Al regresar del trabajo miró las escaleras y se preguntó ¿Cómo puede ser posible que todos los días sube y baja cuatro pisos? Sin considerar los de los escalones de la escuela donde trabaja y ¿pesar 78 kilos? ¿Será la edad? ¿Será que a los 26 años el metabolismo no es el mismo de un chico de 18? Independientemente de que eso sea cierto, no es una excusa para perder condición, hay personas mayores a 30, 40, 50... años con una fisionomía mucho más saludable que la que él aparentaba.
Empezó a subir las escaleras cantando en su mente ¹Ooh, itś a mess alright, Yes, itś Mile End, And now we're living in the sky, en aquella mente no había dolor, no había realidad, no había sentido. Algunas veces le gustaba escapar ahí, era un truco que había aprendido desde que iba en la secundaria y vaya que era bueno en eso, podía reprimir sus emociones, sentimientos e impulsos con facilidad, según Iván era como un espacio personal, donde no existe el tiempo, lo difícil era tener encendido el piloto automático, caminar e intentar estar atento a lo que sí pasa en el exterior.
El piloto automático se apagó al escuchar una voz familiar quejándose y arrastrando algo, alzó la mirada y vió bajar a Vera con dos maletas, una mochila en la espalda y un bolso en el hombro. Subió rápido los escalones que los separaban y con una sonrisa que ya tenía muy practicada, le empezó a hablar después de quitarse los audífonos.
—Permíteme ayudarte —le dijo mientras ya le sujetaba el mango de una de las maletas.
—Ay muchas gracias —le respondió con una sonrisa muy mal fingida, ni siquiera se había molestado en ocultar esa voz débil y aquellos ojos aún rojos por el llanto de hacía algunos minutos.
La pelea de la mañana, esta ocasión es ella quien se va, no sabía que solían llevarse tantas cosas —se dijo a sí mismos al verla a los ojos. Por primera vez en todos estos meses la veía a los ojos con detalle, siempre pensó que sus ojos eran color miel, y no, no lo eran para nada, eran marrones como los de él, tal vez el mismo tono.
—Vaya, son muchas cosas —le dijo—, ¿De vacaciones? —ahora cargaba una maleta en cada mano, Iván no era muy fuerte y le costaba mucho bajar las escaleras con todo ese peso extra y se dijo; Joder, definitivamente los 26 son la vuelta de la esquina a los 30.
Vera no lo vió a los ojos, su mirada estaba en lo que tal vez para Iván era el piloto automático y con una sonrisa y una risita que necesitaba seguir practicando alzó los hombros vacilando.
—Sí, unas largas vacaciones.
—Genial, todos necesitamos unas vacaciones —sabía que tal vez no la vería en un buen tiempo, y en el peor de los casos no la vería nunca más. Dio un gran respiro y pensó que a pesar de ser vecinos por tantos meses, nunca habían tenido una conversación tan larga con ella, las palabras que intercambiaban nunca habían ido más allá de un simple buenos días, buenas tardes y buenas noches.
—Sí, vacaciones —le dijo cuando ya habían llegado al inicio de la escalera—, ¿Te molesta si me sigues ayudando hasta llegar al Uber? Ya debe estar por llegar.
—Oh, si claro, de hecho pensaba ayudarte hasta la salida.
Soltó una carcajada que nadie notaría que es fingida, su sonrisa sí tenía concordancia con su mirada y continúo avanzando, empezaba a sentirse un poco incómodo, así que permitió que Vera le tomara la delantera para dejar de intentar hacerle la plática a una persona que ya había dejado muy claro con su constante mirada fría y respuestas cortantes que no era un buen momento para entablar una conversación.
—Muchas gracias —le dijo haciendo una pausa cuando ya estaban en la esquina de la avenida, a unos cuantos metros del departamento.
—Iván, Iván Macías, el vecino de enfrente.
—Gracias Iván —le dijo Vera esta ocasión con una sonrisa real, sus ojos seguían rojos pero la voz ya no se escuchaba como si estuviera a punto de llorar—, soy Vera, Vera Pulido.
Por primera vez, en todos los meses que llevaba viviendo en ese departamento, sabía el nombre de la vecina de enfrente. La vió subir al Seat azul y con un pequeño gestó con la manó se despidió de Vera y vió como se alejaba el auto sin recibir el gesto devuelta, tampoco una mirada, es probable que no lo haya visto.
