✨Historia ganadora de los Wattys 2023 con el premio especial al universo más original✨
¿Alguna vez te has preguntado adónde fueron aquellos sueños que perdiste a golpes de realidad?
Es posible que te resignases y tus nuevos anhelos fueran, cada vez...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Jazz! —se escuchó muy a lo lejos, más allá del mundo en que dormitaba.
Estar en letargo profundo era odioso, en especial, tras haber recuperado parte de su voluntad. Sabía que fuera de él estaban sucediendo cosas, que aquellos a los que amaba corrían peligro y que él no podía mover un músculo si Neo o el Joyero no daban la orden de despertar. Todo le daba vueltas y las voces hechas instrumentos lo mareaban, pues tocaban de forma desafinada, se silenciaban y volvían con timbres extraños hasta convertirse en ecos lejanos. ¿Por qué le habían dejado solo?
Pero de pronto, cuando en medio de aquella oscuridad le pareció escuchar la voz de Jerôme clamando su nombre, sus ojos aparecieron justo para abrirse y, ajeno a sí mismo, corrió en busca de aquel sonido.
Todo fue demasiado rápido. Escuchó un «¡no disparéis, es Domi!» y un «¡no vayas ahí!», pero su cuerpo y su raciocinio no guardaban comunicación alguna.
Cuando recuperó la conciencia, estaba en uno de los túneles del gran subterráneo. Jerôme, paralizado, yacía en el suelo, y Dulcinea, el usurpador del Joyero, lo mantenía hipnotizado.
—¡Blues! —Se dirigió veloz hacia allí y envolvió al reciclador entre sus brazos traslúcidos. Después lo llevó al otro extremo de la sala central, rompiendo así el trance en el que estaba.
Apenas se alejaron lo suficiente de la criatura, Ígnea se arrimó en una nube de ira.
—Si trabajas en equipo, ¡no puedes ir por libre! —regañó a Blues—. Te dije que a la mínima volvieras conmigo. —Ató su cintura y lo preparó para saltar al nivel superior.
Jerôme, adormecido, parpadeó un par de veces.
—La usurpadilla, la necesitamos...
—Yo me encargo —mencionó Dominique. Cada vez que hablaba, recuperaba algo de consistencia e incluso tacto—. ¿Qué te ha hecho?
Le preocupó lo mucho que tardó en contestar Jerôme. El ladrón no tenía forma de saber cuánto tiempo estuvo sometido, por lo que quizá el usurpador había llegado a quitarle algo, ya fuera un recuerdo banal o trascendental. Recordó los segundos que él mismo había sufrido bajo el influjo del monstruo y cómo, desde entonces, algunos recuerdos de su adolescencia se habían tornado borrosos. ¿Le habría pasado eso a Blues? ¿Y si lo había olvidado?
Jerôme acarició su rostro.
—Te recuerdo, Jazz.
En el cuello portaba el relicario entreabierto, por lo que el candor del sueño le iluminaba la tez. En ella podía ver su dolor, su miedo, su determinación.
—¿Seguro?
—Eres el ladrón de la boca grande —bromeó Blues con una débil sonrisa. Se descolgó el dije y se lo otorgó en un gesto cariñoso—. Y tenemos un sueño que realizar.