Dominique se puso manos a la obra con tal de que todo estuviera listo antes de que Isabelle regresara. Regó las plantas y empaquetó sus pertenencias. La mayoría serían para ella, pero no era la única persona a la que quería dejar un legado. Pensó en sus padres, si es que vivían... ¿Lo habrían recordado y observado en secreto? Dominique sabía lo que comportaba nacer bajo el yugo del Joyero y que, en las contadas ocasiones en que algunos padres habían conservado sus recuerdos e intentado localizar a sus hijos, el muy maldito les había arrebatado hasta el último destello de voluntad.
Por si se daba el caso, guardó algunos objetos que definían cómo había sido su vida: un destornillador, un dado, una nota musical hecha en barro y un pájaro de cristal. Estuvo a punto de guardar en la misma caja su armónica, pero no lo hizo, pues tenía otros planes con ella. Quería hacer algo por Blues, de la misma forma que, sin saberlo, el reciclador había hecho algo por él. Lo recordó angustiado cuando aquella pesadilla burló la seguridad y lo atacó en plena noche; también lo recordó después, calmo entre sus brazos. Seguramente lo habría olvidado, pero a Dominique le bastaba saber que, aunque fuera durante unos segundos, había logrado reconfortarlo.
Vistió sus mejores galas, a juego con su sombrero favorito, se sirvió una copa de licor de allenas —un fruto seco que crecía en los bosques próximos a la Capital— y se dirigió hacia Roberta.
—¿Estás seguro? ¿No hay otra opción? —le decía una voz a través de la emisora—. Podríais venir conmigo.
—¿Y huir eternamente? —objetó Dominique—. No, Tristán, esto es lo más sensato que he hecho en toda mi vida. Solo asegúrate de que Isabelle esté bien, por favor.
—Descuida. Tengo cómo convencer a mi madre, pero no podrá quedarse en la Linde.
—No te preocupes, será capaz de llegar a la Capital. Gracias por todo, Tristán. Ha sido un honor tener un amigo como tú.
—Dominique, espera...
No esperó. En breve, un blues metalizado surgía del altavoz mientras degustaba la que sería su última copa. Quiso ignorar la tristeza. Ojalá las cosas hubieran sido distintas... En el asiento de al lado había un pequeño cofre de madera, lo bastante amplio para albergar a su nueva aliada.
Esta se agitó al sentir el aullido lejano de los usurpadores.
—Tranquila, pequeña, pronto te darás un festín. —Abrió la caja y la acarició sin quitarse los guantes. El animal se revolvió a su tacto—. No te quejes, yo me llevo la peor parte.
Suspiró.
No sabía qué sería de él después de lo que pensaba hacer. Esperaba que el plan funcionara, porque todo dependía de ello.
El sol escarlata caía hacia el oeste y la silueta de un zepelín se pronunciaba en el centro, como un eclipse. Si todo iba según lo previsto, ahí dentro viajaba Jerôme, listo para regresar a su hogar con el sueño. A Dominique le hubiera gustado ver su sonrisa al descubrir que lo llevaba con él, saber que al final había cumplido el ansiado objetivo. ¿Le haría eso un poco más libre?
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El Ladrón de Sueños
Fantasy✨Historia ganadora de los Wattys 2023 con el premio especial al universo más original✨ ¿Alguna vez te has preguntado adónde fueron aquellos sueños que perdiste a golpes de realidad? Es posible que te resignases y tus nuevos anhelos fueran, cada vez...