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Cuando abuela le dio la noticia en la mañana, no pudo hacer otra cosa que mostrar la sonrisa.

Sonrisa que claramente no llegaba sus ojos y estaba lejos de ser sincera.

—Mi princesita, al fin se comprometerá.

Las palabras que nunca quería oír, no pudo hacer más que sonreír; su abuela desde luego había arreglado el compromiso desde hace mucho.

De seguro lo arreglo desde que se hizo amiga de Mariano, claro lo quería, pero ese cariño no pasaba de una amistad de infancia y fraternal.

Veía como las otras chicas en la ciudad suspiraban por el Guzmán, era alto cuerpo fornido, además de muy amable, honesto y caballeroso

Pero tenía un problema.

¡Era demasiado aburrido!

Se pasaba horas escribiendo y declamando poesías, hablaba mucho pero siempre eran alrededor de sus poesías.

Quería que le gustara, pero simplemente no podía.

Ahora tenía que casarse con el.

La mejor noticia para su familia pero la peor para ella.

En la noche lo hablaría con sus padres y posiblemente en menos de una semana, se comprometan.

Y lo único que ella quería era GRITAR.

Pero tenía que mantener la imagen de la familia. ¿Quién era ella si no era perfecta?

Era Isabela Madrigal, la primera nieta y por lo tanto la imagen de la familia.

—Isabela, querida— llamó su abuela después del desayuno.

Detuvo su paso y chocó con su hermana.

—¿Y a ti qué te pasa?

—Aghr.

Y simplemente Mirabel se encerró en su habitación.

Oh, como deseaba ser como ella, no tenía que ser perfecta solo tenía que coser y asunto solucionado.

Ganándose el amor de todos asi de facil.

—¿Sí, abuela?

La mujer caminaba erguida, tal y como le enseño a ella.

—Regresas temprano para que te pruebas el vestido que te hizo Mirabel

Asintió, ¿bueno que más podia hacer?

Como siempre la niñita coso-todo le hacia otro de sus múltiples vestidos, cada uno más perfecto que el otro.

Los odiaba, las flores prolijas, los colores de tonalidades rosadas, las mangas cortas o mangas largas.

Odiaba todos los vestidos.

Al principio claro que le gustaban, eran muy bonitos ligeros y su hermanita los hacia para ella.

Pero cada cierto tiempo había un nuevo vestido, ya ni tenía espacio para todos. Y dejo de hacer diseños excéntricos para hacer el vestido monótono con flores bordadas.

¿No sabía hacer nada más que eso?

Por algo le dieron el don, ¿no?

Pero claro solo sabía coser, no hacía nada más en todo el dia. Y aun así faltaba a las comidas.

Al menos dignarse a comer con su familia.

En sus pensamientos llenos de rabia, noto las flores de un ramo para una boda, marchitas.

La Pequeña Costurera | Encanto AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora