Aquel lunes por la mañana, antes de irse a trabajar, José despertó a Vera, justo como solía hacerlo en los últimos 5 meses, se había convertido en una rutina cada día más insoportable para ambos, olvidando lo que en un principió los orilló a dormir juntos, vivir juntos. Los primeros meses siempre eran sexo, risas, desvelos, caricias y elogios mutuos, lo esperado en muchas relaciones jóvenes, sin embargo los que se atreven a dar el siguiente paso tienen una carta más en una posible jugada que les dará el éxito a ganar el juego. Si ya tienes un tres y un cuatro de corazones en tu partida, es probable que si te consideras con suerte así como al que te da las cartas, podrías convertir esa mano sin ningún par en una Flor, convirtiendo tu mano de poker en lo que te dará la Victoria, para esto tú primera carta a desvelar sería un cinco de corazones.
Este cinco de corazones para José fue el que Vera aceptara "convertir" la relación abierta que mantenían de algunos meses en algo "serio", donde el acuerdo primario sería conservar exclusividad en su nueva relación, con fidelidad y honestidad. Un acuerdo muy maduro para dos chicos de 23 años recién egresados de la Licenciatura.
La segunda carta a desvelar en el suspenso de tú Victoria debería ser un seis de corazones, si lo haces despacio y con fe, verás asomado un seis en rojo, después de 14 meses viviendo juntos, ese seis rojo demostró ser de diamantes, una mano sin ningún sentido para continuar jugando esa partida, no es necesario mentirse más de lo necesario, en los últimos 9 meses ya había empezado esas discusiones que evidentemente empeoraría conforme cada uno muestre su verdadera personalidad.
—Con una chingada Vera —gritó José al salir del cuarto de baño y ver a su novia dormida en la cama—, ¿Qué haces? ¿No ves la hora? —continuó gritando a la para que sus manos calmadas continuaban colocando su corbata en aquél cuello con barba de tres días—. Debo irme ya.
Ella entreabrió los ojos con esfuerzo, sin darle importancia al reloj en el buró de su costado izquierdo que marcaba las 6.20am, volvió a cerrar los ojos e intentó concentrarse e ignorar lo que le decía aquella persona que ahora desconocía, o más bien, que ahora conocía.
—Eres una huevona buena para nada, mantenida —antes de que pueda continuar con su ritual de insultos Vera abrió los ojos frunciendo las cejas e intentando reprimir lo que ahora se había convertido en un dolor de cabeza que le duraría toda esa mañana.
—Cállate ya —dijo en un susurro que se convertiría en gritos—, Cállate ya, CÁLLATE CÁLLATE CÁLLATE, no te soporto, ya no te soporto —se levantó de la cama para tomar la almohada y arrojarla a José en la cara con toda la fuerza que pudo—, ¿Quieres tú desayuno? ¿Quieres un lunch? ¿Quieres que te prepare un café? No soy tu mamá, ni tu sirvienta, hazlo tú.
—Y ¿Por qué si te gusta ser mi puta?— le respondió regresandole el almohadazo con fuerza. Esto causó que Vera regresara a la cama por el golpe, escuchó un zumbido en los oídos y sintió un hilillo de sangre en el labio además de ahora tener la nariz entumecida.
La ira de Vera se convirtió en impotencia y por más fuerte que era, por más experiencias similares que había vivido con él, ése hilillo de sangre que sentía era nuevo, acercó su mano que no dejaba de temblar a su labio con el ritmo cardiaco a más de 220 y con su dedo índice pudo corroborar que al tocarlo tenía una gota de sangre.
La boca le temblaba, las piernas, los ojos estaban rojos de la ira, con lágrimas que ahora se escapaban y hacían recordarle a José que era una mujer, su novia, una chica delgada y que por más ejercicio que haga en el gym no tenía la misma fuerza o resistencia de él.
—Ni se te ocurra empezar a llorar, no te hice nada, tú sola te mordiste el labio —intentaba explicar al verla aún con la mirada en la gota de sangre—, pues ya, como sea, otro día soportando tu pinche pereza y drama por cualquier cosa, ni un perro favor puedo pedirte.
—No soy una puta —respondió con lágrimas y la voz entrecortada—, no soy puta de nadie —alzó la mirada y José vió una cara en ella que nunca había mostrado en ninguna otra "pelea", el grito que vendría sería un chillido real, uno de esos ataques psicóticos a los que temía Iván con su tío—, ¡No soy tú Puta!
Iván dió un respingo mientras salía de su enjuagada express, por el grito que había escuchado.
—Joder, eso es nuevo —no era la primera vez que escuchaba a los vecinos del departamaneto de enfrente discutir.