Siempre Contigo

5.Festival de mierda

- No se, como me dejé convencer para ver estas cosas contigo —dije, mientras Jin reposicionaba su cabeza en mi regazo, donde estaba tendido en nuestro sofá una semana después.

—Vamos, esto es algo increíble. ¿Cuántos niños de seis años saben que pueden cocinar ravioles de cangrejo azul como un chef?

—Esto tiene que ser escenificado. Ningún niño de seis años puede hacer eso. Diablos, yo ni siquiera sé cómo hacer eso.

—Solo estás celoso porque no sabes cómo escalfar un huevo.

—Eso es por lo que te conservo, por ahora —le sonreí.

—Ahh, ya veo. ¿Así que te vas a casar conmigo por mis habilidades culinarias?

—Entre otras cosas —dije, apartando un mechón de pelo rubio de su frente.

—¿Cómo cuáles?

Fui a abrir la boca, pero Jin levantó la mano y me puso el dedo índice en los labios.

—¿No quieres saberlo? —pregunté, apartando su mano de mi boca.

—No. Aquí no. Ahora no. Decidí que puedes decírmelo más tarde.

Le entrecerré los ojos y sonrió. —No lo entiendo.

—Los votos, Sr. Jeon. Puedes decirme todas las cosas que te gustan de mí y de mi cocina frente a nuestros amigos y familiares en un par de meses.

—¿De verdad? —me reí.

Los ojos de Jin brillaron. —Mhmm. Sí.

—A ver si lo entiendo. Quieres que escriba todos mis sentimientos y le diga al mundo lo que siento por ti.

Asintió con entusiasmo, y no pude evitar reírme de lo ansioso que parecía ante la perspectiva. Así que me incliné, llevé mis labios a los suyos y le dije: —qué diablos, no es que no lo haya hecho antes en la televisión nacional. Si quiere votos, le daré votos, Sr. Kim. Pero eso va en ambos sentidos.

Su mano se levantó para acunar mi cara, y sonrió contra mis labios. —Yo ya tengo los míos.

Eso me hizo retroceder, mis ojos se abrieron de par en par. —¿Espera? ¿En serio? ¿Cuándo los escribiste?

Sus mejillas sonrojadas y la expresión tímida que apareció en su cara eran entrañable mientras giraba la cabeza y acariciaba mi estómago con su boca.

—¿Cuándo, Jin? —le pregunté, empujando suavemente sobre su hombro para que me mirara.

Se mordió el labio inferior. —El día después de que me pidieras que me casara contigo.

Una sonrisa curvó lentamente mis labios mientras trazaba con mis dedos la línea de su mandíbula.

—¿De verdad?

—De verdad —dijo, y luego me miró tímidamente.

—Hmm, me gusta eso.

—¿Sí?

—Sí. Es súper dulce, Sr. Kim. ¿Hay algo más que hayas hecho que yo no sepa?

—No —contestó Jin, demasiado rápido.

Me reí mucho de eso. Jin tenía la peor cara de póquer de la historia. —Mentiroso. Dímelo.

Jin puso los ojos en blanco, claramente un poco avergonzado, lo que solo me hizo empujar más fuerte.

—Dime.

—Bien —suspiró—. Podría haber practicado firmar con mi nombre un par de veces. Ya sabes, porque necesitaré una firma nueva.