Se supone que cuando uno está a punto de morir ve pasar la vida a través de sus ojos, como en una película. No obstante, eso no fue lo que vio Jerôme: mientras se precipitaban al vacío y las estrellas lejanas se convertían en rayitas, su pensamiento fugaz fue hacia lo que pasaría si moría y nadie encontraba su cuerpo. Su familia no cobraría paga alguna por lo sucedido —si no hay cadáver, no hay indemnización— y, peor aún, lo acusarían de haberse fugado con el sueño robado. Por inverosímil que parezca, esa extraña película cruzaba la mente de Jerôme a la vez que el susodicho chillaba y se aferraba al cinturón con todas sus fuerzas, como si le fuera a ser de utilidad ante semejante situación.
A su lado, el maldito ladrón activaba varias palancas a la vez y murmuraba «¡no funciona!» sin cesar mientras el volante humeaba y la avioneta continuaba cayendo a gran velocidad.
Jerôme sintió un remolino en su estómago que se abría paso como una garra y le apresaba el corazón.
—¡No pienso morir hoy! —gritó el intruso.
Abrió el techo de la cabina, se irguió junto a Jerôme y luchó contra el viento hasta dar con una especie de botón que quedaba fuera del capó. Al momento, una gran lona se extendió sobre sus cabezas. Después, el ladrón se acercó peligrosamente a él, le desabrochó el cinturón y lo obligó a ponerse en pie. Todo sucedía demasiado rápido y Jerôme necesitaba que se detuviera el tiempo. No sabía qué pretendía, aun así, presa del miedo, se abrazó a él con todas sus fuerzas.
Gracias a la lona, que actuaba a modo de paracaídas, el vehículo aminoró, aunque Jerôme no se atrevió a mirar. Seguía aferrado a aquel intruso que le había arrebatado la calma para arrojarlo al infierno.
—¡Salta, Blues! —le pidió ahora.
Sin esperar a que reaccionara, el ladrón saltó con Jerôme envuelto entre sus brazos. Para sorpresa del reciclador, en lugar de matarse, rodaron sobre la arena. La avioneta cayó tras ellos y rebotó varias veces antes de detenerse. Sólo entonces, abrió los ojos.
Era de noche, pero sentía el abrazo del ladrón y su mirada escrutante. Levantó la cabeza muy despacio e inhaló un par de veces. El corazón le latía raudo a pesar de que, en teoría, ya estaba a salvo.
—¿Estamos vivos? —preguntó inseguro.
—Sí, pero no gracias a ti. —No había ningún atisbo de reproche en la voz del ladrón. Se puso en pie y le ofreció la mano—. ¿Te encuentras bien?
Jerôme no lo tenía muy claro. Permaneció inmóvil y observó los largos dedos que lo apuntaban.
—Creo que sí —dijo al fin—. ¿Pero quién pilota una avioneta sin paracaídas?
—Mi paracaídas debe de estar en la copa de algún árbol, por suerte teníamos el de Roberta.
—¿Quién es Roberta?
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El Ladrón de Sueños
Fantasía✨Historia ganadora de los Wattys 2023 con el premio especial al universo más original✨ ¿Alguna vez te has preguntado adónde fueron aquellos sueños que perdiste a golpes de realidad? Es posible que te resignases y tus nuevos anhelos fueran, cada vez...