Capítulo 3: Emma

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Ahí estaba, piso 8, cuidados intensivos, pasillo C, habitación 809. Mamá acababa de morir frente a mis ojos. Me quedé de pie junto a su cama durante unos segundos más, observándola, una parte de mí tal vez esperaba que decidiera regresar. Llegaron las enfermeras y el doctor a desconectarla de todas las máquinas que la mantenían viva, me pidieron que saliera al pasillo a sentarme y relajarme ¿Cómo podría siquiera intentar relajarme en ese momento?

-No pudimos hacer más, lo lamento -dijo el doctor Jones y se fue.

Nunca fui buena para ocultar lo que sentía. Me puse a llorar desde el primer momento en que me di cuenta que no la iba a volver a ver. Intentaba limpiar mis lágrimas con mi suéter azul marino pero no dejaban de salir más, parecía que las había guardado toda la vida para ese momento. Sentí cómo mi conciencia me dijo «Hey, todo va a estar bien».

-Sí. Claro. -me respondí. No estaba segura de si lo había dicho o pensado. Volví a cubrir mi cara con mis manos intentando limpiar el maquillaje corrido con las mangas del suéter.

-¿Qué voy a hacer? -pensé en voz alta tomando mi cabeza con mis manos.

Hacía una semana que no sabía nada de papá, lo había tomado con tranquilidad ya que él dijo que era un viaje importante de trabajo, pero al menos pudo haber llamado para avisarme si todo estaba bien.

Sentía cómo los pensamientos y las preocupaciones iban a toda velocidad en mi mente; ¿Qué pasará con el cuerpo de mamá? ¿Viviré sola? ¿Dónde está papá? ¿Cómo voy a hacer las cosas bien en la escuela después de esto? ¿Cómo se supone que siga con mi vida?

Me dispuse a salir a tomar algo de aire, ya ni siquiera intentaba parar mi llanto, se había vuelto parte de mí, al menos por ese momento, solo necesitaba salir de ahí e intentar encontrar algo de calma en el sonido y la calma de la noche.

De camino a una de las salidas del hospital me topé con el doctor Jones.

-Señorita Emma, ¿ya se siente más tranquila?

«Claro. Idiota» pensé.

-Sí doctor, estoy mejor. ¿Qué va a pasar con el cuerpo de mi mamá? -pregunté. No había ni una pizca de dolor en su corazón, se había acostumbrado a ver a la gente morir, no se veía compasión en sus ojos, no se sentían cálidas sus palabras, para él era un día más de trabajo.

-No tenemos nuevas noticias de su padre, pero no necesita preocuparse por nada, él dejó pagado todo el servicio para el entierro y velorio de su madre, todos los trámites están listos.

-¡Eso no tiene sentido! -exclamé-. Mi padre se fue antes de saber si ella iba a morir. ¿Por qué dejaría pagado su velorio?

-Me temo que es una pregunta que tendrá que hacerle usted misma al señor Williams, señorita.

Salí de ahí velozmente, intentando escapar de todos mis pensamientos. Miré el cielo oscuro.

Mi padre era el hombre más misterioso, exigente y confuso que conocía. Siempre tenía la misma cara, como si estuviera molesto con todo a su alrededor, siempre pensando demasiado e imponiendo reglas que no entendía del todo.

Desde que tuve memoria mi padre me había dicho que no debía destacar en el mundo, que allá afuera había gente mala que odiaba a los que sobresalían.
Me decía eso porque yo era diferente, no era una genio, pero sí era demasiado sensible, supuse que lo heredé de mamá. Siempre pude sentir a los demás, para mí las personas eran como libros abiertos frente a mí. Podían ponerse máscaras de felicidad pero los leía un poco y sabía que no todo estaba bien; sus ojos, sus gestos y la manera en la que vibraba su energía me hacía saber muchas cosas sobre cualquier persona sin conocerla, incluso podía sentir eso en los animales. Solo necesitaba cerrar los ojos y sentir un poco.

En los sueños (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora