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Fue el dolor de espalda y el frío que empezaba a sentir lo que lo despertó, ¿Cuánto tiempo había llorado? ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿En qué momento del día había decidido bajar al parque? ¿Ya habían terminado sus clases? No importaba, de hecho, ya nada le importaba, al menos en ese momento.

Se incorporó y empezó a caminar al departamento sin ánimos de subir escaleras, fue a la altura del tercer piso cuando escuchó risas y una charla de dos personas que bajaban, se encontraría con los vecinos de enfrente de su nuevo departamento ¿Quién más si no?

—Buenas noches —dijo Iván con un tono sereno y amable intentando sonreír a la pareja que veía.

—Buenas noches —dijeron ambos, sólo que la chica sí se molestó en mirarlo para responder el saludo. Ambos traían el cubre bocas puesto, Iván también lo tenía.

Iván agradeció ese gesto de la chica que pasó junto a él, no se sintió invisible, se sintió real de nuevo.

Ahora tienes tú propio departamento, saldrás de esta —pensó, y sin notarlo ya se encontraba hablando solo—, puedo hacerlo. Fuí un buen hijo. Fuí un buen sobrino, Soy un buen maestro —abrió la puerta del departamento y entró sin ser del todo consciente de lo que hacía, o decía—, Soy un buen maestro ¡Puedo con esto!

De vuelta a la ruletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora