquel entonces.
Max: Hoy será la ultima vez...
Llevaba diciéndome eso mismo hace mucho, y jamás lo era. Esta vez planeaba algo distinto, por eso no me probé tacones, sino que tomé unos huarachitos con pedrería azul. Jamás había salido del cuarto de Hellen así, no me atrevía a, pero quería pasar todo el día así.
Una cosa era usar tacones quieto en frente del espejo, otra estar paseando con ellos todo el día en la casa. Si me caía o me lastimaba, entonces me descubrirían y todo terminaría para mi. Por eso opté por un calzado más sencillo. No sabía realmente si sí quedaban o si había una especie de regla en las mujeres que les prohibía usar otra cosa que no fuese tacones con esta clase de vestido, pero tendría que servirme por ahora.
Me paré justo en la orilla de la puerta. Era más difícil por alguna razón. Nunca había permanecido más de una hora o dos probándome ropa, pero esta vez quería estar así todo el día, con un único cambio, como si de escoger la ropa del día se tratase. Respiré por ultima vez antes de salir de un pequeño brinquito.
Comencé dando pasos cortos hasta agarrar confianza, paseándome por todo la casa con mi vestuario. Siempre tuve ese sentimiento contradictorio, que estaba haciendo mal y que debía parar, pero el hacerlo se sentía tan bien y quería seguir.
Mi amigo se dejó de poner de pie con el tiempo transcurriendo y yo mismo iba asimilando ese atuendo, pero la emoción en mi corazón no cambiaba, sino que se intensificaba. Podía hacer lo que yo quisiera al estar solo, sin preocuparme de que alguien me viera.
Estaba en la cocina haciendo algo para almorzar, algo sencillo y ligero. Pasé casualmente por el microondas, pero me regresé de manera instintiva ¿Qué tenía de especial? pues que la puerta estaba recubierta de una superficie como de espejo.
Sonreí al verme, no tenía idea de por qué lo hice, solo salió natural, pero, después de darme una vuelta, volverme a ver trajo algo raro... inconformidad... me vi y toqué mi rostro. Tenía la ropa, pero el rostro descuadraba.
La palabra "maquillaje" fue la primera que apareció. Había visto a Hellen y algunas chicas de mi clase hacerlo, se veía sencillo, quizás podría...
Chuck... shuuu...
Esa había sido la puerta principal...
Alan: ¡visita sor...!
Me halló en el peor momento posible.
Alan: presa...
Los dos nos quedamos quietos. Me sentí tan avergonzado y con tanto miedo de como reaccionaría y lo que pasaría después, que empecé a sentir ganas de llorar. Allí yo, frente a mi amigo, con vestido, medias y zapatos de mujer, estaba a punto de llorar como una niña.
Adam: ¿y que tal la otra del salón de al lado? (se acerca desde afuera)
Sam: ¿Qué hay de ella...? (se acerca desde afuera)
Y para mi mala suerte, esta vez no venía solo.
Alan me miró una ultima vez y reaccionó rápido a azotar la puerta y cerrarla desde adentro.
Adam: ¡oye! más cuidado, casi me dejas sin cara.
Alan: ay, perdón es que fue el viento...
Me movió la cabeza apuntando hacia las escaleras. Rápido me limpie el rostro y fui corriendo a cambiarme.
Alan: Uy, creo que se atoró...
Adam: No te creo nada...
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Mi querida Hija
General FictionLa vida de un chico se pone patas arriba después de que su madrastra decida que prefiere una niña.