Dorian soltó un suspiro, mientras recostaba la cabeza contra la pared del balcón. Le había mentido a Daphne al decirle que iría a comprar algo para comer, ya que no se sentía capaz de contener su dolor por más tiempo.
De eso habían pasado ya unos largos minutos, tiempo que el millonario había destinado a llorar en silencio en el balcón del penthouse, temeroso de que ella lo encontrara.
El millonario sabía de buena mano que Daphne no había tenido una vida ni remotamente fácil, sin embargo guardaba la esperanza de que en algún momento de su pasado hubiera sido feliz, igual que él.
Sin embargo, se acababa de topar con una realidad completamente opuesta y desgarradora, una a la que ahora debía hacerle frente. Como diera lugar.
—¿Qué hago ahora, Aiden?—susurro Dorian con los ojos rojos y el corazón en un puño, mientras miraba un punto fijo perdido en la lejanía de la periferia de aquella ciudad.—¿Cómo vuelvo allí?
Dorian amaba a Daphne, la amaba demasiado, y era por eso que el dolor que sentía en aquel momento era increíblemente sofocante. Tanto que no se sentía con el coraje suficiente como para verla a la cara. Porque Dorian sabía, que en el primer momento en que la mirara a los ojos, el peso de su pasado lo derrumbaría.
A él no le importaba que Daphne hubiera sido prostituta, ni que no pudiera ser madre. El amaba demasiado a esa mujer como para que aquello le importara.
Sin embargo, ella había sufrido demasiado. Tanto que Dorian no era capaz de soportarlo.
Jamás, en toda su existencia había deseado acabar con la vida de alguien como en aquel momento sentía la necesidad de asesinar a Enzo.
La había utilizado, manipulado, humillado, le destrozó el corazón, la empujó al anonimato y las sombras. Enzo le había arrancado todo atisbo de felicidad a Daphne.
Y lo peor de todo aquello, es que Dorian no conocía el rostro de ese hombre, si es que la vida maltrecha no lo hubieran empujado al ataúd a temprana edad.
Dorian se lamentaba de la infelicidad y el dolor de Daphne, cuando una mariposa se posó en la punta de su nariz.
Aquello sorprendió al millonario, quien se sintió momentáneamente asustado por el contacto e hizo un movimiento brusco.
La pequeña mariposa salió volando al instante, con rumbo al cielo.
Un simple pensamiento paso por su mente, uno tan tonto y absurdo que le arranco una sonrisa y lleno su corazon de esperanza: las mariposas no vuelan tan alto.
—Ya entendí, Aiden—murmuró Dorian con una sonrisa y lágrimas en sus ojos—. Gracias por escuchar.
Con el corazón menos pesado y una pequeña sonrisa tirando de sus labios, Dorian se despidió de aquella reconfortable vista, antes de ingresar al penthouse.
Ya sabia que iba a ser, Daphne podría no haber sido feliz en el pasado, pero él se aseguraría de que en su presente lo fuera.
ESTÁS LEYENDO
Besos de Medianoche 3: Gravedad
RomanceLuego de que por designio la vida de Daphne y Dorian se entrelazaran, ellos debieron luchar contra el caos que se apoderó de sus vidas. Sin embargo ahora, luego de todo, deberán recoger juntos los pedazos rotos de una vida pasada para tratar de unir...