Música

3.2K 41 4
                                    

Mis sesiones con la doctora Adler siguieron tres veces por semana. Siempre al acabar tenía esa sensación de vacío en mi mente, como si algo pasara dentro de esta o más bien, como si algo faltara, pero no recordaba nada raro que haya sucedido.

Empecé a mejorar en la escuela, no era como si de repente fuera el primer lugar en todas las materias, pero al menos ya iba a clases. También mi relación con Hellen había estado bien últimamente. Antes permanecía enojada desde que hablo con el director por primera vez, pero ahora, mientras que haga lo que me pide, todo es normal entre ella y yo. 

Hoy era de esos días en el cual me quedaba salo. Esa vez Matt fue el que me tuvo que llevar y traer de la sesión. Tenía esa sensación de vacío de nuevo. Le pregunté sobre si había pasado algo extraño o se había visto algo fuera de lugar, pero el solo me dijo de forma muy natural...

Matt: ¿algo raro...? no realmente Max... solo saliste muy contento de la sesión y después nos fuimos.

Yo... no recordaba del todo bien siquiera como había llegado al auto, pero inmediatamente la duda se desvaneció de mi cabeza. No volví a cuestionar mis pequeñas lagunas mentales después de las sesiones de la doctora después de aquella vez.

Llegando a mi casa ese día, solo escuchaba una extraña pero dulce melodía en mi cabeza. Llegó el punto en el que empecé a tararearla de manera inconsciente y paraba en cuanto me daba cuenta, eso se había vuelto fastidioso.

La melodía sonaba extrañamente familiar, la cosa es que no sabía de donde. Inmediatamente razoné que simplemente la había escuchado en algún momento que no prestaba atención y que se había quedado pegada sin querer.

Traté de ver la televisión para sacarla de mi cabeza, pero no funcionó por mucho tiempo, así que opté por tomar un baño. Creí que eso haría que mi mente se despeje.

Fui y tomé mi baño. Parecía que por fin me habría liberado de esa música en mi cabeza, pero regresó con más fuerza que nunca cuando fui a vestirme. 

Saqué mi ropa interior, pero en mi cajón estaba unas bragas... La música empezó a retumbar en mi cabeza al punto de que se ensordeció todos los demás sonidos en mi alrededor.

Tragué saliva mientras sostenía las bragas en mis dedos. Eran negras y de encaje, suaves al tacto y... por alguna razón verlas hacían que el corazón se me aceleraba. Un pensamiento cruzó como un flash en mi mente. Se sintió como una idea horrible, pero... entre más la pensaba... más me excitaba. 

Mi mente empezó a divagar entre el miedo y la paranoia. Quería... ponérmelas Ser consiente de eso me había hecho sentir tan sucio... era una perversión querer ponerme las bragas de mi madrastra... ¿de quién más podrían ser? ¿y como habían llegado a mi cajón en primer lugar? quizás... se mezclo mi ropa con la de Hellen o... la señora de la limpieza la puso aquí por error. independientemente de eso... ¿Cómo siquiera podía pensar en considerar eso?

Volví a tragar saliva cuando voltee a todas partes como asegurarme de que realmente no hubiera nadie. Ya sabía que que Hellen ni nadie vendría pronto, pero quizás ya había decidido lo que iba a hacer de cualquier forma y solo me preocupaba una razón para arrepentirme.

Dejé caer mi toalla y deslice esa prenda de ceda por mis piernas desnudas. Cada centímetro que subía hacían que me sintiera horrible, pero estaba fuera de mi. Tenía esa ansia por hacerlo, quería hacerlo, a pesar de que se sintiera mal. Me causaba tanta excitación que cuando por fin me las puse, no podía ocultar mi erección. 

Me miré al espejo lleno de vergüenza por lo que hacía. ocultaba mi amigo de allá abajo con las manos y me volteaba viendo como se me veían por detrás y haciendo poses. Había cierto morbo y placer en mirarme así.

Otra idea cruzó mi cabeza, tan o inclusive más atroz que la primera. Esta vez tomé la decisión mucho más rápido. Fui al cuarto donde ahora solo dormía Hellen. Fui y abrí directo su armario. Estaba lleno de toda clase de ropas, lencería, tacones, vestidos, deportiva, verano, invierno...

Tomé de ahí un vestido corto, aunque me quedaba un poco grande, pues Hellen seguía siendo más alta que yo en ese tiempo. Era un vestido hermoso color azul. Tal vez me justifiqué pensando en que ese era un color de niño, por lo que no sería tan malo. También tomé unos tacones y el sostén que combinaba con mis bragas.

Me coloque todo y me miré al espejo, haciendo expresiones y poses que usaban las chicas que intentaban conseguir la atención de Sam y otras que copiaban el movimiento y posturas de Hellen.

Cuando acabe con ese, me probé otro, con distintas combinaciones no solo de ropa de vestir, sino de ropa interior también. Después de ese probé otro y otro después de ese, luego otro más y... 

No podía parar ya... era un circulo vicioso... sentía como si ya no fuese yo mismo... no entendía lo que pasaba o por que si quiera lo empezaba a disfrutar... no se cuantos probé o cuanto tiempo me pasé haciendo poses en el espejo, pero no me importó, porque nadie podía verme en la soledad de la casa.

Claro que... en ese instante no me percaté de un pequeño gran detalle... Bueno, en realidad de dos.

No estaba del todo solo...

Hellen miraba desde la cómoda en la oficina que solía ser la de mi padre, como caía en sus telarañas sin darme cuenta...

Pero lo más importante... Ya no oía más la música.


Mi querida HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora