6.-Las niñas son raras

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En la residencia Afton, todo dentro de esas sólidas paredes eran nada más que un bullicio escandaloso

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En la residencia Afton, todo dentro de esas sólidas paredes eran nada más que un bullicio escandaloso. Lo contrario a la fachada de familia ejemplar que daban afuera.
En cada rincón se oían los sollozos del más pequeño de la familia, Evan, el cual apenas sabía contener sus emociones y se descargaba en los brazos de su joven hermana, la cual también, apenas sabía que hacer.

Resulta que, el niño había tenido una pesadilla esa noche. Se levantó paranoico, casi no salió de su habitación hasta que Elizabeth le insistió para bajar a comer algo.
Fue algo que el mayor de la fila de hermanitos, Michael, aprovechó. Pues con una máscara de juguete que su padre se trajo del trabajo, se encargo de sacarle un susto, de una muerte segura, a su hermano.

Por lo que pasaron al rededor de unos treinta minutos exactos en los que Evan no dejó de llorar, soltando palabras que no tenían sentido, cosas que ni siquiera iban dirigidas a Michael. Como si le temiera a algo más externo.

Era jueves y era muy temprano aún, por lo que el señor William se encontraba ausente por la casa. Y ni Michael quería hacerse cargo de lo que él mismo provocó, dejándole todo el asunto a su hermana.

──Evan, deja de llorar... ──le dijo con suavidad, atrapando sus hombros en un abrazo frágil.

El castaño se abrazaba fuerte a su osito, escondiendo su cara en el hombro de la pelirroja mientras que al menos intentaba callarse mordiéndose el labio.

──No-no puedo. Yo... Yo... ──sollozó de nuevo, incapaz de terminar alguna frase.

Elizabeth suspira. No entendía el incontrolable conflicto de su hermanito. Incluso ella empezaba a creer que su reacción fue demasiada.
Cada lágrima que se le escapaba a Evan, ella la limpiaba, pasando su pulgar por sus mejillas enrojecidas y húmedas.

En el marco de la puerta, Michael miraba un tanto aburrido el desenlace de la situación.
Se sacó unas buenas risas con el ataque de pánico de su hermano, pero ya empezaba a frustrarse de tanto escucharlo llorar.
¿Acaso una simple máscara de juguete, con la forma de un animal, podía asustarlo de esa manera? Vaya problemas que tenía. Y ni siquiera quería molestarse en saber si él era el causante de ellos.

Con un resople, abandona la sala, arrojando la máscara de plástico a cualquier lado del piso; toma su patineta junto a las escaleras y se va hacia la puerta.

──¡Eh, Michael! ¿A dónde vas? ──Elizabeth lo llama.

──Ah, por ahí.

──¿¡No piensas ayudarme!?

──Me tiene miedo, así que es mejor que me aleje ──se excusó. En realidad no le importaba si no era un motivo suficiente. Queria alejarse lo más que podía de aquel ambiente.

──AGRIDULCE: Michael Afton x Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora