Capítulo 5: Incertidumbre

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Treinta minutos fue lo que caminé con una maleta bastante pesada desde la casa de David a la mía. Treinta interminables minutos en los que tuve un momento de tranquilidad porque podría estar sola para acomodar mi vida pero también sentí mucha tristeza y agobio por todo lo que me estaba pasando. Aquello parecía como si alguien controlara mi destino y hubiera decidido burlarse de mí por un rato. Por unos segundos incluso sentí algo de felicidad, no por algo en específico, simplemente ocurrió un pequeño destello de esperanza dentro de mí, y lo disfruté.

Al entrar por la puerta de enfrente y percibir la soledad de la casa, unas lágrimas salieron de mis ojos, miré alrededor y olí el aroma de mis padres que se había quedado impregnado en las paredes. Decidí dejar las maletas en el vestíbulo y dar un paseo por la casa; era una de esas decisiones que todos tomamos y que sabemos que no cambian nada pero tampoco me hacía daño observar las habitaciones vacías y así empezar a acostumbrarme al silencio y a que los únicos pasos que se escucharan en el suelo de madera fueran los míos.

La oficina de papá estaba perfectamente ordenada como si hubiera estado allí ese mismo día; los bolígrafos alineados a la perfección, los libros ordenados alfabéticamente en los libreros alrededor del escritorio y los cajones cerrados con llave todos, ni siquiera una pizca de polvo había, me daba curiosidad entrar a revisar ya que mi papá nunca me dejaba pasar, pero decidí subir a la habitación de mis padres.

Aunque había estado ahí miles de veces y todo estaba igual, parecía que era otra habitación, algo había cambiado, daba la sensación de que ya no pertenecía a nadie, solo era otro espacio más en la casa; escaso de vida.

Miraba las fotos de mamá que estaban en la cajonera a un lado de su cama, aún con la esperanza de que moviera la boca y sonara su voz diciéndome que todo estaría bien, sentí un escalofrío al tocar una de esas fotos.

A un lado de la habitación de mis padres estaba el estudio de mamá donde pintaba cualquier cosa que se le ocurriera, la casa estaba repleta de pinturas hechas por ella por todas las paredes. Cuando era pequeña me gustaba encontrar a la mariposa oculta en cada una de sus pinturas; mamá adoraba a las mariposas y decía que sentía que cuando veía una mariposa cerca era porque traía un mensaje para ella.

Finalmente me dirigí a mí habitación, extrañaba mi cama y estar en un lugar que se sintiera como mío. Eran tan solo las 5 de la tarde así que tenía que buscar algo de comer y cenar en la cocina. Después de subir mi maleta, acomodé algunas cosas en los cajones y algunas otras las dejé dentro, solo por pereza, y porque el hambre me distraía excesivamente. Bajé a la cocina, de camino volví a mirar de reojo la oficina de papá que quedaba justo enfrente del comedor al lado de la sala, me daba mucha intriga saber por qué nunca me dejaba entrar.

Llegando a la cocina abrí el refrigerador con esperanza de que mi padre lo dejara lleno antes de irse, y así fue; la parte de abajo tenía más verduras de las que podía comer en 2 semanas enteras, arriba de ellas algo de jamón, pollo y salmón. Un poco más arriba había carne de soya, y una diversa variedad de frutas, entre ellas mi favorita: la manzana. Subí la carne al congelador pensando en que se los comiera papá cuando regresara de su viaje.

Por momentos olvidaba que era probable que él ya no regresara. Tomé una manzana y fui a la sala a comerla, encendí la televisión y me senté en el sofá. Un pensamiento me acogió: ¿Cómo puedes estar tan cómoda en la sala comiendo una manzana sabiendo que tus padres no volverán? Me angustió pensar en eso así que, aunque la televisión solo había estado 15 segundos prendida, decidí apagarla y, mientras le daba mordidas pequeñas y apresuradas a la manzana, di varias vueltas caminando alrededor del comedor, como si eso mejorara la situación que estaba viviendo.

Después de un rato decidí caminar por otras partes de la casa debido a la ansiedad que suponía quedarme sentada en el sofá, fui dos veces más a la cocina y seguí mirando de reojo la oficina de papá, aunque tenía curiosidad sentía que estaba haciendo algo muy malo solo por pensar en entrar, por esa razón me mantuve alejada de ahí.

En los sueños (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora