Capítulo 4:

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Dorian:

Él estaba cansado, su mirada amoratada, su rostro pálido y su caminar arrastrado, eran una clara evidencia de esto.
Sin embargo, a excepción de otros días, en sus labios emergía una pequeña sonrisa, una que intentaba disipar la tristeza de los días posteriores.

Había hablado con el médico de cabecera, quien le informó que Daphne ya se encontraba en condiciones de recibir el alta.

Aquello sin duda había colmado de felicidad el amedrentado corazón de Dorian, por eso le había pedido a Meliza que fuera a cuidar a la hermosa chica de mirada nocturna mientras el preparaba una feliz y  bienvenida a casa sorpresa, al fin y al cabo, ella no tenía ni la menor idea de que pronto podría volver a su antigua vida.

Si es que por algún milagro aquello era posible después de todos los horrores vividos.

El millonario sacudió su cabeza, alejando aquel pensamiento de su mente, mientras esperaba con paciencia que las puertas del ascensor se abrieron indicándole que llegaba a su piso.

Entre sus brazos, sujetaba con fuerza una caja repleta de guirnaldas, globos y algunas cosas para cocinar.
Jamás había comprado cosas de cotillón, después de todo, nunca había tenido una ocasión real para festejar ni una familia con quién contar.

Familia, él tenía una familia.
Aquel pensamiento arrancó otra sonrisa de sus labios, mientras pensaba que solo faltaría Margarita en la fiesta de bienvenida.
Sin embargo, él no sabía si pedirle a la mujer regresar de sus vacaciones o simplemente permitirle seguir con su paz.

Desde el primer momento en el que Dorian comenzó a notar sus sentimientos hacia Daphne, él le había pedido secretamente a la mujer que se tomase vacaciones, para así concederle algo de tiempo a solas con ella.
Con gusto, Margarita había aceptado, después de todo era su mayor cómplice.

Sin embargo, casi un mes después, él no sabía cómo demonios pedirle a la mujer que volviera, debido al mundo de cambios que debería enfrentar.

Las puertas del ascensor se abrieron con un pequeño tintineo, y Dorian salió del lugar; con pasos firmes llegó hasta el umbral de la entrada a su casa y se deslizó al interior.
Allí comenzó su película de terror.

Cuando avanzó un par de pasos al interior del lugar, algo llamó su atención al final del pasillo, y cuando notó que ese algo era nada más ni nada menos que sangre, su corazón se paralizó.

El único pensamiento que pasó por su mente fue el que Luca estaba en problemas.

De forma instintiva y casi refleja, Dorian arrojó las cosas al suelo y corrió rumbo al pasillo, siguiendo el camino de pequeñas gotas de sangre dispersas por el piso.

«Por favor que estés vivo» suplico el millonario con la respiración irregular y el instinto de adrenalina agolpandose en sus venas.
Mentalmente iba repitiendo una y otra vez, el número de emergencias, suplicando no necesitarlo realmente.

—¡¿Luca estás bien?!—gritó Dorian, ingresando al cuarto de huéspedes, cuando observó que el camino de sangre seguía allí.

Sin embargo, en el preciso instante en el que entró al cuarto, se arrepintió de no haber golpeado.

Desnudos y en la cama, se encontraban Luca y Elena, enredados el uno en el otro y fundidos en un profundo beso.
Al oír las palabras de Dorian, ambos se apartaron de forma brusca y abrupta, mientras sus rostros se volvían tan rojos como el fuego.

—¡Mierda!—dijeron al unísono los tres, arrepintiéndose de lo que habían hecho.

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Besos de Medianoche 3: GravedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora