Fantasear con esa mirada todo el día fue inevitable, era la primera vez que la veía en ella. En toda la mañana se habían manifestado cefaleas que no había experimentado tal vez nunca, creando un sin fin de hipótesis de lo que debió hacer y decir, la aspirina que tomó al llegar al trabajo no había servido de nada ¿Sería necesario ir al médico por algo así? ¿Qué se tiene qué decir a un Doctor cuando has tenido dolores de cabeza por horas por una pelea con tu novia?
Ni se te ocurra empezar a llorar, no te hice nada, tú sola te mordiste el labio.
Con ¿qué frecuencia suelen manifestarse estas cefaleas en tu desarrollo? —Pensó José para sí mismo.
Nunca Doc, es la primera vez en años tal vez —Eso sería lo que debería responder ¿verdad? Porque así es la vida o ¿no?
¿Qué variables consideras que generaron esto contigo el día de hoy?
—Qué debería responder si es que me empieza a cuestionar el por qué —esta ocasión sus pensamientos se habían reflejado en un discurso que para sí mismo seguía solo en su mente—. No, no creo, no es necesario, al llegar a casa me disculparé, eso es todo, fácil.
Siguió conduciendo en su Ford Fiesta modelo 2020 a su departamento, un lugar que ahora estaría solo, sin armonía en el ambiente, sin nadie que lo reciba con un ¿Cómo te fue? ¿Sí comiste? ¿Qué haremos hoy? Estoy viendo una serie ¿me acompañas? Mira, ¿te enteraste de...? ¿Por qué llegas tan tarde?
—Ni un perro favor puedo pedirte —empezó a reflejarse una tenue sonrisa sin dejar de expresar en su mirada angustia por lo que hizo, lo que dijo—, esta vez sí me mamé— la sonrisa se convirtió en una gran carcajada que lo único que hacía era esconder de una forma muy estúpida los verdaderos sentimientos y emociones que estaban en su corazón.
El semáforo se puso en verde y pisó con delicadeza el acelerador deseando que su dolor de cabeza desaparezca, su sonrisa había desaparecido para convertirse en una mueca de asco.
—Iremos a cenar, sí, a ella le encanta salir a cenar, la semana va iniciando, todo se resolverá.
Miró el tablero y se percató de que no había música: el estéreo estaba apagado, eso lo relajaría ¿Para qué pensar tanto? Dio un suspiro y se concentró en escuchar la letra de lo que ahora se estaba reproduciendo.
Al llegar a casa, no habría ningún tipo de discurso o discusión al llegar.
Es fácil pensar en lo que nos duele, en lo que nos molesta de las personas, en las discusiones que se vuelven parte de la monotonía, deseando que terminen, que esa persona desaparezca de nuestra vida. José ese día extrañaría incluso las discusiones con Vera.
Ni se te ocurra empezar a llorar, no te hice nada, tú sola te mordiste el labio.
