AGRIDULCE:
Seguimos la historia de Michael, quien se ganó el puesto de bully en su último año de primaria. Pero un día, conoce a una niña que lo hace cambiar la perspectiva de las cosas, atrayendo consigo sensaciones nuevas, como también olvidadas...
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Susie tarareaba una feliz canción mientras terminaba de pasar sus cosas de su casillero hacia su mochila. Los pasillos ya estaban vacíos cuando las clases terminaron y todos los niños se fueron como si un tornado hubiera arrasado los pasillos.
Al salir, grande es su sorpresa cuando ve a Michael, su amigo, sentado en la acera del colegio. Se acerca por atrás y lo toma por los hombros un poco brusca.
──¡Buu!
──¿¡Ah!?
Michael se espantó brevemente y cuando notó que era Susie, ni siquiera se molestó en aparentar que no le importo. Eso no fue bueno. Susie se rió nerviosa.
──Uhm... ¿estás bien, Michael? ──le pregunta, elevándose sobre su hombro para verle la cara.
──Perfectamente. ¿Qué pasa?
──Ah, nada ──Ella ríe, más calmada. Camina para ponerse delante del castaño con una sonrisa──. Estaba por irme, ¿pero que haces aquí a esta hora?
Lo escucha aclararse la garganta y al mismo tiempo lo ve mirar en otra dirección, de nuevo. Como si no quisiera verla a la cara.
──Te... estaba esperando ──mintió.
──¿A mí? Vaya ──Se ríe nuevamente, está vez con un toque de vergüenza.
Pero ese momento de dulzura en la rubia desaparece cuando nota que Michael ni la miraba. Como si ocultara algo. Eso, o él estaba demasiado interesado en el piso.
──Michael.
──¿Qué quieres?
La rubia se acerca de nuevo, está vez acercó su cara a la de Michael, intentando ver su rostro completamente. Algo que Michael intentó evitar, doblando su cuello lo máximo que podía hasta que coloco una mano frente al pecho de su amiga.
──Mírame, Michael ──No le hizo caso. Eso la hizo fruncir los labios──. Mírame, mírame, mírame. Michael. Michael. Michael. Te estoy hablando, Michael ──insistió──. ¡MIGUEL!
──¡Agh, no me llames así! ──le responde finalmente, mirándola a la cara para enseñarle un pequeño hematoma debajo de su ojo izquierdo.
──¡Ah, ¿que te paso ahí!? ──exclamó, señalando el golpe con pavor.
El niño se toma su tiempo para responder. Bajó la mirada con una mueca formada en sus labios, casi como si los hubiera sellado con pegamento. No se veía dispuesto a decir la verdad. O eso pensaba Susie.
──Me caí de la patineta.
──Oh ──La preocupación de Susie disminuyó. Podía notar como su amigo se notaba exhausto. Su voz se arrastraba pesadamente y al mismo tiempo sus movimientos eran similares a los de un perezoso. Así que se dispuso a hacer un esfuerzo por subirle el ánimo ──. Me esperaba algo peor ──Comenzó──. Pero, oye, cambia esa cara. No pasa nada porque te caíste. Siempre y cuando no haya nadie viéndote.
